(a) Lo positivo
(Palabras de privilegio y consejo)
Jesús y la relación familiar—Jesús no impuso el celibato a clase alguna de hombres. No vino para destruir la relación sagrada del matrimonio, sino para exaltarla y devolverle su santidad original. Mira con agrado la relación familiar donde predomina el amor sagrado y abnegado.—El hogar adventista, 106 (1894).1MCP89 225.4
Había [Cristo] dispuesto que hombres y mujeres se unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros de la familia celestial.—El Ministerio de Curación, 275 (1905).1MCP89 225.5
El propósito de Dios se cumple en el matrimonio—Todos los que contraen relaciones matrimoniales con un propósito santo—el esposo para obtener los afectos puros del corazón de una mujer, y ella para suavizar, mejorar y completar el carácter de su esposo—cumplen el propósito de Dios para con ellos.—El hogar adventista, 84 (1894).1MCP89 226.1
El privilegio de la relación matrimonial—Ellos [los cristianos que se casaron] deberían considerar debidamente el resultado de cada privilegio de la relación matrimonial, y el principio santificado debería ser la base de toda acción.—Testimonies for the Church 2:380 (1870).1MCP89 226.2
[Ella escribió acerca de] “las fortificaciones destinadas a conservar el carácter sagrado y privado de la relación familiar”.—Joyas de los Testimonios 1:198 (1868).1MCP89 226.3
Cuándo pueden ser liberados los afectos—Deberían mantenerse sujetos los afectos juveniles hasta que llegue el tiempo en que la edad y la experiencia suficientes permitan liberarlos con honra y seguridad.—Mensajes para los Jóvenes, 449 (1864).1MCP89 226.4
El peligro de llevar lo legítimo a excesos—En sí mismo no es pecado comer, beber o casarse y darse en casamiento. Era legítimo casarse en el tiempo de Noé, y es legítimo casarse ahora, si lo que es legítimo es tratado en forma adecuada y no se lo lleva a excesos pecaminosos...1MCP89 226.5
En los días de Noé, el deseo desordenado y excesivo de lo que en sí mismo era legítimo cuando se lo usaba correctamente, hizo que el matrimonio fuera pecaminoso delante de Dios. Hay muchos que están perdiendo su alma en esta época del mundo al ser absorbidos por el pensamiento del matrimonio y de la relación matrimonial en sí misma...1MCP89 226.6
Dios ha puesto a los hombres en el mundo, y es el privilegio de ellos comer, beber, comerciar, casarse y ser dados en casamiento; pero sólo es seguro hacer estas cosas en el temor de Dios. Deberíamos vivir en este mundo teniendo en cuenta el mundo eterno.—The Review and Herald, 25 de septiembre de 1888.1MCP89 226.7
El matrimonio no es una licencia para dar rienda suelta a las pasiones sensuales—Muy pocos consideran qué es un deber religioso gobernar sus pasiones. Se han unido en matrimonio con el objeto de su elección, y por lo tanto, razonan que el matrimonio santifica la satisfacción de las pasiones más bajas. Aun hombres y mujeres que profesan piedad, dan rienda suelta a sus pasiones concupiscentes, y no piensan que Dios los tiene por responsables del desgaste de la energía vital que debilita su resistencia y enerva todo el organismo.1MCP89 227.1
El pacto matrimonial cubre pecados del más vil carácter. Hombres y mujeres que profesan ser piadosos degradan su propio cuerpo por la satisfacción de pasiones corrompidas, y así se rebajan a un nivel más bajo que el de los brutos. Abusan de las facultades que Dios les ha dado para que las conserven en santificación y honra. Sacrifican la vida y la salud sobre el altar de las bajas pasiones. Someten las facultades superiores y más nobles a las propensiones animales. Los que así pecan ignoran el resultado de su conducta.—Joyas de los Testimonios 1:264 (1870).1MCP89 227.2
La necesaria distinción entre el amor y la concupiscencia—No es amor puro el que impulsa a un hombre a hacer de su esposa un instrumento que satisfaga su concupiscencia. Es expresión de las pasiones animales que claman por ser satisfechas.1MCP89 227.3
¡Cuán pocos hombres manifiestan su amor de la manera especificada por el apóstol: “Así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella [no para contaminarla], sino para santificarla y limpiarla,” para “que fuese santa y sin mancha”! Esta es la calidad del amor que en las relaciones matrimoniales Dios reconoce como santo.1MCP89 227.4
El amor es un principio puro y sagrado; pero la pasión concupiscente no admite restricción, no quiere que la razón le dicte órdenes ni la controle. No vislumbra las consecuencias; no quiere razonar de la causa al efecto.1MCP89 227.5
Muchas mujeres están sufriendo de gran debilidad y constantes enfermedades debido a que se han despreciado las leyes de su ser; y se han pisoteado las leyes de la naturaleza. Hombres y mujeres despilfarran la fuerza nerviosa del cerebro, y la ponen en acción antinatural para satisfacer las pasiones bajas; y este monstruo odioso, la pasión baja y vil, recibe el nombre delicado de amor.—Joyas de los Testimonios 1:265, 266 (1870).1MCP89 227.6
El amor versus la pasión del corazón humano natural—El amor... no es irracional ni ciego. Es puro y santo. Pero la pasión del corazón natural es otra cosa completamente distinta. Mientras que el amor puro considera a Dios en todos sus planes y se mantendrá en armonía perfecta con el Espíritu de Dios, la pasión se manifestará temeraria e irracional, desafiará todo freno y hará un ídolo del objeto de su elección. En todo el comportamiento de quien posee verdadero amor, se revelará la gracia de Dios.—The Review and Herald, 25 de septiembre de 1888; El hogar adventista, 41 (1894).1MCP89 228.1
Los dictados de la razón deben controlar—Los que consideran el matrimonio como una ordenanza sagrada de Dios, resguardada por su santo precepto, serán controlados por los imperativos de la razón.—Mensajes Selectos 2:505 (1865).1MCP89 228.2
Mantener las confidencias dentro del sagrado círculo familiar—Alrededor de cada familia se extiende un círculo sagrado que no debe romperse. Nadie tiene derecho a entrar en este círculo. No permitan el marido ni la mujer que un extraño comparta las confidencias que a ellos solos importan.—El Ministerio de Curación, 279 (1905).1MCP89 228.3