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Hijas de Dios

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    El contexto de las cartas

    Aquellos que han tenido que tratar con personas que han sido víctimas de derrames pueden identificarse con Elena G. de White cuando escribió: “No he perdido el amor por mi esposo, pero hay cosas que no puedo explicar”.—Carta 67, 1876. Una semana antes había escrito: “No puedo menos que sentir temor por los repentinos cambios en la forma de ser de Jaime”.—Carta 64, 1876. El cambio de personalidad que afectó a Jaime White después de haber tenido varios derrames era difícil de entender, no solo para su esposa, sino para sus colaboradores.HD 262.6

    Antes de su enfermedad, Jaime White era un líder dinámico y enérgico; después, experimentó serios cambios en su personalidad que lo transformaron en un hombre suspicaz y exigente, aunque a veces parecía volver a su forma anterior de ser. Tal fue la situación que Elena G. de White estaba enfrentando cuando escribió estas cuatro cartas.HD 263.1

    En ocasiones, el pastor White, por no medir sus palabras, se expresaba con mucha dureza. En su autobiografía, refiriéndose a alguien que lo había criticado, dijo lo siguiente:HD 263.2

    “Ver a un hombre tosco, duro, que no posee más ternura que la de un cocodrilo, y tan carente de sensibilidad moral y religiosa como una hiena, derramando lágrimas hipócritas solo para causar efecto, es bastante para causar risa al santo más serio”.—Life Incidents, 115-116 (1868).HD 263.3

    La personalidad enérgica del pastor White fue una ayuda valiosa en los años formativos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Con las visiones de su esposa que constantemente lo desafiaban, el pastor White comenzó la obra de publicaciones, construyó instituciones, promovió la organización de la Iglesia, y alimentó el rebaño. Además de esto, sirvió como presidente de la Asociación General durante diez años.*[Para más información sobre la vida y el ministerio de Jaime White, ver su biografía, James White, escrita por Virgil Robinson (Review and Herald Publishing Association, 1976).]HD 263.4

    Sin embargo, cuando esa fuerte personalidad alterada por una serie de derrames se volvió contra su familia—incluyendo a su esposa—y sus colaboradores, la paciencia y la fuerza de voluntad de Elena G. de White parecieron distenderse hasta el límite. Alguien que lee solamente estas cuatro cartas, podría tener un cuadro distorsionado de la relación entre Jaime y Elena G. de White. Se debe mantener en mente otras declaraciones como la que sigue, que fue escrita por Jaime White acerca de su esposa:HD 263.5

    “El matrimonio marca un punto importante en la vida de los hombres. En las palabras del sabio, “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová”. Proverbios 18:22 [...]. Nosotros nos casamos el 30 de agosto de 1846, y desde entonces hasta el presente ella ha sido mi corona de gozo”.—Life Sketches of Ellen G. White, 125-126 (1880).HD 263.6

    A veces, en medio de su enfermedad, Jaime White comprendía que sus acciones no habían estado en armonía con sus buenas intenciones. En 1879 les escribió a su hijo William y su nuera Mary:HD 263.7

    “Quisiera llamar la atención de ustedes a un asunto de seria importancia. Queridos hijos, probablemente he errado en decir cosas muy hirientes al escribir acerca de los errores de mentes jóvenes. Mi naturaleza es desquitarme cuando soy puesto bajo tensiones sin medida. Desearía ser un hombre mejor”.—27 de febrero de 1879.HD 264.1

    No sabemos exactamente lo que ocurrió después que Elena G. de White escribió la cuarta carta de la serie, donde pedía a su amiga que las destruyera. Sin embargo, sabemos que en menos de diez días de haber escrito la última carta, Elena G. de White viajó para acompañar a su esposo al congreso en Kansas. En realidad, el mismo día en que ella escribió la tercera carta a su amiga, también le escribió a su esposo lo siguiente:HD 264.2

    “Me entristece haber dicho o escrito cosas que te afligieron. Perdóname, y en adelante seré mucho más cuidadosa de no comenzar temas que puedan molestarte o irritarte”.—Carta 27, 1876.HD 264.3

    Desafortunadamente, el pastor White nunca se recuperó totalmente de su enfermedad. Tenía sus días buenos, pero estaban mezclados con períodos de depresión. Un comentario hecho por el presidente de la Asociación General dos años después de la muerte de Jaime White, muestra la interpretación caritativa que sus colaboradores le daban a ciertas acciones que eran inducidas por la enfermedad:HD 264.4

    “Nuestro querido hermano White pensaba que éramos sus enemigos porque no veíamos las cosas como él las veía. Pero nunca me molesté contra este hombre de Dios, este pionero que trabajó tan arduamente por la causa. Siempre atribuí sus actitudes a su enfermedad y dolencias”.—Carta de G. I. Butler a J. N. Andrews, 25 de mayo de 1883.HD 264.5

    Creemos que este breve repaso de las circunstancias en las que Elena G. de White escribió estas cuatro cartas a Lucinda Hall, puede proporcionar la perspectiva necesaria a los lectores que examinarán estas cartas que Elena G. de White solicitó que se destruyeran.—Patrimonio White, 6 de agosto de 1987.HD 264.6

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