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    De los escritos de Elena G. de White

    Te escribo porque te amo.—Carta 51, 1889.

    Queridos jóvenes, deseo hablaros decididamente porque quiero que seáis salvos.—Mensajes para los Jóvenes, 138.

    Mi querida hermana, le he escrito porque siento amor por usted.—Carta 51, 1894.

    No considero que su caso sea desesperado; si lo considerara así, mi pluma no estaría escribiendo estas líneas.—Testimonies for the Church 2:582.

    Acepta la corrección como proveniente de Dios; acepta el consejo que se te da con amor.—Carta 30, 1875.

    Presenta a Dios tus necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No puedes agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de tu cabeza, no es indiferente a las necesidades de sus hijos. “Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo”. Santiago 5:11. Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas. Llévale todo lo que confunda tu mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no la pueda soportar; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escapar de los labios sin que el Padre celestial esté al tanto de ella, sin que tome en ello un interés inmediato. El ‘sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas’. Salmos 147:3. Las relaciones entre Dios y cada alma son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma sobre la tierra a quien brindar su cuidado, otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.—El Camino a Cristo, 100.

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