Go to full page →

Confesé mis pecados a Dios y él me los perdonó 2MCP 417

No es digno de alabanza hablar de nuestras debilidades y desalientos. Que cada cual diga: “Siento mucho haber cedido a la tentación; mis oraciones son muy débiles y mi fe muy frágil. No tengo excusa que explique por qué mi vida religiosa está tan atrofiada. Pero estoy tratando de lograr un carácter perfecto en Cristo. He pecado, y sin embargo amo a Jesús. He caído muchas veces, no obstante lo cual él ha extendido su mano para salvarme. He hablado con él acerca de todas mis equivocaciones. He confesado con vergüenza y pesar lo que he deshonrado. Miré a la cruz y dije: sufrió todo esto por mí. El Espíritu Santo me ha mostrado mi ingratitud, mi pecado de exponer a Cristo a la vergüenza. El que no conoció pecado ha perdonado mi pecado. Me invita a participar de una vida más elevada, más noble, y yo prosigo hacia lo que está delante de mí”.—Manuscrito 161, 1897. 2MCP 417.2