Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6, 7. RP 75.1
El Redentor del mundo decidió ofrecerle a sus atribulados discípulos el más poderoso de los consuelos. De una extensa gama de posibilidades, escogió el tema del Espíritu Santo para que inspirara y vivificara sus corazones. Sin embargo, aunque Cristo hizo mucho para darlo a conocer, ¡cuán poco habita en medio de las iglesias! Aunque la divina influencia es esencial para la obra del perfeccionamiento del carácter cristiano, muchas veces son ignorados el nombre y la presencia del Espíritu Santo. RP 75.2
Algunos no están en paz. No tienen descanso. Están en un estado de irritación permanente, permiten que los dominen sus impulsos y pasiones. Nada saben acerca de experimentar la paz y el descanso en Cristo. Al no tener ancla, son como un barco azotado y arrastrado por el viento. En cambio, los que permiten que el Espíritu Santo gobierne sus mentes, proceden con mansedumbre y humildad. Por obrar en cooperación con Cristo serán guardados en completa paz. Los que no se dejan guiar por el Espíritu Santo son como las agitadas aguas del océano. RP 75.3
El Señor nos ha dado la debida orientación para que podamos conocer su voluntad. Los que tienen su mente centrada en el yo, son autosuficientes. Piensan que no necesitan estudiar la Biblia, y se sienten muy perturbados cuando otros no tienen sus mismas ideas equivocadas e idéntica visión distorsionada. En cambio, los que son guiados por el Espíritu Santo afirman el ancla detrás del velo, donde Jesús entró por nosotros. Investigan en las Escrituras con toda seriedad, y buscan la luz y el conocimiento que puedan guiarlos en medio de las perplejidades y peligros que encuentran a cada paso. Al contrario, los que son impacientes se quejan y murmuran, leen la Biblia sólo con el propósito de vindicar su propio curso de acción, mientras ignoran y pervierten el consejo de Dios. El que tiene paz es porque puso su voluntad del lado de Dios y quiere seguir la divina orientación.—The Signs of the Times, 14 de agosto de 1893. RP 75.4