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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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    Una juventud que se engaña a sí misma

    Hno. O,

    Se me han mostrado en visión los peligros de la juventud. Se me presentó su caso. Vi que usted no había adornado su profesión de fe. Usted pudo hacer el bien, y su ejemplo pudo haber sido una bendición para los jóvenes con quienes se ha relacionado; pero, ¡ay! no se ha convertido a Dios en lo más íntimo de su alma. Si hubiera asumido la conducta de un cristiano consecuente, sus parientes y amigos, gracias a su conducta piadosa, se habrían sentido inducidos a seguir en sus pisadas. Mi hermano: Su corazón no es recto para con Dios; sus pensamientos no son elevados; usted permite que su mente discurra por senderos equivocados. Su moralidad no ha logrado un tono puro y elevado. Sus hábitos han contribuido a perjudicar su salud física, y han sonado a muerte para su espiritualidad. No puede prosperar en su vida religiosa mientras no se convierta.2TPI 259.2

    Cuando usted experimente la influencia transformadora del poder de Dios sobre su corazón, los resultados serán visibles en su vida. Le ha faltado experiencia religiosa, pero no es demasiado tarde para que busque ahora mismo a Dios con clamores fervientes, nacidos del corazón: “¿Qué puedo hacer para ser salvo?” Nunca podrá ser un verdadero cristiano hasta que se convierta cabalmente. Ha sido más amante de los placeres que de Dios. Ha estado buscando el placer, pero, ¿ha encontrado verdadero gozo en esa forma de proceder? Ha intentado hacerse el simpático ante muchachas jóvenes e inexpertas. Ha concentrado tanto su mente en ellas que no la ha podido dirigir hacia arriba, hacia Dios y el Cielo. “Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. Santiago 4:8. Esta exhortación se aplica a usted. Necesita aprender los caminos, la voluntad y las obras de Dios. Necesita una religión pura e incontaminada; necesita cultivar hábitos de devoción. Deje de hacer el mal y aprenda a hacer el bien. La bendición de Dios no puede reposar sobre usted hasta que llegue a ser más semejante a Cristo.2TPI 259.3

    Me apena ver la falta de piedad que existe entre la juventud. Satanás se apodera de las mentes y las lleva por canales corruptos. Muchos de los jóvenes se están engañando a sí mismos. Creen que son cristianos, pero nunca se han convertido. Mientras esta obra no se lleve a cabo en ellos, no comprenderán qué es el misterio de la piedad. No hay paz para los impíos. Dios quiere veracidad y sinceridad de corazón. El lo contempla y siente pena por usted, y por todos los jóvenes que se dedican con tanto entusiasmo a juegos pueriles, y que malgastan el tiempo, tan corto y precioso, en cosas que no tienen valor. Cristo lo compró a un precio muy elevado, y le ofrece gracia y gloria si está dispuesto a recibirlas; pero usted se aparta de la preciosa promesa del don de la vida eterna por los magros e insatisfactorios placeres de la tierra.2TPI 260.1

    Su obra en este sentido no dará ganancias, sino una gran pérdida. La paga del pecado es muerte. La vida y el Cielo están delante de usted, pero parece que usted no sabe cuánto valen. No ha meditado en las preciosas cosas del Cielo. Si se rechaza el inestimable amor de Cristo, si el Cielo, la gloria y la vida eterna se consideran de poco valor, ¿qué motivos podemos presentar para la acción? ¿Qué incentivos para atraer? ¿Será posible que algunos deportes insensatos y una ronda de placeres excitantes atraigan la mente, la separen de Dios y adormezcan el corazón a su santo temor?2TPI 260.2

    ¡Oh! Yo le ruego a usted, que tiene tan poco interés en las cosas santas, que escudriñe minuciosamente su propio corazón. ¿Qué defensa va a hacer delante de Dios para justificar su vida mundana y carente de consagración? En ese día tremendo no podrá defenderse. Permanecerá mudo. Piense, le ruego, piense durante esas horas que dedica a buscar placeres, que todas esas cosas terminarán. Si usted tuviera conceptos correctos acerca de la vida, de la vida del Señor, que no tiene fin, cuán rápidamente se apartaría de esa vida de placeres y pecados. Cuán prontamente cambiaría de actitud, de conducta, de amigos, y volcaría la fuerza de sus afectos en Dios y en las cosas celestiales. Cuán decididamente despreciaría usted el hecho de haber cedido a las tentaciones que lo han engañado y cautivado. Cuán celosos serían sus esfuerzos por lograr la vida bendita; cuán fervientes y perseverantes serían sus oraciones a Dios para pedirle que su gracia repose sobre usted, para que su poder lo sostenga y le ayude a resistir al diablo. Cuán diligente sería para aprovechar todos sus privilegios religiosos y aprender los caminos y la voluntad de Dios. Cuán cuidadoso sería usted al meditar en la ley de Dios y al comparar su vida con sus requerimientos. Cuánto temor tendría, no sea que peque en palabras u obras, y cuán ferviente para crecer en la gracia y la verdadera santidad. Su conversación no se referiría a cosas baladíes sino al Cielo. Entonces cosas gloriosas y eternas se abrirían ante usted, y no descansaría hasta que su espiritualidad se desarrollara más y más. Pero las cosas de la tierra reclaman su atención y usted se olvida de Dios. Le ruego que alce el rostro, que busque al Señor para que lo pueda encontrar; llámelo mientras está cercano. 2TPI 261.1

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