Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15. NEV 50.1
La manera en que Cristo obedeció y venció, es la de un verdadero ser humano. Según nuestra conclusión, cometemos muchos errores debido a nuestro erróneo concepto de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando le atribuimos a su naturaleza humana un poder que no es posible que el hombre despliegue en sus conflictos contra Satanás, destruimos la plenitud de su humanidad. El concede su gracia imputada y su poder a todos aquellos que lo reciben por fe. NEV 50.2
La obediencia de Cristo a su Padre fué la misma obediencia que se requiere del hombre. El hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás sin un poder divino que pueda combinar con sus potencialidades humanas. Así sucedió con Jesucristo. El podía confiar en el poder divino. No vino a nuestro mundo a dar la obediencia de un Dios menor a un Dios mayor, sino como hombre, para obedecer la Santa Ley, y de esta manera él es nuestro ejemplo. El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no a revelar lo que Dios podía hacer, sino lo que un hombre podía hacer, mediante la fe en el poder de Dios para ayudar en toda emergencia. El hombre, mediante la fe, ha de ser participante de la naturaleza divina, y debe vencer toda tentación con que sea tentado. NEV 50.3
El Señor pide ahora que cada hija e hijo de Adán, a través de la fe en Jesucristo, le sirva en su naturaleza humana, que ahora tenemos. El Señor Jesús ha salvado el abismo que el pecado había abierto. Ha unido la tierra con el cielo, y al hombre finito con el Dios infinito. Jesús, el Redentor del mundo, podía guardar los mandamientos de Dios, únicamente de la misma manera en que la humanidad puede observarlos.—Manuscrito 1, 1892, pp. 9, 10. NEV 50.4
No hemos de servir a Dios como si no fuéramos humanos, sino que debemos servirle con la naturaleza que tenemos, que ha sido redimida por el Hijo de Dios; a través de la justicia de Cristo, debemos comparecer delante de Dios perdonados, y como si nunca hubiéramos pecado.—Manuscrito 1, 1892, pp. 10, 11. NEV 50.5
La humanidad del Hijo de Dios lo es todo para nosotros. Es la cadena de oro que une nuestras almas a Cristo, y mediante Cristo a Dios.—The Youth’s Instructor, 13 de octubre de 1898, pp. 806. NEV 50.6