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A Fin de Conocerle

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    Un motivo perdurable, 10 de junio

    Porque el amor de Cristo nos constriñe. 2 Corintios 5:14.AFC 167.3

    Debiéramos procurar representar a Cristo en cada acto de la vida cristiana: procurar hacer que su servicio parezca atractivo. Nadie haga que la religión sea repulsiva mediante lamentos, suspiros y el relato de sus pruebas, sus desprendimientos y sacrificios. No deis un mentís a vuestra profesión de fe por vuestra impaciencia, enojo y descontento. Manifiéstense las gracias del Espíritu en forma de bondad, mansedumbre, tolerancia, alegría y amor. Véase que el amor de Cristo es un motivo perdurable; que vuestra religión no es una vestimenta que se puede sacar o poner de acuerdo con las circunstancias, sino un principio tranquilo, firme, inmutable. ¡Con dolor afirmo que el orgullo, la incredulidad y el egoísmo, como un inmundo cáncer, están minando la piedad vital del corazón de más de un profeso cristiano! Cuando se los juzgue de acuerdo con sus obras, cuántos aprenderán, demasiado tarde, que su religión no fue sino un reluciente engaño, no reconocido por Jesucristo.AFC 167.4

    El amor a Jesús se verá, se sentirá. No se puede ocultar. Ejerce un poder admirable. Hace osado al tímido, diligente al perezoso, sabio al ignorante. Hace elocuente la lengua tartamuda, y despierta a nueva vida y vigor al intelecto dormido. Da esperanza al desalentado, gozo al melancólico. El amor a Cristo inducirá a su poseedor a aceptar responsabilidad a causa de Cristo y a llevarla con la fortaleza de Jesús. El amor a Cristo no desmayará ante las tribulaciones, ni se apartará del deber debido a los reproches.—The Review and Herald, 29 de noviembre de 1887.AFC 167.5

    El amor puro actúa sencillamente, y no reconoce otro motivo. Cuando se combina con los motivos terrenales y los intereses egoístas, deja de ser puro. Dios considera más el amor con que trabajamos, que la cantidad que hacemos. El amor es un atributo celestial. El corazón natural no lo puede originar. Esta planta celestial florece únicamente donde Cristo reina supremo.—The Youth’s Instructor, 13 de enero de 1898.AFC 168.1

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