Durante los dos años anteriores al accidente que aceleró su muerte, la Sra. White se vio más libre de sufrimientos y de los achaques comunes que durante ningún otro período de su vida. Una vez su fuerza decayó en forma pronunciada, pero pronto recobró sus energías, y de nuevo fue capaz de continuar con sus tareas con comparativa comodidad. Su ayudante acostumbraba sacarla para que diera un paseo en coche cada día agradable, y esto le proporcionaba un cambio que le reportaba descanso. Por lo común ella podía ir de su pieza, ubicada en el piso superior, hasta el coche, sin ayuda. Pero con el peso de los años su postura se encorvaba más y más, y sus amigos no podían esperar que su vida se prolongara por mucho más tiempo. NBEW 482.1
En la primavera de 1914, la Sra. White tuvo el placer de verse de nuevo con su hijo, el pastor Jaime Edson pasó algunas semanas en su casa. No mucho después de su regreso, su madre sufrió una gran debilidad a raíz de una complicación de dificultades, y como resultado, mayormente dejó de leer. En los meses que siguieron, a menudo tenía alguna otra persona que le leía. NBEW 482.2
El cese en sus actividades ordinarias, sin embargo, no la indujo a disminuir su interés en el progreso de la causa de Dios en todo el mundo. Las páginas de la Review and Herald y de otros periódicos denominacionales eran tan preciosas para ella como siempre, y continuó gozando de las cartas de los viejos amigos, y a menudo volvía a contar con ánimo las experiencias de los días primeros. NBEW 482.3
En el curso de una conversación que tuvo el 2 de diciembre de 1914, se refirió a un incidente que había ocurrido muchos años antes. Un cierto hermano había expresado desánimo frente a la perspectiva de una obra larga y difícil que necesitaba hacerse antes que el mundo estuviera preparado para la segunda venida de Cristo. Otro hermano, que tenía mucha fe, se volvió a él, con su rostro enblanquecido por una gran emoción, y le dijo: “Hermano mío, ¿permite Ud. que esta perspectiva lo desanime? ¿No sabe Ud. que Dios quiere que continuemos la batalla hasta los portales? ¿No sabe Ud. que él quiere que continuemos luchando más y más y más, sabiendo que la victoria está delante?” NBEW 483.1
Fue en la primera parte de diciembre de 1914, cuando ella testificó del hecho de que había oído voces durante la noche que clamaban: “¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Continuad la batalla hasta los portales!” NBEW 483.2
Aunque ansiosa de continuar su trabajo, y especialmente deseosa de hablar en público, la Sra. White sabía que sus fuerzas la estaban abandonando gradualmente, y que no debía abusar de sus energías declinantes. Esta era una verdadera prueba para ella, y sin embargo se sentía resignada a la voluntad del Señor. Escuchadla orando en el altar familiar a la puesta del sol el sábado 26 de diciembre de 1914, después de las peticiones ofrecidas por el pastor E. W. Farnsworth y otros: NBEW 483.3
“Tú escucharás nuestras peticiones, y te pedimos, Señor, en el nombre de Cristo, que si ésta es tu voluntad, me des fuerza y gracia para continuar; o de otra manera, estoy perfectamente lista a dejar mi carga en cualquier tiempo que te parezca mejor. Oh Señor, anhelo grandemente hacer algunas cosas, tú lo sabes, y quisiera hacerlas si me das la fuerza; pero no nos quejaremos, porque tú has conservado mi vida por más tiempo de lo que muchos habían anticipado y de lo que yo misma pensaba... Danos luz. Danos gozo. Danos la gran medida de gracia que tienes en reserva para los necesitados. Lo pedimos en el nombre de Jesucristo de Nazaret”. NBEW 483.4
Su constitución física se hizo más y más débil; pero el espíritu continuaba animado. En conversación con el Dr. David Paulson el 25 de enero de 1915, la Sra. White dijo: “El Señor ha sido mi ayudador. El Señor ha sido mi Dios, y no tengo ninguna duda de ello. Si yo no pudiera darme cuenta de que él ha sido mi guía y mi sostén, decidme en qué podría confiar. Tengo una confianza tan firme de que Dios colocará mis pies sobre el monte Sión como que vivo y respiro; y voy a conservar esa confianza hasta que muera”. NBEW 484.1
Cuando, el 27 de enero de 1915, su hijo, W. C. White, regresó a casa después de cuatro meses de ausencia en el este y en el sur, ella estaba aparentemente tan fuerte como cuando él se fue. Todavía gozaba ella de comodidad en alto grado, del punto de vista de la salud, y podía caminar de aquí para allá. Unas dos semanas más tarde, tan sólo el día antes de que sufriera el accidente, empleó un poco de tiempo caminando por el patio con él, y conversando de los intereses generales de la causa de Dios. NBEW 484.2
Fue el sábado 13 de febrero de 1915 cuando la Sra. White sufrió el accidente que la confinó a su sillón de allí en adelante y que aceleró su muerte. Mientras estaba entrando en su estudio desde el pasillo, cerca del mediodía, aparentemente tropezó y cayó. Su sobrina, la Srta. May Walling, quien por algún tiempo había actuado como su enfermera, estaba cerca del pasillo, y se apresuró a asistirla. Como los esfuerzos hechos para ayudarle a ponerse en pie resultaron inútiles, la Srta. Walling la sentó en una silla, arrastró la silla por el pasillo hasta el dormitorio, y finalmente la puso en cama. Luego, llamó al médico del sanatorio de Santa Elena. NBEW 484.3
Un examen preliminar que hizo el Dr. G. E. Klingerman fue seguido por un examen más detenido por medio de los Rayos X, y éste reveló en forma inequívoca una fractura intracapsular del fémur izquierdo. Naturalmente fue imposible determinar cuándo se había producido la fractura del hueso, si antes de la caída, causándole de esta manera su caída al suelo, o como resultado de la misma. NBEW 485.1
La nerviosidad de los próximos días y noches siguientes fue acompañada con un poco de dolor. De hecho, desde el comienzo el Señor misericordiosamente le ahorró a su anciana sierva los dolores serios que ordinariamente vienen con tales traumatismos. Tampoco tenía los síntomas usuales de shock. La respiración, la temperatura y la circulación eran casi normales. El Dr. Klingerman y el Dr. G. F. Jones, su asociado, hicieron todo lo que la ciencia médica podía sugerir para hacer sentir cómoda a su paciente; pero a su edad avanzada podían tener poca esperanza de una recuperación final. NBEW 485.2
A través de las semanas y meses de su última enfermedad, la Sra. White se reanimaba con la misma fe, esperanza y confianza que habían caracterizado su vida en los días de su dolor. Su testimonio personal era uniformemente alegre y su valor era notable. Sentía que sus días estaban en las manos de Dios, y que la presencia del Señor estaba con ella continuamente. No mucho después de haber quedado imposibilitada debido al accidente, testificó acerca del Salvador: “Jesús es mi bendito Redentor, y yo lo amo con todo mi ser”. Y de nuevo dijo: “Veo luz en su luz. Tengo gozo en su gozo, y paz en su paz. Veo misericordia en su misericordia, y amor en su amor”. A la Srta. Sara McEnterfer, que por muchos años fue su secretaria, le dijo: “Si solamente pudiera ver a mi Salvador cara a cara, estaré plenamente satisfecha”. NBEW 485.3
En una entrevista con otra persona ella dijo: “Mi ánimo está cimentado en mi Salvador. Mi obra casi ha terminado. Mirando el pasado, no tengo el menor asomo de desconsuelo o desánimo. Me siento muy agradecida al Señor porque él me ha salvado de la desesperación y el desaliento, y porque todavía puedo sostener la bandera. Yo conozco a Aquel a quien amo y en quien tiene confianza mi alma”. NBEW 486.1
Refiriéndose a la perspectiva de su muerte, declaró: “Yo creo que cuanto antes se produzca, tanto mejor. Todo el tiempo pienso de esta manera: cuanto antes, tanto mejor. No tengo un solo pensamiento de desaliento o de tristeza... No tengo nada de qué quejarme. Que el Señor haga lo que le plazca, que haga su obra en mí, de manera que yo sea refinada y purificada; eso es todo lo que deseo. Sé que mi obra está hecha; no hay por qué decir otra cosa; me regocijaré, cuando llegue mi tiempo, de que se me permita descanzar en paz. No tengo ningún deseo de que mi vida sea prolongada”. NBEW 486.2
Después de que hubo orado la persona que estaba tomando estas notas de su conversación, la Sra. White oró: NBEW 486.3
“Padre celestial, vengo a ti, débil como una caña quebrada, y sin embargo confiando que, por la vindicación del Espíritu Santo, la justicia y la verdad prevalecerá. Te doy gracias, Señor, y no eludiré nada que tú quieras que yo soporte. Que tu luz, tu gozo y tu gracia sean sobre mí, en mis últimas horas, para que pueda glorificarte, es mi gran deseo; y esto es todo lo que pediré de ti. Amén”. NBEW 486.4
Esta oración humilde y llena de confianza, hecha por una persona que hacía mucho tiempo había sido escogida como un vaso para el servicio del Maestro, fue plenamente contestada. El suyo era un consuelo que hace que un hijo del gran Padre de luz y amor no tenga ningún temor, aun mientras pasa por el valle de sombra de muerte. Un sábado, solamente pocas semanas antes que exhalara el último suspiro, le expresó a su hijo: NBEW 487.1
“Estoy muy débil. Estoy segura de que ésta es mi última enfermedad. No estoy afligida por el pensamiento de morir. Me siento consolada todo el tiempo de que el Señor está cerca de mí. No estoy ansiosa. El carácter precioso del Salvador ha sido muy claro para mí. El ha sido un amigo, él me ha guardado en la enfermedad y en la salud. NBEW 487.2
“No estoy afligida por la obra que he hecho. Hice lo mejor que pude. No creo que todavía siga mucho más. No espero mucho sufrimiento. Estoy agradecida de que tenemos las comodidades de la vida en tiempo de enfermedad. No tengas temor. Yo me voy sólo un poco antes que los demás”. NBEW 487.3
La cómoda oficina del piso alto de la casa de la Sra. White era el lugar más favorable para la enferma y las enfermeras, y allí dormía ella la mayor parte del tiempo, rodeada por los objetos familiares de una vida más activa a la cual había estado acostumbrada por largo tiempo. La pieza estaba bien iluminada y aireada. En una esquina tenía una gran ventana que inundaba una porción de la cámara con la luz del sol. Aquí estaba su vieja silla en la que se sentaba para escribir. Esta fue transformada en un sillón reclinable; y después de la primera o segunda semana de enfermedad, casi todos los días la levantaban para que se sentara en él. La vista que se divisaba desde este asoleado rincón era agradable y variada, y ella se gozaba grandemente por las cambiantes bellezas de la primavera y el comienzo del verano. NBEW 487.4
Cerca de su silla, sobre una mesa, había varios de los libros que ella había escrito. Ella solía tomar a menudo algunos de estos libros y mirarlos, y parecía deleitarle el tenerlos cerca. Como una madre afectuosa con sus hijos era ella con estos libros durante su última enfermedad. Varias veces, cuando la visitaban, se la veía con dos o tres de estos libros en su regazo. “Aprecio estos libros como nunca antes—señaló en una oportunidad—. Ellos son verdad, y son justicia, y constituyen un testimonio permanente de que Dios es verdad”. Se regocijaba con el pensamiento de que, cuando ella ya no pudiera hablar a la gente, sus libros hablarían por ella. NBEW 488.1
En ocasiones, cuando sus fuerzas se lo permitían, la conducían en una silla de ruedas a una galería asoleada del piso superior. De este pequeño balcón, rodeado con las ramas de un precioso rosal que trepaba, contemplaba el panorama de la huerta y la viña, de las montañas y los valles, y esto le brindaba un constante placer. NBEW 488.2
Durante las primeras semanas de su enfermedad, una y otra vez, su voz se elevaba en cánticos. La traducción de las palabras del himno que ella cantaba es la siguiente: NBEW 488.3
“Hemos oído del país santo y brillante,
hemos oído de él, y nuestros corazones se alegran;
pues somos un grupo de peregrinos solitarios,
cansados, agobiados, y tristes. Nos dicen que los peregrinos tienen allí una morada.
Ya no existen personas privadas de hogar,
y sabemos que esa buena tierra es hermosa,
pues por ella corre el río puro de la vida. NBEW 488.4
....................................................... NBEW 489.1
“Estaremos allí, estaremos allí, a poco tiempo de aquí,
todo allí será puro y bendito;
tendremos palma, manto y corona,
y por siempre tendremos descanso”. NBEW 489.2
Como quince días después del accidente, se le informó que se celebraría una convención de misioneros y colportores en Mountain View, donde se hacían planes para una mayor circulación de publicaciones denominacionales. Esta referencia a los colportores la indujo a expresar una vez más el placer que había tenido dos años antes de saludar a muchos de ellos personalmente en su propio hogar. “Estoy tan contenta—añadió—, por todo lo que están haciendo por la circulación de nuestros libros. La rama de publicaciones de nuestra causa tiene mucho que hacer con nuestro poder. Yo deseo que ella realice todo lo que el Señor se propone que haga. Si nuestros colportores hacen su parte con fidelidad, yo sé, por la luz que el Señor me ha dado, que el conocimiento de la verdad presente será duplicado y triplicado. Por esta razón he tenido tanta premura en preparar mis libros. De esta manera se podrán colocar en manos de la gente para ser leídos. Y en los idiomas extranjeros el Señor se propone que la circulación de nuestros libros sea grandemente acrecentada. Así estaremos colocando a la causa de la verdad presente en terreno ventajoso. Pero recordemos que en todos nuestros esfuerzos debemos buscar diariamente poder y experiencia cristiana individual. Tan sólo si nos mantenemos en estrecho contacto con la Fuente de nuestra fortaleza seremos capaces de avanzar con rapidez en diversos ramos”. NBEW 489.3
Fueron muchos los visitantes—antiguos conocidos y otros—que vinieron a saludar a la Sra. White durante los últimos pocos meses de su vida. A veces ella no podía reconocer a sus antiguos asociados en el trabajo; y otras veces reconocía a los que venían. Siempre que era posible conversaba con ellos. Nunca dejó de deleitarse en testificar de la bondad de Dios y de su tierna misericordia. Durante meses antes de su enfermedad, citaba el texto bíblico: Le han vencido “por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio”; y se sentía fortalecida cada vez que daba testimonio del amor de Dios y de su cuidado protector. NBEW 490.1
Un sábado de tarde, cuando la familia de su hijo W. C. White pasó algún tiempo allí, ella resultó especialmente bendecida, y habló muchas palabras de consejo a sus nietos. “El Señor es muy bueno con nosotros—declaró—; y si seguimos conociendo al Señor, sabremos que sus salidas están preparadas como la mañana. Si hay alguna pregunta en vuestras mentes con respecto a lo que es correcto, mirad al Señor Jesús, y él os guiará. Debemos traer cada plan al Señor, para saber si él lo aprueba... Recordad que el Señor nos llevará adelante. Yo estoy velando cada momento, de manera que nada se interponga entre mí y mi Señor. Espero que así sea. Dios quiera que todos sean fieles. Pronto habrá una gloriosa reunión. Estoy contenta de que hayáis venido a verme. El Señor os bendiga. Amén”. NBEW 490.2
No sólo hacia sus nietas y sus nietos sino también hacia todos los jóvenes de la denominación, su corazón se mostraba anhelante y lleno de amorosa solicitud. A veces ella hablaba con sus enfermeras y con sus ayudantes de la oficina, concerniente a la necesidad de seleccionar sabiamente el material de lectura para la juventud. NBEW 490.3
“Debemos aconsejar a los jóvenes—instaba ella—, a usar únicamente un material de lectura apto para edificar el carácter cristiano. Los puntos más esenciales de nuestra fe deben quedar fijados en la memoria de los jóvenes. Ellos han tenido una vislumbre de estas verdades, pero no un conocimiento completo que los guíe a considerar el estudio de las mismas con favoritismo. Nuestros jóvenes deben leer aquello que tenga un efecto saludable y santificante sobre su mente. Necesitan esto para que puedan discernir lo que es la verdadera religión. Hay mucha lectura buena que no es santificante. NBEW 491.1
“Ahora es el tiempo y la oportunidad que tenemos de trabajar por los jóvenes. Decidles que estamos ahora en una crisis peligrosa, y necesitamos saber cómo discernir la verdadera piedad. Nuestros jóvenes necesitan ser ayudados, elevados y animados, pero de la debida manera; no, tal vez, como ellos quisieran, pero de una manera que les ayude a tener mentes santificadas. Ellos necesitan, más que ninguna otra cosa, una religión buena, santificante. NBEW 491.2
“No espero vivir mucho ya. Mi obra está casi hecha. Decid a nuestros jóvenes que yo quiero que mis palabras los animen a vivir la clase de vida que sea más atractiva para las inteligencias superiores”. NBEW 491.3
El fin llegó el viernes 16 de julio de 1915, a las tres y cuarenta de la tarde, en la asoleada cámara del piso superior de su hogar de Elmshaven, donde ella había pasado tanto de su tiempo los últimos felices y fructíferos años de su ocupada vida. Durmió en Jesús en forma tan silenciosa y pacífica como un niño que va a descansar. Rodeaban su cama su hijo el pastor W. C. White y esposa; su nieta, la Sra. Mabel White Workman; su fiel secretaria por largo tiempo, la Srta. McEnterfer; su sobrina y consagrada enfermera, la Srta. May Walling; otra de sus incansables enfermeras, la Sra. Carrie Hungerford; su ama de llaves, la Srta. Tessie Woodbury; su compañera y ayudante por largo tiempo, la Sra. Mary Chinnock Thorp; y unos pocos amigos y ayudantes que habían pasado muchos años en su casa y en torno a ella, así como en su oficina. NBEW 491.4
Varios días antes de su muerte había estado inconsciente gran parte del tiempo, y al final parecía haber perdido la facultad de hablar y la de escuchar. Las últimas palabras que habló a su hijo fueron: “Yo sé en quién he creído”. NBEW 492.1
“Dios es amor”. “El da descanso a sus amados”. Para ellos la larga noche de espera hasta la mañana de la resurrección es solamente un momento; y aun para los que permanecen, el tiempo de espera no será largo, pues Jesús viene pronto para reunir a sus amados y llevarlos al hogar. Como declaró nuestra amada hermana a los que la rodeaban un sábado durante su enfermedad: “Todos estaremos en el hogar muy pronto”. NBEW 492.2