Aquellos que piensan más en sus sueldos que en el privilegio de ser honrados como siervos de Dios, que consideran su trabajo con un espíritu de satisfacción personal porque reciben sueldos, no ponen abnegación ni sacrificio personal en su trabajo. Los últimos hombres que fueron contratados, creyeron en la palabra del patrón: “Recibiréis lo que sea justo”. Mateo 20:7. Sabían que recibirían lo que merecieran, y se los favoreció porque pusieron fe en su trabajo. Si los que habían trabajado durante todo el día hubieran puesto un espíritu de amor y confianza en su tarea, habrían continuado ocupando el primer lugar. 2MS 207.2
El Señor Jesús estima la obra realizada de acuerdo con el espíritu con que se la lleva a cabo. Aceptará a los pecadores arrepentidos que acudan a él a última hora con fe humilde y que obedezcan sus mandamientos. 2MS 208.1
Cristo exhorta a los que están a su servicio a no regatear por una suma estipulada, como si su Señor no los tratara con justicia. Dio esta parábola para indicar que los quejosos no recibirían simpatía por motivos de supuestos agravios (Manuscrito 87, 1899). 2MS 208.2
La verdadera prosperidad nunca podrá favorecer al alma que aspira constantemente a recibir una remuneración más elevada, y que cede a la tentación que la aleja de la obra que Dios le ha señalado. No puede haber prosperidad para ningún hombre, para ninguna familia, ni firma, ni institución, a menos que estén dirigidos por la sabiduría de Dios (Carta 2, 1898. Folleto titulado To the Leading Men in Our Churches, [A los dirigentes de nuestras iglesias], pp. 4). 2MS 208.3