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Mensajes Selectos Tomo 2

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    El restablecimiento de Jaime White*Declaración hecha el 13 de abril de 1902, en una reunión de junta efectuada en Elmshaven, Santa Helena, California.

    Hace varios años [en 1865], mientras mi esposo tenía pesadas responsabilidades en Battle Creek, comenzó a sentir los efectos del recargo de trabajo. Su salud se debilitó rápidamente. Por fin su mente y su cuerpo experimentaron un quebranto, y no pudo llevar a cabo cosa alguna. Mis amigos me dijeron: “Sra. White, su esposo no podrá vivir”. Decidí llevarlo a un lugar más favorable para que se recuperara. Su madre dijo: “Elena, debes quedarte para cuidar a tu familia”.2MS 352.2

    “Mamá—repliqué—, nunca permitiré que este cerebro magistral falle completamente. Trabajaré con Dios, y Dios trabajará conmigo, para salvar el cerebro de mi esposo”.2MS 352.3

    Vendí mis alfombras a fin de tener recursos para el viaje... Con el dinero obtenido de la venta de las alfombras, compré una galera con toldo. Hice los preparativos para el viaje colocando en la galera un colchón para que se acostara mi esposo. Acompañados por Guillermo, que era sólo un muchacho de once años, iniciamos el viaje hacia Wright, Míchigan.2MS 352.4

    Durante el viaje, Guillermo trató de poner el bocado del freno en la boca de uno de los caballos, pero no pudo hacerlo. Le dije a mi esposo: “Apóyate en mi hombro, y ven a poner el bocado”.2MS 353.1

    Dijo que no sabía cómo podría hacerlo. “Sí, puedes hacerlo—repliqué—. Levántate y ven”. Así lo hizo, y finalmente logró colocar el bocado del freno. En ese momento se dio cuenta de que tendría que volver a hacerlo la próxima vez.2MS 353.2

    Mantuve a mi esposo constantemente ocupado en esas cositas sencillas. No le permitía quedarse quieto, sino que procuraba mantenerlo en actividad. Tal es el plan que deberían seguir los médicos y los asistentes en los sanatorios. Deberían conducir a los pacientes paso a paso, y mantener sus mentes lo suficientemente ocupadas como para que no tengan tiempo de amargarse por su condición.2MS 353.3

    Se recomienda la actividad física y mental

    Con frecuencia los hermanos acudían a nosotros en busca de consejos. Mi esposo no quería ver a nadie. Prefería retirarse a otra habitación cuando llegaba alguien. Pero con frecuencia, antes de que él se diera cuenta de que había llegado alguien, llevaba al visitante adonde él estaba, y le decía: “Esposo, aquí hay un hermano que ha venido a realizar una consulta, y como tú puedes contestarla mucho mejor que yo, lo he traído para que hables con él”. Por supuesto que en ese caso no podía irse. Debía permanecer en la habitación y contestar la pregunta. En esa forma y en muchas otras, hice que ejercitara la mente. Si no hubiera logrado que hiciera trabajar la mente, en poco tiempo habría fallado por completo.2MS 353.4

    Mi esposo salía a caminar todos los días. En el invierno sobrevino una terrible tormenta de nieve, y mi esposo pensó que no podría salir a caminar en la tormenta y en la nieve. Fui a ver al Hno. Root y le dije: “Hno. Root, ¿tiene Ud. un par de botas que no use?”2MS 353.5

    “Sí”, contestó.

    “Le agradecería mucho que me las prestara esta mañana”, le dije. Me puse las botas, salí afuera y recorrí medio kilómetro pisando la nieve profunda. A mi regreso, le pedí a mi esposo que saliera para caminar. Me contestó que no podría hacerlo en semejante tiempo. “Oh, sí; tú puedes hacerlo—repliqué—. Con seguridad puedes andar sobre las huellas que yo dejé”. Era un hombre que respetaba mucho a las mujeres; de modo que cuando vio las huellas que yo había dejado, pensó que si una mujer podía caminar en la nieve, él también podría hacerlo. Esa mañana salió a caminar como de costumbre.2MS 354.1

    En la primavera había que trasplantar árboles y cultivar la huerta. “Guillermo—dije—, por favor ve a comprar tres azadones y tres rastrillos. Cuida de comprar tres de cada uno”. Cuando me los trajo le pedí a él que tomara uno de los azadones y a mi esposo que tomara el otro. El padre puso objeciones, pero igualmente tomó uno. Yo tomé el restante y salimos a trabajar; y aunque me saqué ampollas en las manos, marqué el paso para ellos en el cavado de la tierra. El padre no pudo hacer mucho, pero de todos modos se ejercitó con el movimiento del azadón. Mediante métodos como éste procuré colaborar con Dios en el restablecimiento de la salud de mi esposo. ¡Y cuánto nos bendijo el Señor!2MS 354.2

    Siempre llevaba a mi esposo conmigo cuando salía en la galera. Y también lo llevaba conmigo cuandoquiera que iba a predicar a algún lugar. Tenía un circuito regular de reuniones. Pero no podía persuadirlo a que me acompañara al púlpito mientras yo predicaba. Finalmente, después de muchos, muchos meses le dije: “Ahora, esposo mío, tú me vas a acompañar al púlpito”. No quería ir, pero no cedí. Lo llevé al púlpito conmigo. Ese día habló a la gente. Aunque el salón estaba lleno de personas que no eran creyentes, no pude dejar de llorar durante media hora. Mi corazón rebosaba de gozo y gratitud. Sabía que se había ganado la victoria.2MS 354.3

    La recompensa del esfuerzo perseverante

    Después de 18 meses de cooperación constante con Dios por restablecer la salud de mi esposo, lo llevé a casa nuevamente. Lo presenté a sus padres, y les dije: “Padre, madre, aquí está vuestro hijo”.2MS 355.1

    “Elena—dijo su madre—, a nadie más fuera de Dios y de ti misma debes agradecer por esta maravillosa restauración. Tus energías la han logrado”.2MS 355.2

    Mi esposo vivió una cantidad de años después de su restauración, y durante ese tiempo llevó a cabo la mejor obra de su vida. ¿No constituyen esos años adicionales de utilidad una recompensa incalculable por los 18 meses pasados en cuidados afanosos?2MS 355.3

    Les he hecho esta breve reseña de nuestra vida, a fin de mostrarles que conozco algo acerca del empleo de los medios naturales para la restauración de los enfermos. Dios realizará maravillas por cada uno de nosotros si trabajamos con fe y si obramos creyendo que cuando colaboramos con él, él está listo a realizar su parte. Quiero hacer todo lo posible para inducir a mis hermanos a tener una conducta sensata, a fin de que sus esfuerzos tengan mucho éxito. Muchas personas que han descendido a la tumba, hoy podrían estar vivas si hubiesen colaborado con Dios. Seamos hombres y mujeres razonables en lo que concierne a estos asuntos (Manuscrito 50, 1902).2MS 355.4

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