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Mente, Cáracter y Personalidad 1

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    Capítulo 37—Principios de estudio y aprendizaje

    La mente y los afectos deben ser educados—Dios ha dado la razón, las facultades de la mente; pero si se las deja sin educar ni adiestrar, dejan al hombre en la condición que se revela en los salvajes paganos. La mente y los afectos requieren maestros para su educación y dirección. Se necesita enseñar línea sobre línea, y precepto sobre precepto, para guiar y adiestrar al agente moral humano para que trabaje en cooperación con Dios. Dios obra en el agente humano mediante la luz de su verdad. La mente iluminada por la verdad, distingue la verdad del error.—Carta 135, 1898.1MCP89 359.1

    Dios aprueba el más elevado cultivo de la mente—La mente humana es capaz del cultivo más elevado. Una vida dedicada a Dios no debiera ser una vida de ignorancia. Muchos hablan en contra de la educación porque Jesús escogió pescadores sin educación para predicar su Evangelio. Aseguran que mostró una preferencia por los que no tenían educación. Muchos hombres educados y honorables creyeron en sus enseñanzas. Si éstos hubieran obedecido sin temor a las convicciones de sus conciencias, hubieran seguido a Cristo. Sus capacidades hubieran sido aceptadas y empleadas en el servicio de Cristo si se las hubieran ofrecido. Pero no tuvieron el poder moral de confesar a Cristo, de arriesgar su reputación al relacionarse con el humilde Galileo, frente a los ceñudos sacerdotes y celosos gobernantes...1MCP89 359.2

    Jesús no despreció la educación. El cultivo más elevado de la mente, si es santificado por medio del amor y del temor de Dios, recibe su total aprobación. Los humildes hombres escogidos por Cristo estuvieron tres años con El, sujetos a la influencia refinadora de la Majestad de los cielos. Cristo fue el mayor educador que este mundo alguna vez conoció.1MCP89 360.1

    Dios aceptará a los jóvenes con sus talentos y la riqueza de sus afectos si ellos se consagran a El. Pueden alcanzar la cima más elevada de la grandeza intelectual; y si están equilibrados por los principios religiosos, pueden llevar adelante la obra que Cristo vino del cielo para realizar, y al hacerlo, llegar a ser colaboradores con el Maestro.—The Review and Herald, 21 de junio de 1877; Fundamentals of Christian Education, 47, 48.1MCP89 360.2

    No satisfechos con trabajo de calidad inferior—El verdadero maestro no se satisface con un trabajo de calidad inferior. No se conforma con dirigir a sus alumnos hacia un ideal más bajo que el más elevado que les sea posible alcanzar. No puede contentarse con transmitirles únicamente conocimientos técnicos, con hacer de ellos meramente contadores expertos, artesanos hábiles o comerciantes de éxito. Su ambición es inculcarles principios de verdad, obediencia, honor, integridad y pureza, principios que los conviertan en una fuerza positiva para la estabilidad y elevación de la sociedad. Desea, sobre todo, que aprendan la gran lección de la vida, la del servicio abnegado.—La Educación, 29, 30 (1903).1MCP89 360.3

    Se debe elevar la mente—Se me ha instruido que debemos elevar la mente de nuestros estudiantes más arriba de lo que ahora muchos piensan que es posible. El corazón y la mente han de ser adiestrados para conservar su pureza por la recepción diaria de provisiones de la fuente de la verdad eterna. La Mente y la Mano divinas han conservado a través de los siglos el registro de la creación en toda su pureza. Sólo la Palabra de Dios nos da un informe auténtico de la creación de nuestro mundo. Esta Palabra ha de ser el estudio principal en nuestras escuelas. Aquí podemos conversar con los patriarcas y los profetas; aquí podemos aprender cuánto le costó nuestra redención al que era igual al Padre desde el principio, y quien sacrificó su vida para que ante El un pueblo pudiera estar redimido de entre las cosas comunes y terrenales, y ser renovado a la imagen de Dios.—Carta 64, 1909.1MCP89 360.4

    La verdadera educación combina lo intelectual con lo moral—El Señor ha estado esperando por mucho tiempo que nuestros maestros caminaran en la luz que les envió. Hay necesidad de humillar el yo para que Cristo pueda restaurar la imagen moral de Dios en el hombre. El carácter de la educación que se ofrece debe ser grandemente cambiada antes de que pueda dar el molde correcto a nuestras instituciones. Sólo cuando las facultades intelectuales y morales se combinan para el logro de la educación se alcanza la norma de la Palabra de Dios.—The Review and Herald, 3 de septiembre de 1908; Fundamentals of Christian Education, 527.1MCP89 361.1

    La verdadera piedad eleva y refina—Nuestro pueblo en todas partes permite que sus mentes se eleven muy poco y tengan una visión muy estrecha. Permiten que los planes de las agencias humanas los guíen y que un espíritu mundano los moldeé, en vez de que lo hagan los planes de Cristo y el Espíritu de Cristo. Se me ha instruido que diga a nuestro pueblo: Miren por sobre lo terrenal a lo celestial. Los Números no son evidencias de éxito; si lo fueran, Satanás podría pretenderlo. Es el grado de poder moral que permea nuestras instituciones, nuestras escuelas y nuestras iglesias. Representar a Cristo por medio de virtudes como las de El debiera ser el gozo de todos, desde el mayor hasta el menor. Aprendan todos nuestros maestros que la verdadera piedad y el amor manifestados en obediencia a Dios elevará y refinará.—Carta 316, 1908.1MCP89 361.2

    Es necesaria la entereza—La entereza es necesaria para obtener éxito en la edificación del carácter. Debe haber un ferviente deseo de llevar a cabo los planes del Maestroconstructor. Las maderas que se utilicen deben ser sólidas; no puede hacerse un trabajo descuidado e indigno de confianza, porque arruinaría la edificación. En esta obra debe ponerse al trabajo todo el ser. Exige fortaleza y energía; ninguna reserva debe malgastarse en asuntos sin importancia. Debe ponerse al trabajo la decidida fuerza humana, en colaboración con el Obrero divino. Debe realizarse un esfuerzo ferviente y perseverante por romper con las costumbres y las máximas y asociaciones de este mundo. El pensamiento profundo, el propósito ferviente, y la firme integridad son esenciales. No debe haber ociosidad. La vida es un depósito sagrado, y cada momento debiera ser aprovechado sabiamente.—The Youth’s Instructor, 19 de febrero de 1903; Nuestra Elavada Vocacion, 86.1MCP89 362.1

    Asuntos triviales debilitan la mente—El estudiante que, en lugar de los amplios principios de la Palabra de Dios, acepte las ideas comunes y permita que su tiempo y atención sean absorbidos por asuntos triviales y vulgares, descubrirá que su mente se empequeñecerá y debilitará; perderá la capacidad de crecer. La mente debe ser adiestrada para comprender las importantes verdades que conciernen a la vida eterna.—Carta 64, 1909.1MCP89 362.2

    No descuidar los asuntos temporales—La vida es demasiado solemne para que sea absorbida en asuntos temporales o terrenos, en un tráfago de cuidados y ansiedades por las cosas que no son sino un átomo en comparación con las de interés eterno. Sin embargo, Dios nos ha llamado a servirle en los asuntos temporales de la vida. La diligencia en esta obra es una parte de la verdadera religión tanto como lo es la devoción. La Biblia no sanciona la ociosidad. Esta es la mayor maldición que aflige a nuestro mundo. Cada hombre y mujer verdaderamente convertido será un obrero diligente.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 278 (1900).1MCP89 362.3

    La calidad de los hombres llamados a enseñar.1Véase el capítulo 22, La escuela y el maestro.—La causa de Dios necesita maestros que tengan altas cualidades morales, y a los cuales se pueda confiar la educación de otros: hombres de fe sana, que tengan tacto y paciencia; que anden con Dios, y se abstengan de la misma apariencia del mal; que estén tan íntimamente relacionados con Dios que puedan ser conductos de luz—en fin, caballeros cristianos. Las buenas impresiones que harán los tales no se borrarán nunca; y la educación así impartida perdurará durante toda la eternidad. Lo que se descuide en este proceso de educación permanecerá probablemente sin hacerse. ¿Quién quiere emprender esta obra?1MCP89 363.1

    Cuánto quisiéramos que hubiese jóvenes fuertes, arraigados y afirmados en la fe, que tuviesen tal comunión viva con Dios que pudieran, si así se lo aconsejasen nuestros hermanos dirigentes, entrar en los colegios superiores de nuestro país, donde tendrían un campo más amplio de estudio y observación. El trato con diferentes clases de mentes, el familiarizarse con los trabajos y los métodos populares de educación, y un conocimiento de la teología como se enseña en las principales instituciones del saber, serían de gran valor para tales obreros, y los prepararían para trabajar en favor de las clases educadas y para hacer frente a los errores que prevalecen en nuestros tiempos. Tal era el método seguido por los antiguos valdenses; y, si fuesen fieles a Dios, nuestros jóvenes, como los suyos, podrían hacer una buena obra, aun mientras adquirieran su educación, sembrando la semilla de la verdad en otras mentes.—Joyas de los Testimonios 2:228, 229 (1885).1MCP89 363.2

    Los hábitos correctos dejan impresiones en el carácter—La formación de hábitos correctos ha de dejar su impresión en la mente y el carácter de los niños para que puedan ejercitarse en el buen camino. Significa mucho conducir a esos niños bajo la influencia directa del Espíritu de Dios, adiestrarlos y disciplinarlos en la amonestación del Señor. La formación de hábitos correctos, la manifestación de un espíritu correcto, requerirá esfuerzos fervientes en el nombre y el poder de Jesús. El instructor debe perseverar, y dar línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poco allá, con toda paciencia y longanimidad, simpatía y amor, uniendo a esos niños con su corazón por el amor de Cristo revelado en sí mismo.—Fundamentals of Christian Education, 268 (1893).1MCP89 364.1

    Los caracteres no se forman en un mismo molde—Los maestros han de considerar que no están tratando con ángeles, sino con seres humanos con pasiones semejantes a las de ellos mismos. Los caracteres no se forman en un mismo molde. Los niños reciben como herencia todos los aspectos del carácter. De este modo en sus rasgos de carácter se revelan los defectos y las virtudes. Cada instructor debe tomar esto en consideración. Las deformidades heredadas y cultivadas del carácter humano, así como también su belleza de carácter, tendrán que ser afrontadas, y el instructor necesitará cultivar mucha gracia para saber cómo tratar con los que yerran para su bien presente y eterno. Si se abrigan el impulso, la impaciencia, el orgullo, el egoísmo y la estima propia, harán mucho mal que puede arrojar el alma al campo de batalla de Satanás sin la sabiduría para conducir su nave, pero además estará en peligro de ser arrojado al antojo de las tentaciones de Satanás hasta que naufrague. Cada maestro tiene sus propios rasgos de carácter peculiares que vigilar, no sea que Satanás lo use como su agente para destruir almas, mediante sus propios rasgos de carácter no consagrados.—Fundamentals of Christian Education, 277, 278 (1893).1MCP89 364.2

    Debe ser como Cristo al tratar con las mentes—Debe ejercitarse diariamente una agencia operativa, una fe que obra por amor y purifica el alma del educador. ¿Ha puesto usted como su más elevada autoridad la voluntad revelada de Dios? Si Cristo, la esperanza de gloria, ha sido formado en el interior, entonces la verdad de Dios actuará de tal manera sobre su temperamento natural que su agencia transformadora se revelará en un carácter cambiado, y usted no cambiará la verdad de Dios en mentira ante sus alumnos por su influencia que opera mediante la revelación de un corazón no santificado y genio fuerte; ni revelará, por medio de la presentación de un temperamento egoísta, impaciente y no semejante al de Cristo al tratar con la mente humana, que la gracia de Cristo no es suficiente para usted en todo tiempo y lugar. De este modo mostrará que la autoridad de Dios sobre usted no es meramente nominal sino real y verdadera. Debe haber una separación de todo lo que es objetable y no semejante a Cristo, por difícil que sea para el verdadero creyente.—Fundamentals of Christian Education, 263, 264 (1893).1MCP89 364.3

    La censura continua confunde al niño—El cielo ve en el niño al hombre o a la mujer no desarrollado, con capacidades y facultades que, si son guiadas correctamente y desarrolladas con sabiduría celestial, llegarán a ser agentes humanos mediante los cuales las influencias divinas pueden cooperar para ser colaboradores con Dios. Las palabras ásperas y la censura continua confunden al niño pero nunca lo reforman. Contenga ese regaño; mantenga su propio espíritu bajo la disciplina de Jesucristo; entonces aprenderá a tener compasión y simpatía con los que han sido puestos bajo su influencia. No exhiba impaciencia o aspereza, porque si estos niños no necesitaran educación, no necesitarían las ventajas de la escuela. Han de ser conducidos por la escalera del progreso con paciencia, bondad y amor, subiendo escalón tras escalón en la obtención del conocimiento.—Fundamentals of Christian Education, 263 (1893).1MCP89 365.1

    Cuidado al suspender a los alumnos—Sean cuidadosos con lo que hacen al suspender a los alumnos. Este es un asunto solemne. Debería ser una falta muy grave la que requiera esta disciplina.1MCP89 365.2

    Además, deberían considerarse con cuidado todas las circunstancias relacionadas con el caso. Los estudiantes enviados desde sus casas a corta o larga distancia, miles y miles de kilómetros, están lejos y privados de las ventajas del hogar, y si se los expulsa se les impide aprovechar los privilegios de la escuela. Alguien que tuvo confianza y esperanza en ellos tuvo que afrontar todos sus gastos, considerando que su dinero no sería invertido en vano. El estudiante entra o cae en tentación y ha de ser disciplinado por su mal. El siente agudamente que se ha manchado su registro, y que chasquea a los que confiaron en que él desarrollaría el carácter bajo la influencia de su educación en la vida escolar, lo cual compensaría todo lo que se había invertido en él.1MCP89 366.1

    Pero se lo suspende por su necia actuación. ¿Qué hará? El valor está en su nivel más bajo, no abriga ni valor ni hombría. Es un gasto y se ha perdido tiempo precioso. ¿Quién será tierno y bondadoso y sentirá la carga de estas almas? No es extraño que Satanás se aproveche de estas circunstancias. Se los arroja al campo de batalla de Satanás y se ponen en ejercicio los peores sentimientos del corazón humano, los que se fortalecen y confirman.—Carta 50, 1893.1MCP89 366.2

    Evite crear sentimientos de injusticia—Cuando usted lucha contra los elementos manifestados por los que no tienen la religión bíblica sino sólo la profesan, no olvide que usted es un cristiano. Usted disminuye grandemente su influencia y arruina su propia experiencia cristiana cuando pierde su dominio propio y les da la menor ocasión de pensar que los ha tratado mal. No deje esta impresión en sus mentes si puede evitarlo. En este tiempo de prueba estamos formando nuestros caracteres para la futura vida inmortal; pero eso no es todo, porque en ese mismo proceso de edificar el carácter necesitamos ser extremadamente cuidadosos de cómo edificamos, pues otros edificarán siguiendo el modelo que les damos.—Medical Ministry, 209 (1892).1MCP89 366.3

    La mente necesita alimento puro—La mente, a semejanza del cuerpo, necesita de alimento puro a fin de disfrutar de salud y fortaleza. Dad a vuestros hijos algo para pensar que esté fuera de ellos y por encima de ellos. La mente que vive en una atmósfera pura y santa no llegará a ser trivial, frívola, vana y egoísta.1MCP89 367.1

    Vivimos en un tiempo cuando todo lo que es falso y superficial se exalta por encima de lo real, lo natural y lo duradero. La mente debe estar exenta de todo lo que la lleve en una dirección equivocada. No debiera ser sobrecargada con relatos baladíes que no añaden fortaleza a las facultades mentales. Los pensamientos serán del mismo carácter del alimento que se proporciona a la mente.—Conducción del Niño, 174, 175 (1890).1MCP89 367.2

    Libros de incrédulos.2Véase el capítulo 13, Alimento para la mente.—El estudio de libros escritos por incrédulos hace mucho daño. Así se siembra cizaña en las mentes y los corazones de los alumnos. Sin embargo, este es el alimento que a menudo se da al cerebro, mientras muchos tienen poco conocimiento de los temas que se relacionan con los intereses eternos, los cuales debieran comprender.1MCP89 367.3

    El talento del tiempo es precioso. Cada día se nos da como un legado, y Dios nos pedirá cuenta de él. Ha de ser usado para la gloria de Dios, y si queremos prolongar nuestras vidas, si queremos ganar la vida que se mide con la vida de Dios, debemos dar alimento puro a la mente. No debería perderse el tiempo que podría haberse usado en buena manera.—Manuscrito 15, 1898.1MCP89 367.4

    Los estudiantes aprenden a obedecer a Dios—Veo que debe trabajarse en favor de un gran concepto en nuestras escuelas, que debe lograrse bajo la conducción divina. Pero la gran lección que deben aprender los estudiantes es buscar con todo su corazón, con toda su mente y con todas sus fuerzas el conocer a Dios y el obedecerle sin reservas. La ciencia de la salvación del alma humana es la primera lección de la vida. Ningún estudio literario o educación de los libros ha de ser supremo. Pero conocer a Dios y a Jesucristo, a quien El ha enviado, es vida eterna.1MCP89 367.5

    Lleven los alumnos el amor y el temor de Dios consigo a su vida escolar. Esta es la sabiduría más preciosa que la que pueden expresar las palabras. Conectados con Dios, podrá decirse de ellos lo que se dijo de Daniel, que Dios le dio sabiduría y conocimiento en todos los misterios.1MCP89 368.1

    Aprender es bueno. La sabiduría de Salomón es deseable; pero la sabiduría de alguien que es mayor que Salomón es mucho más deseable y esencial. Por medio del aprendizaje en nuestras escuelas no podemos alcanzar a Cristo, pero gracias a El podemos alcanzar el extremo superior de la escalera de la ciencia; porque la palabra de la inspiración dice: “Vosotros estáis completos en él”. Colosenses 2:10. Nuestra primera preocupación es ver y reconocer a Dios, y entonces él dirigirá nuestro sendero.—Carta 120, 1896.1MCP89 368.2

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