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El Ministerio Médico

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    Molestias engañosas

    Me entristezco no sólo por los que se engañan al pensar que están enfermos, sino también por los que son engañados por sus padres y amigos, quienes les consienten sus malestares y están de acuerdo en que se abstengan de trabajar. Si éstos fueran colocados donde se les obligara a trabajar, escasamente notarían las dificultades que, mientras están indolentes, los mantienen en cama. El ejercicio físico es una bendición preciosa para superar tanto las molestias mentales como las físicas. El ejercicio, con buen ánimo, en muchos casos resulta el restaurador más eficaz para el inválido quejoso. El empleo útil pondría en movimiento los músculos debilitados, avivaría la sangre estancada en el organismo y levantaría el hígado aletargado para que realizara su labor. Se equilibraría la circulación de la sangre y se vigorizaría todo el organismo para vencer muchas de las enfermedades.MM 140.1

    Frecuentemente volteo el rostro del lecho de estos autoinválidos, diciéndome a mí misma: muriendo por pulgadas, muriendo por indolencia de una enfermedad que nadie puede curar sino ellos mismos. A veces veo a hombres y mujeres jóvenes que podrían ser una bendición para sus padres, si compartieran con ellos las cargas y cuidados de la vida. Pero no sienten disposición para hacerlo, porque no les agrada labor alguna que fatigue. Dedican la mayor parte de su tiempo a la diversión vana, al descuido de los deberes necesarios para obtener una experiencia que les sería de gran valor en sus batallas futuras con las dificultades de la vida real. Viven solamente para el presente y menosprecian las calificaciones físicas, mentales y morales que los habilitarían para las emergencias de la vida y les darían confianza y respeto propio en tiempos de prueba y de peligro.—The Health Reformer, enero, 1871, p. 132, 133.MM 140.2

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