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Mente, Carácter y Personalidad 1

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    Capítulo 25—Amor y sexualidad en la experiencia humana

    Nota introductoria

    Elena G. de White vivió y trabajó en una época en la que se ejercía gran restricción al hablar en público o escribir acerca del sexo y las relaciones sexuales entre los esposos.1MCP 223.1

    Ella se había casado con Jaime White el 30 de agosto de 1846, después de haber orado mucho y convencerse de que era el paso correcto. Debiera notarse que hacía tiempo había comenzado su ministerio, pues hacia veinte meses que había estado recibiendo visiones del Señor. Como resultado de esta unión con Jaime, Elena tuvo cuatro hijos, nacidos en 1847, 1849, 1854 y 1860.1MCP 223.2

    En la década de 1860—la década de dos visiones básicas sobre reforma pro salud (6 de junio de 1863 y 25 de diciembre de 1865)—Elena G. de White comenzó a tratar asuntos relacionados con el sexo. Declaraciones posteriores desarrollaron más el tema. Al referirse al acto sexual en el matrimonio empleó expresiones tales como “el privilegio de la relación matrimonial”, “el privilegio de la relación familiar” y “los privilegios sexuales”.1MCP 223.3

    Para obtener un concepto exacto y equilibrado de as enseñanzas de Elena G. de White en esta delicada área, deberían tomarse las declaraciones en conjunto. Debería observarse el equilibrio que se revela en muchas de sus declaraciones. Debería tomarse nota cuidadosa del significado de las palabras que utiliza. A veces usa palabras tales como “pasión” y “propensiones”. Con frecuencia se las califica con palabras tales como inferiores, naturales, sensuales, depravadas, corruptas. Este lenguaje fuerte podría conducir a algunos lectores a suponer que se condenan todas las pasiones y que toda actividad sexual es mala. Las siguientes citas difícilmente apoyarían esta idea:1MCP 223.4

    Dios requiere que usted no solo controle sus pensamientos sino también sus pasiones y sus afectos [...]. La pasión y el afecto son agentes poderosos [...]. Cuide con firmeza sus pensamientos, sus pasiones y sus afectos. No los degrade para atender a la sensualidad. Elévelos [las pasiones y los afectos] a la pureza, dedíquelos a Dios.—Testimonies for the Church 2:561, 564 (1870).1MCP 224.1

    Todas las propensiones naturales deben sujetarse a las facultades superiores del alma.—El hogar adventista, 112 (1894).1MCP 224.2

    En el mismo contexto en que usa algunas de esas expresiones fuertes, ella recomienda que las pasiones sean controladas por lo que llama “facultades más elevadas y nobles”, “la razón”, “limitación moral” y “facultades morales”. Escribe sobre la temperancia, moderación y de evitar excesos. En el matrimonio, esas pasiones comunes a todos los seres humanos deben estar sujetas a control, y deben ser gobernadas. Nótese además:1MCP 224.3

    Los que consideran la relación matrimonial como una de las ordenanzas sagradas de Dios, protegida por sus santos preceptos, serán controlados por los dictados de la razón.—Healthful Living, 48.1MCP 224.4

    Muy pocos consideran que es un deber religioso [...] gobernar sus pasiones [...]. El pacto matrimonial cubre pecados del más vil carácter... Sacrifican la vida y la salud sobre el altar de las bajas pasiones. Someten las facultades superiores y más nobles a las propensiones animales [...]. El amor es un principio puro y sagrado; pero la pasión concupiscente no admite restricción, no permite que la razón le dicte órdenes ni la controle.—Joyas de los Testimonios 1:264, 265 (1870).1MCP 224.5

    Ella escribe que la relación matrimonial es una “institución sagrada” que puede ser “pervertida”. Menciona que “se abusa” de “los privilegios sexuales”. Además, no condena la pasión en sí sino la pasión “baja” y “sensual”. Y vale la pena observar que Elena G. de White describe la intimidad del matrimonio como un “privilegio”. Aunque hizo advertencias contra una conducta sexual indecorosa en el matrimonio, escribió que había momentos en que los afectos correctamente limitados podían ser “liberados”. Otra declaración iluminadora es digna de un examen cuidadoso:1MCP 224.6

    Con respecto al matrimonio, yo diría: Lea la Palabra de Dios. Aun en este tiempo, los últimos días de la historia del mundo, se producen casamientos entre los adventistas del séptimo día [...]. Como pueblo, nunca hemos prohibido el casamiento, excepto en los casos en que había razones obvias que indicaban que sería una miseria para ambas partes. Y aun entonces, únicamente hemos aconsejado y advertido.—Carta 60, 1900.1MCP 224.7

    En una ocasión, cuando por causa de las demandas del trabajo de ambos los separaba medio continente, en una carta a Jaime le hizo esta confidencia:1MCP 224.8

    Sentimos cada día un deseo muy ferviente de una cercanía mayor a Dios. Mi oración cuando me acuesto, cuando me despierto de noche y cuando me levanto de mañana, es: Más cerca, oh Dios, de ti, más cerca de ti, si [...]. Duermo sola. Esta parece ser la preferencia de Mary y también la mía. Tengo más oportunidad para reflexionar y orar. Aprecio el poder estar sola a no ser que tenga la gracia de tu presencia. Quiero compartir mi cama solo contigo.—Carta 6, 1876.1MCP 224.9

    En ningún momento participó en enseñanzas que requerían un tipo de relación platónica como de hermanos en el matrimonio ni las aprobó. Al tratar con algunos que insistían en enseñanzas de este tipo, Elena G. de White aconsejó en contra de esas ideas. Detenerse en ellas, escribió, abre el camino para que Satanás obre “sobre la imaginación de modo que el resultado será la impureza”, en vez de la pureza.—Carta 103, 1894.1MCP 225.1

    Para cada privilegio legítimo y dado por Dios, Satanás sugiere una falsificación. Procura reemplazar los pensamientos santos y puros con pensamientos impuros. Desea sustituir la santidad del amor matrimonial con la permisividad, la infidelidad, los excesos y la perversión; el sexo premarital, el adulterio, el animalismo dentro y fuera del matrimonio, y la homosexualidad. A todas estas cosas se refiere este capítulo.—los compiladores.1MCP 225.2

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