Es mejor pedir que ordenar
Según el mismo principio, es mejor pedir que ordenar; así se da oportunidad a la persona a quien uno se dirige de mostrarse fiel a los principios justos. Su obediencia es más bien resultado de su propia decisión que de la obligación.ED98 290.1
En todo lo posible, las reglas que rigen en el aula deberían representar la voz de la escuela. Se debería presentar de tal modo al alumno todo principio implícito en ellas, que se convenza de su justicia. De ese modo se sentirá responsable de que se obedezcan las leyes que él mismo ayudó a formular.ED98 290.2
Las reglas deberían ser poco numerosas pero bien meditadas; y una vez promulgadas, se deberían aplicar. La mente aprende a reconocer y adaptarse a todo lo que le resulte imposible de cambiar; por el contrario, la posibilidad de que haya lenidad despierta el deseo, la esperanza y la incertidumbre, y los resultados son la inquietud, la irritabilidad y la insubordinación.ED98 290.3
Se debería explicar que el gobierno de Dios no reconoce transigencias con el mal. Ni en el hogar ni en la escuela se debería tolerar la desobediencia. Ningún padre ni maestro que desee sinceramente el bienestar de los que están a su cuidado, transigirá con la voluntad terca que desafíe a la autoridad o recurra al subterfugio o la evasiva con el fin de no obedecer. No es el amor, sino el sentimentalismo el que se complace con el mal, trata de obtener obediencia por medio de ruegos o sobornos, y finalmente acepta algún sustituto en vez de lo que exigía.ED98 290.4
“Los necios se mofan del pecado”. Deberíamos cuidar de no tratar al pecado como algo sin importancia. Es terrible su poder sobre el transgresor. “Prenderán al impío sus propias iniquidades, y retenido será con las cuerdas de su pecado”. El mayor mal que se le puede hacer a un joven o a un niño es el de permitirle que se someta a la esclavitud de un hábito malo.ED98 291.1
Los jóvenes poseen un amor innato a la libertad: La desean. Y necesitan comprender que la única manera de gozar esa bendición inestimable consiste en obedecer la ley de Dios. Esa ley preserva la verdadera libertad. Señala y prohíbe lo que degrada y esclaviza, y de ese modo proporciona al obediente protección contra el poder del mal.ED98 291.2
El salmista dice: “Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos”. “Pues tus testimonios son mis delicias, y mis consejeros”.ED98 291.3