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Promesas para los últimos días

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    CAPÍTULO 28—PROMESAS PARA LOS PECADORES

    “Cristo puede salvar únicamente al que reconoce que es pecador” (PVGM 122).PUD 120.1

    “... a los pecadores es a quienes Cristo vino a salvar... Por su tierno amor está atrayendo a sí los corazones de sus hijos errantes. Ningún padre terrenal podría ser tan paciente con las faltas y los yerros de sus hijos, como lo es Dios con aquellos a quienes trata de salvar. Nadie podría argüir más tiernamente con el pecador. Jamás enunciaron los labios humanos invitaciones más tiernas que las dirigidas por Jesús al extraviado. Todas sus promesas, sus amonestaciones, no son sino la expresión de su amor inefable” (CC 35).PUD 120.2

    “Nadie es tan bajo, tan corrupto y vil que no pueda encontrar en Jesús, quien murió por él, la fuerza, la pureza y la justicia, si se aparta de sus pecados, si detiene el curso de iniquidad y se vuelve con todo el propósito de su corazón al Dios viviente” (2T 453).PUD 120.3

    “Jesus se complace en que vayamos a él como somos: pecaminosos, impotentes necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiamos de toda impureza” (CC 52).PUD 121.1

    “Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida seréis contados entre los justos por consideración a él. El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado” (CC 62).PUD 121.2

    “¡Cuán cuidadoso es el Señor Jesús al no dar ocasión al alma para que desespere! ¡Cómo protege al alma de los fieros ataques de Satanas! Si caemos en pecado por una sorpresa o engaño, a causa de las múltiples tentaciones, él no se aleja de nosotros y nos abandona para que perezcamos. No, no, nuestro Salvador no hace eso,.. Debemos invocar su sacrificio expiatorio para nuestro perdón, nuestra justificación y nuestra santificación. El Cordero sacrificado es nuestra única esperanza. Nuestra fe lo contempla, y se ase de él como el único que puede salvar hasta lo sumo, y la fragancia de la ofrenda perfecta es aceptada por el Padre!” (NEV 51).PUD 121.3

    “Debemos tener libre acceso a la sangre expiatoria de Cristo. Debiéramos considerar esto el privilegio más precioso, la mayor bendición jamás concedida al hombre pecador” (HH 226).PUD 121.4

    “Si aquel que diariamente comulga con Dios yerra en el camino, si por un momento deja de mirar resueltamente a Jesús, no es porque peca premeditadamente, porque cuando ve su error, se toma de nuevo y fija sus ojos en Cristo, y el hecho de que haya errado no lo hace menos amado al corazón de Dios” (FLB 118).PUD 122.1

    “A menudo tenemos que postramos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y equivocaciones; pero no debemos desanimamos. Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos desechados ni abandonados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e intercede por nosotros” (CC 64).PUD 122.2

    “El Señor no requiere que hagamos algunas cosas penosas con el fin de obtener el perdón de los pecados. No necesitamos hacer largos y cansadores peregrinajes o realizar penitencias dolorosas para encomendar nuestras almas al Dios del cielo o expiar nuestras transgresiones; sino que todo aquel que confiese y abandone sus pecados recibirá misericordia. Esta es una preciosa promesa dada al hombre caído para animarlo a confiar en el Dios de amor y a buscar la vida eterna en su reino” (5T 635).PUD 122.3

    “Hay que inducir a los caídos a que sientan que no es demasiado tarde para sentirse como seres humanos. Cristo honró al hombre con su confianza, y así le puso en la obligación de ser fiel a su honor. Aun a aquellos que habían caído más bajo los trataba con respeto. Era un dolor continuo para Cristo arrostrar la hostilidad, la depravación y la impureza; pero nunca dijo nada que denotase que su sensibilidad había sido herida u ofendido su gusto refinado. Cualesquiera que fueran los hábitos viciosos, los fuertes prejuicios o las pasiones despóticas de los seres humanos, siempre les hacía frente con ternura compasiva” (MC 122).PUD 122.4

    “Quizás Satanás susurre: ‘Eres demasiado pecador para que Cristo te salve’. Al par de reconocer que sois ciertamente pecadores e indignos podéis hacer frente al tentador exclamando: ‘Por la virtud de la expiación reclamo a Cristo como mi Salvador. No confío en mis propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia’” (HH 226).PUD 123.1

    “Cristo toma al pecador en su más profunda degradación y lo purifica, refina y ennoblece. Contemplando a Jesús tal como es, se transforma el pecador y es elevado a la misma cumbre de la dignidad, llegando aun a sentarse con Cristo en su trono” (AFC 98).PUD 123.2

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