Sección 5—La fuerza vigorizante de la vida
Capítulo 23—El amor, un principio divino y eterno
El amor, el principio de acción—Cuando el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás... porque el amor es el principio de acción, que modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos.—Testimonies for the Church 4:223 (1876); Testimonios Selectos 3:265.1MCP89 209.1
Es diferente de cualquier otro principio—El amor puro es sencillo en sus manifestaciones, y distinto de cualquier otro principio de acción.—Joyas de los Testimonios 1:209 (1876).1MCP89 209.2
Es una planta delicada que debe ser cultivada y apreciada—El amor es una planta tierna, y debe ser cultivada y apreciada, y las raíces de la amargura deben ser arrancadas de su alrededor, a fin de que tenga lugar para expandirse, y entonces llevará bajo su influencia a todos los poderes de la mente, y del corazón, para que amemos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.—Nuestra Elavada Vocacion, 175 (1894).1MCP89 209.3
El sustituto de Satanás: egoísmo en vez de amor—Por la desobediencia se pervirtieron las facultades del hombre, y el egoísmo reemplazó al amor. Su naturaleza se debilitó de tal manera, que le resultó imposible resistir al poder del mal; el tentador vio que se cumplía su propósito de estorbar el plan divino de la creación del hombre, y de llenar la tierra de miseria y desolación.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 33; 30 (1913).1MCP89 209.4
El amor brota espontáneamente cuando el yo se oculta—Cuando el yo se oculta en Cristo, brota espontáneamente el verdadero amor. No es una emoción o un impulso sino una decisión de una voluntad santificada. No consiste en un sentimiento sino en la transformación de todo el corazón, el alma y el carácter, los cuales están muertos al yo y vivos para Dios. Nuestro Señor y Salvador nos pide que nos entreguemos a El. Entregar el yo a Dios es todo lo que nos pide, darnos a El para que nos use como lo vea conveniente. Hasta que no lleguemos a este punto de sumisión, no trabajaremos con alegría, utilidad ni éxito en ninguna parte.—The S.D.A. Bible Commentary 6:1100, 1101 (1898).1MCP89 210.1
El amor no es un impulso sino un principio divino—Un supremo amor a Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón no consagrado no puede originarlo ni producirlo. Sólo se encuentra en el corazón en que reina Jesús. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. 1 Juan 4:19. En el corazón renovado por la gracia divina, el amor es el principio de acción dominante.—Los Hechos de los Apóstoles, 455 (1911).1MCP89 210.2
El amor, una fuerza intelectual y moral—El amor es poder. Este principio encierra una fuerza intelectual y moral, que no puede separarse de él. El poder de la riqueza tiende a corromper y destruir. El poder de la fuerza es grande para hacer daño; pero la excelencia y el valor del amor puro consisten en su eficiencia para hacer bien, solamente el bien. Cualquier cosa que se haga por puro amor, por pequeña o despreciable que sea a la vista de los hombres, es completamente fructífera; porque Dios considera más con cuánto amor se trabajó que la cantidad lograda. El amor es de Dios. El corazón inconverso no puede producir esta planta cultivada por el Cielo, porque ésta vive y florece solamente donde Cristo reina.—Joyas de los Testimonios 1:207, 208 (1868).1MCP89 210.3
El amor, una atmósfera fragante—Cada alma está rodeada de una atmósfera propia, de una atmósfera que puede estar cargada del poder vivificante de la fe, el valor y la esperanza, y endulzada por la fragancia del amor. O puede ser pesada y fría por la bruma del descontento y el egoísmo, o estar envenenada por la contaminación fatal de un pecado acariciado. Toda persona con la cual nos relacionamos queda, consciente o inconscientemente, afectada por la atmósfera que nos rodea.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 274; 238 (1900).1MCP89 211.1
Desarraiga el egoísmo y las luchas—La cadena dorada del amor, que liga los corazones de los creyentes en unidad, con vínculos de amistad y de amor, y en unidad con Cristo y el Padre, realiza la perfecta conexión y da al mundo un testimonio del poder del cristianismo que no puede ser controvertido... Entonces el egoísmo será desarraigado y no existirá más. Entonces no habrá luchas ni divisiones. No habrá obcecación en ninguno que esté unido con Cristo. Ninguno manifestará la obcecada independencia del hijo descarriado e impulsivo, que desecha la mano que se extiende para conducirlo, y tropieza y anda en sus propios caminos.—Nuestra Elavada Vocacion, 175 (1893).1MCP89 211.2
El fruto del amor puro—“Todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7:12. Como fruto de una conducta tal se verán resultados bienaventurados. “Con la misma medida que midiereis, os será vuelto a medir”. Lucas 6:38. Estos son los poderosos motivos que deben constreñirnos a amarnos unos a otros con corazón puro y con fervor. Cristo es nuestro ejemplo. El anduvo haciendo bienes. Vivió para beneficiar a otros. El amor embelleció y ennobleció todas sus acciones.1MCP89 211.3
No se nos ordena que nos hagamos a nosotros mismos lo que desearíamos que otros hiciesen con nosotros; debemos hacer a otros lo que quisiéramos que ellos nos hiciesen en iguales circunstancias. Siempre se nos vuelve a aplicar la medida con que medimos.1MCP89 212.1
El amor puro es sencillo en sus manifestaciones, y distinto de cualquier otro principio de acción. El amor por la influencia y el deseo de que otros nos estimen, puede producir una vida bien ordenada, y con frecuencia una conversación intachable. El respeto propio puede inducirnos a evitar la apariencia del mal. Un corazón egoísta puede ejecutar acciones generosas, reconocer la verdad presente y expresar humildad y afecto exteriormente, y sin embargo, los motivos pueden ser engañosos e impuros; las acciones que fluyen de un corazón tal pueden estar privadas del sabor de vida, de los frutos de la verdadera santidad, y de los principios del amor puro. Debe albergarse y cultivarse el amor, porque su influencia es divina.—Joyas de los Testimonios 1:208, 209 (1868).1MCP89 212.2
El amor hace concesiones—El amor de Cristo es profundo y ferviente, y mana como una corriente incontenible hacia todos los que quieran aceptarlo. En este amor no hay egoísmo. Si este amor de origen celestial es un principio permanente en el corazón, se dará a conocer no sólo a aquellos con quienes estamos más vinculados por amor en una relación sagrada, sino a todos con quienes nos relacionamos. Nos inducirá a prestar pequeñas atenciones, a hacer concesiones, a impartir actos de bondad, a pronunciar palabras tiernas, veraces, animadoras. Nos impulsará a simpatizar con aquellos cuyos corazones anhelan simpatía.—The S.D.A. Bible Commentary 5:1114 (1899).1MCP89 212.3
El amor gobierna los motivos y las acciones—La atención más cuidadosa a las cualidades externas de la vida no basta para excluir toda inquietud, juicio duro y palabra inconveniente. Nunca se revelará verdadero refinamiento mientras se tenga al yo como objeto supremo. El amor debe morar en el corazón. Un cristiano cabal encuentra sus motivos de acción en su profundo amor cordial hacia su Maestro. De las raíces de su afecto por Cristo brota un interés abnegado en sus hermanos. El amor imparte a su poseedor gracia, propiedad y dignidad de comportamiento. Ilumina el rostro y suaviza la voz; refina y eleva todo el ser.—Obreros Evangélicos, 129 (1915).1MCP89 213.1
El amor interpreta favorablemente los motivos de los otros—El amor “no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor”. El amor que se asemeja al de Cristo atribuye las razones más favorables a los motivos y los actos de los demás. No expone innecesariamente sus faltas; no escucha con ansias los informes desfavorables; más bien trata de recordar las buenas cualidades de los demás.—Los Hechos de los Apóstoles, 263 (1911).1MCP89 213.2
El amor suaviza la vida entera—Los que aman a Dios no pueden abrigar odio o envidia. Mientras que el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás... Este amor no se reduce a incluir solamente “a mí y a los míos”, sino que es tan amplio como el mundo y tan alto como el cielo, y está en armonía con el de los activos ángeles. Este amor, albergado en el alma, suaviza la vida entera, y hace sentir su influencia en todo su alrededor. Poseyéndolo, no podemos sino ser felices, sea que la fortuna nos favorezca o nos sea contraria.1MCP89 213.3
Si amamos a Dios de todo nuestro corazón, debemos amar también a sus hijos. Este amor es el Espíritu de Dios. Es el adorno celestial que da verdadera nobleza y dignidad al alma y asemeja nuestra vida a la del Maestro. Cualesquiera que sean las buenas cualidades que tengamos, por honorables y refinados que nos consideremos, si el alma no está bautizada con la gracia celestial del amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes, nos falta verdadera bondad, y no estamos listos para el cielo, donde todo es amor y unidad.—Testimonies for the Church 4:223, 224 (1876); Testimonios Selectos 3:265, 266.1MCP89 213.4
El verdadero amor es espiritual—El amor, fuera del ámbito de la pasión y el impulso, llega a espiritualizarse y se revela en palabras y actos. Un cristiano debe tener ternura y amor santificados, en los cuales no hay impaciencia o desasosiego; los modales rudos y ásperos deben ser suavizados por la gracia de Cristo.—Testimonies for the Church 5:335 (1885).1MCP89 214.1
El amor vive de la acción—El amor no puede vivir sin acción, y cada acto lo aumenta, fortalece y extiende. El amor alcanzará la victoria donde la discusión y la autoridad sean impotentes. El amor no obra por ganancia o recompensa; sin embargo, Dios ha manifestado que toda labor de amor tendrá una gran ganancia como seguro resultado. Su naturaleza es difundirse, y obrar en forma tranquila, aunque en su propósito es poderoso para vencer grandes males. Su influencia enternece y transforma, y al apoderarse de la vida de los pecaminosos afecta su corazón aun cuando ningún otro medio haya tenido éxito.1MCP89 214.2
Donde quiera que se emplee el poder del intelecto, de la autoridad o de la fuerza, y no se manifieste la presencia del amor, los afectos y la voluntad de aquellos a quienes procuramos alcanzar, asumen una actitud defensiva y rebelde, y se refuerza su resistencia. Jesús fue el Príncipe de paz. Vino al mundo para poner en sujeción a sí mismo la resistencia y la autoridad. Podía disponer de sabiduría y fortaleza, pero los medios que empleó para vencer el mal, fueron la sabiduría y la fuerza del amor.—Joyas de los Testimonios 1:208 (1868).1MCP89 214.3
Evidencias de un nuevo principio de vida—Cuando los hombres no están vinculados por la fuerza o los intereses propios, sino por el amor, manifiestan la obra de una influencia que está por encima de toda influencia humana. Donde existe esta unidad, constituye una evidencia de que la imagen de Dios se está restaurando en la humanidad, que ha sido implantado un nuevo principio de vida. Muestra que hay poder en la naturaleza divina para resistir a los agentes sobrenaturales del mal, y que la gracia de Dios subyuga el egoísmo inherente en el corazón natural.—El Deseado de Todas las Gentes, 632 (1898).1MCP89 214.4