Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Isaías 1:18. RP 298.1
Cuando recuerde que Cristo pagó el precio de su propia sangre para redimirlo a usted y también a otros, será inducido a captar los brillantes rayos de su justicia para dirigirlos sobre el sendero de los que viven a su alrededor. No debe vivir pensando que en un futuro distante será santificado; es ahora cuando debe recibir la santificación por medio de la verdad. El profeta exhorta: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Isaías 55:6, 7. Y Jesús dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos... hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8. RP 298.2
Tenemos que recibir el Espíritu Santo. Hemos tenido la idea de que este don de Dios no es para seres como nosotros, y de que el Espíritu Santo es demasiado sagrado o por demás santo para nosotros; pero es el Consolador que Cristo prometió a sus discípulos para hacerles recordar todo lo que él les había dicho. Entonces, cesemos de mirarnos a nosotros mismos y miremos a Aquel de quien viene toda virtud. Ninguno puede mejorarse a sí mismo, pero sí ir a Jesús tal como es, deseando sinceramente ser limpiado de toda mancha de pecado y recibir el don del Espíritu Santo. No debemos dudar de su misericordia, y decir: “No sé si estoy salvado, o no”. Con una fe viva debemos aferrarnos de su promesa, porque él dijo: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. RP 298.3
Tenemos que ser testigos de Cristo, y reflejar sobre otros la luz que el Señor permite que brille sobre nosotros. Debemos ser fieles soldados marchando bajo la enseña ensangrentada del Príncipe Emanuel.—The Signs of the Times, 4 de abril de 1892. RP 298.4