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    Las enseñanzas de Jesús

    Entre los judíos la religión había llegado a ser poco más que una serie de ceremonias. Conforme se fueron apartando del culto verdadero de Dios y perdiendo el poder espiritual de su Palabra, fueron añadiendo ceremonias y tradiciones de su propia invención.CNS 51.1

    Sólo la sangre de Cristo puede limpiar del pecado, y sólo el poder divino puede guardar a los hombres de pecar. Pero los judíos confiaban en sus propias obras y en las ceremonias de su religión para ganar la salvación. Debido a su apego a estas ceremonias se creían justos y dignos de ocupar un puesto en el reino de Dios.CNS 51.2

    Pero sus esperanzas se cifraban en las grandezas del mundo. Ambicionaban riquezas y poder, y esperaban conseguirlos como recompensa de su fementida piedad.CNS 51.3

    Esperaban que el Mesías establecería su reino en la tierra para reinar como príncipe poderoso entre los hombres, y que cuando viniera recibirían todas las bendiciones mundanales.CNS 51.4

    Jesús sabía que estas esperanzas tenían que ser frustradas. Había venido para enseñarles algo mucho mejor de lo que ellos buscaban.CNS 51.5

    Había venido a restaurar el verdadero culto de Dios, a traer una religión pura y verdadera, procedente del corazón, que debía manifestarse en una vida pura y un carácter santo.CNS 51.6

    En el admirable sermón sobre el monte explicó lo que Dios considera como más precioso, y lo que da felicidad verdadera.CNS 52.1

    Los discípulos del Salvador habían sentido la influencia de lo que enseñaban los rabinos; y fué en primer lugar a ellos a quienes Cristo dirigió sus lecciones. Lo que él les enseñó es también para nosotros. Necesitamos aprender las mismas lecciones.CNS 52.2

    “Bienaventurados los pobres en espíritu,” dijo Cristo. Mateo 5:3. Los pobres de espíritu son los que reconocen su propia condición pecaminosa y la necesidad que tienen de ayuda. Saben que de sí mismos no pueden hacer nada bueno. Desean la ayuda de Dios, y a éstos es a quienes el Padre da sus bendiciones.CNS 52.3

    “Porque así dice el Alto y el Excelso, que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en el lugar alto y santo; habito también con aquel que es de espíritu contrito y humilde; para vivificar el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los contritos.” Isaías 57:15.CNS 52.4

    “Bienaventurados los que lloran.” Es decir, no los que se quejan de continuo y murmuran y andan de acá para allá con semblante decaído y malhumorados, sino los que están verdaderamente apesadumbrados por causa de sus pecados y piden perdón a Dios.CNS 52.5

    A todos éstos él los perdonará gustoso, pues dice: “Cambiaré su duelo en alborozo, y los consolaré, y los alegraré después de su dolor.” Jeremías 31:13; Mateo 5:5.CNS 52.6

    “Bienaventurados los mansos.” Cristo dice: “Aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón.” Mateo 11:29. Cuando fué maltratado injustamente, devolvió bien por mal. Así nos dió un ejemplo para que lo sigamos.CNS 53.1

    “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.” Mateo 5:6. Tener justicia es hacer lo justo. Entraña obedecer a la ley de Dios, pues en dicha ley se hallan los principios de la justicia. La Biblia dice: “Todos tus mandamientos son justicia.” Salmos 119:172, Versión Valera.CNS 53.2

    Con su ejemplo, Cristo enseñó a los hombres a obedecer aquella ley. En su vida se revela la justicia de la ley. Tenemos hambre y sed de justicia cuando deseamos conformar todos nuestros pensamientos, palabras y actos con los de Cristo.CNS 53.3

    Y podemos ser semejantes a Cristo si lo deseamos sinceramente. Podemos hacer que nuestras vidas se parezcan a la suya y que nuestras acciones concuerden con la ley de Dios. El Espíritu Santo infundirá el amor de Dios en nuestros corazones de manera que nos deleitaremos en hacer su voluntad.CNS 53.4

    Dios está más dispuesto a darnos su Espíritu que los padres a dar cosas buenas a sus hijos. Su promesa es: “¡Pedid, y se os dará!” Lucas 11:9; Mateo 7:7. Todos los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados.CNS 53.5

    “Bienaventurados los misericordiosos.” Ser misericordioso es tratar a los demás mejor de lo que merecen. Así es como nos ha tratado Dios. Se complace en mostrarnos misericordia. El es bondadoso para con los ingratos y malos.CNS 53.6

    Nos enseña que así es como debemos tratarnos unos a otros. Dice: “Sed benignos los unos para con los otros, compasivos, perdonándoos los unos a los otros, así como Dios también en Cristo os ha perdonado a vosotros.” Efesios 4:32.CNS 54.1

    “Bienaventurados los de limpio corazón.” Dios hace más caso de lo que somos en realidad que de lo que pretendemos ser. La hermosura de nuestra apariencia le es indiferente; lo que él desea es que nuestros corazones sean puros, porque siendo puro el corazón, buenas serán nuestras palabras y nuestras acciones.CNS 54.2

    El rey David oró diciendo: “¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!” “¡Sean aceptos los dichos de mi boca, y la meditación de mi corazón, delante de ti, oh Jehová, roca mía y mi redentor!” Salmos 51:10; 19:14.CNS 54.3

    “Bienaventurados los pacificadores.” Mateo 5:9. Todos los que tengan el espíritu manso y humilde de Cristo serán pacificadores. Este espíritu no provoca nunca contiendas, ni contesta con réplicas airadas. Hace feliz el hogar e imparte una dulce paz que se convierte en bendición para todos los que caen bajo su suave influencia.CNS 54.4

    “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia.” Mateo 5:10. Cristo sabía que por causa de él muchos de sus discípulos serían echados en la cárcel y muertos, y sin embargo les dijo que no se entristeciesen por eso.CNS 54.5

    Nada puede dañar a los que aman y siguen a Cristo, porque él estará con ellos en todas partes y en todas las circunstancias. Pueden ser muertos, pero él les dará la vida eterna y una corona de gloria que nunca ha de marchitarse.CNS 54.6

    Por medio de ellos otros llegarán a conocer al amado Salvador. Cristo dijo a sus discípulos:CNS 55.1

    “Vosotros sois la luz del mundo.” Mateo 5:14. Jesús iba a dejar pronto la tierra y volver a su hogar celestial. Pero los discípulos habían de enseñar al pueblo tocante a su amor. Habían de ser como luces entre los hombres.CNS 55.2

    Como la luz del faro, resplandeciendo en las tinieblas, guía felizmente a los buques al puerto, así también los discípulos de Cristo han de brillar en la obscuridad de este mundo para conducir a los hombres a Cristo y a la patria celestial.CNS 55.3

    Esto es lo que deben hacer todos los discípulos de Cristo, quien los invita a que colaboren con él en la salvación de los hombres.CNS 55.4

    Estas enseñanzas les parecían extrañas y nuevas a los oyentes de Cristo, el cual se las repitió muchas veces. En una ocasión acudió a Jesús un doctor de la ley con esta pregunta: “Maestro, ¿haciendo qué cosa, poseeré la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿cómo lees?”CNS 55.5

    “Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”CNS 55.6

    Jesús le contestó: “Bien has respondido: haz esto, y vivirás.” El doctor no había hecho esto. Sabía que no había amado a otros como a sí mismo, pero en vez de arrepentirse trató de disculpar su egoísmo. Así que preguntó a Cristo: “¿Y quién es mi prójimo?” Lucas 10:25-29.CNS 55.7

    Los sacerdotes y los rabinos disputaban frecuentemente sobre este asunto. No consideraban a los pobres e ignorantes como prójimos suyos y no querían manifestarles afecto. Cristo no tomó parte en sus disputas, pero contestó a la pregunta relatando un suceso que había acontecido hacía poco.CNS 56.1

    Cierto hombre, dijo él, iba de Jerusalén a Jericó. El camino era escarpado y peñascoso, y pasaba por una región desierta y solitaria. Allí el hombre fué atacado por ladrones y despojado de cuanto tenía. Fué golpeado y herido y dejado por muerto en el camino.CNS 56.2

    Mientras allí yacía pasó un sacerdote y después un levita del templo de Jerusalén. Mas en vez de ayudar al pobre hombre, cruzaron hacia el otro lado del camino.CNS 56.3

    Estos hombres habían sido escogidos para oficiar en el templo de Dios, y debieran haber sido semejantes a Dios en misericordia y bondad, pero eran duros e insensibles de corazón.CNS 56.4

    Después se acercó uno de los samaritanos. Estos eran despreciados y odiados por los judíos. Un judío no habría dado a uno de ellos siquiera una copa de agua o un pedazo de pan. Pero el samaritano no se puso a pensar en esto, ni tampoco en que los ladrones podían estar acechándole.CNS 56.5

    Allí yacía el extranjero, ensangrentado y a punto de morir. El samaritano se quitó su propio manto y le envolvió en él. Le dió de su propio vino para beber, y derramó aceite en sus heridas. Luego le puso sobre su propia cabalgadura, le llevó a un mesón y le cuidó toda la noche.CNS 56.6

    Al día siguiente, antes de marchar pagó al mesonero para que lo cuidara hasta que se restableciese. Así contó Jesús la historia. Luego se volvió hacia el doctor de la ley y le preguntó:CNS 56.7

    “¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?”CNS 57.1

    El doctor de la ley respondió: “Aquel que usó con él de misericordia.”CNS 57.2

    Entonces Jesús le dijo: “¡Vé, y haz tú lo mismo!” Lucas 10:35-37. Así enseñó Jesús que cada persona que necesita de nuestra ayuda es nuestro prójimo. Hemos de tratarla de la misma manera que quisiéramos que se nos tratara a nosotros.CNS 57.3

    El sacerdote y el levita pretendían guardar los mandamientos de Dios, pero era el samaritano el que realmente los guardaba. Su corazón era benigno y lleno de amor.CNS 57.4

    Al cuidar del extranjero herido, mostró tanto amor hacia Dios como hacia el hombre, pues Dios se complace en ver que nos tratamos bien unos a otros. Probamos nuestro amor para con él siendo bondadosos para con los que nos rodean.CNS 57.5

    Un corazón amante y bondadoso vale más que todas las riquezas del mundo. Los que viven para hacer el bien demuestran que son hijos de Dios. Estos son los que morarán con Cristo en su reino eterno.CNS 57.6

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