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Promesas para los últimos días

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    CAPÍTULO 14—PROMESAS PARA LOS TEMEROSOS

    “No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de la congoja. Pero tampoco nos engaña. No nos dice: ‘No temáis; no hay peligro en vuestro camino’. El sabe que hay pruebas y peligros y nos trata con franqueza. No se propone sacar a su pueblo de en medio de este mundo de pecado y maldad, pero le ofrece un refugio que nunca falla” (CC 122, 123).PUD 64.1

    “La ausencia de esta fe y confianza es lo que nos produce perplejidad, temores que nos perturban y sometimiento al mal. Dios hará grandes cosas por su pueblo cuando éste ponga su completa confianza en él” (2T140).PUD 64.2

    “Si consultamos nuestras dudas y temores, o antes de tener fe procuramos resolver todo lo que no veamos claramente, las perplejidades no harán sino acrecentarse y ahondarse. Pero si nos allegamos a Dios sintiéndonos desamparados y necesitados, como realmente somos, y con fe humilde y confiada presentamos nuestras necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito, que ve toda la creación y todo lo gobierna por su voluntad y palabra, él puede y quiere atender nuestro clamor, y hará resplandecer la luz en nuestro corazón” (CC 97).PUD 64.3

    “Cuando Jesús fue despertado para hacer frente a la tempestad, se hallaba en perfecta paz. No había en sus palabras ni en su mirada el menor vestigio de temor, porque no había temor en su corazón... Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe —la fe en el amor y cuidado de Dios—, y el poder de aquella palabra que calmó la tempestad era el poder de Dios” (DTG 302, 303).PUD 65.1

    “El [Jesús] nunca deja de damos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón, no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida y de la manera que él reconoce como la mejor, nos librará del peligro” (DTG 303).PUD 65.2

    “Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: ‘El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende’” (Ed. 249).PUD 65.3

    “Las dudas y los temores se reproducen por indul gencia, y mientras más se los complazca más difíciles serán de vencer. Es seguro el desprenderse de todo apoyo terrenal y tomar la mano de Aquel que levantó y salvó al discípulo que se hundía en el mar tormentoso” (4T 558).PUD 65.4

    “¿No confiaréis en vuestro Padre celestial? ¿No descansaréis en sus promesas misericordiosas? ‘Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas’. ¡Preciosa promesa! ¿Podemos no confiar en ellas? ¿Podríamos no tener una confianza implícita, sabiendo que el que ha prometido es fiel? Les ruego que permitan que su temblorosa fe se sujete de nuevo a las promesas de Dios. Depositad sobre ellas todo vuestro peso con una fe firme; porque ellas no fallarán, ni pueden fallar” (2T 497).PUD 66.1

    “La fe acepta lo que Dios dice al pie de la letra, sin pedir comprender el significado de los incidentes penosos que ocurran. Pero son muchos lo que tienen poca fe. Siempre están temiendo y cargándose de dificultades. Cada día están rodeados por las pruebas del amor de Dios, cada día gozan de los beneficios de su providencia; pero pasan por alto estas bendiciones. Y las dificultades que encuentran, en vez de hacerlos allegarse a Dios, los separan de él, porque crean agitación y rebelión... Jesús es su amigo. Todo el cielo está interesado en su bienestar, y su temor y murmuraciones agravian al Espíritu Santo. No es porque veamos o sintamos que Dios nos oye por lo que debemos creer. Debemos confiar en sus promesas” (OE 275).PUD 66.2

    “Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el corazón de Cristo, porque les ha dado pruebas evidentes de su amor. Quiere que se afírmen, fortalezcan y cimenten en la santísima fe... El amor de Cristo por sus hijos es a la vez tierno y fírme” (TM 518, 519).PUD 67.1

    “Encomendemos a Dios la custodia de nuestra alma, y confiemos en él. Piérdase en él nuestra personalidad. Desterremos toda duda; disipemos nuestros temores... Reposemos en Dios. El puede guardar lo que le hemos confiado. Si nos ponemos en sus manos, nos hará más que vencedores por medio de Aquel que nos amó” (CC 71, 72).PUD 67.2

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