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Obreros Evangélicos

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    La sumisión a la voluntad de Dios

    Al orar por los enfermos, debe recordarse que “qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos.”6Romanos 8:26. No sabemos si la bendición que deseamos será lo mejor o no. Por lo tanto, nuestras oraciones deben incluir este pensamiento: “Señor, tú conoces todo secreto del alma. Tú conoces a estas personas. Jesús, su Abogado, dió su vida por ellas. Su amor por ellas es mayor que el que podemos tenerles. Por lo tanto, si es para gloria tuya y para bien de los afligidos, pedimos, en el nombre de Jesús, que les sea devuelta la salud. Si no es tu voluntad que les sea devuelta, pedimos que tu gracia las consuele y tu presencia las sostenga en sus sufrimientos.”OE 229.2

    Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todos los hombres. Lee todo secreto del alma. El sabe si, en caso de serles concedida la vida, podrían o no soportar las pruebas que les sobrevendrían a aquellos para quienes se ora. El sabe si su vida sería una bendición o una maldición para ellos mismos y el mundo. Esta es una de las razones porque, aunque presentemos nuestras peticiones con fervor, debamos decir: “Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”7Lucas 22:42. Jesús añadió estas palabras de sumisión a la sabiduría y voluntad de Dios cuando estaba en el huerto de Getsemaní y rogaba: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso.”8Mateo 26:39. Y si eran apropiadas para él, el Hijo de Dios, ¡cuánto más han de convenir a los labios de los finitos y errantes mortales!OE 230.1

    Para ser consecuentes, debemos comunicar nuestros deseos a nuestro omnisapiente Padre celestial, y luego, con perfecta confianza, entregárselo todo a él. Sabemos que Dios nos oye si le pedimos conforme a su voluntad. Pero el tratar de apremiarlo con nuestras peticiones, sin tener espíritu sumiso, no es correcto; nuestras oraciones deben asumir la forma, no de una orden, sino de una intercesión.OE 230.2

    Hay casos en que Dios obra decididamente por su poder divino en el restablecimiento de la salud. Pero no todos los enfermos sanan. Muchos duermen en Jesús. A Juan en la isla de Patmos le fué ordenado que escribiese: “Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que decansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen.”9Apocalipsis 14:13. De ello se desprende que si las personas no se restablecen, no debe juzgárselas por ello como carentes de fe.OE 230.3

    Todos deseamos recibir contestaciones inmediatas y directas a nuestras oraciones, y estamos tentados a desanimarnos cuando la contestación demora o nos llega en una forma que no esperábamos. Pero Dios es demasiado sabio y bueno para contestar nuestras oraciones siempre en el preciso momento y de la precisa manera que deseamos. El hará para nosotros algo más y mejor que cumplir con todos nuestros deseos. Y como podemos confiar en su sabiduría y amor, no debemos pedirle que nos conceda lo que queremos, sino tratar de compenetrarnos de su propósito y ejecutarlo. Nuestros deseos e intereses deben perderse en su voluntad.OE 231.1

    Estas experiencias que prueban la fe son para beneficio nuestro. Por ellas se pone de manifiesto si nuestra fe es verdadera y sincera y descansa en la Palabra de Dios sola, o si, dependiendo de las circunstancias, es incierta y variable. La fe queda fortalecida por el ejercicio. Debemos dejar a la paciencia hacer su obra perfecta, recordando que hay en las Escrituras preciosas promesas para aquellos que esperan en el Señor.OE 231.2

    No todos comprenden estos principios. Muchos de los que buscan la misericordia sanadora del Señor piensan que el no recibir una respuesta directa e inmediata a su oración, indica que su fe es deficiente. Por esta razón, los que están debilitados por la enfermedad necesitan ser aconsejados sabiamente, a fin de obrar con discreción. No deben pasar por alto su deber para con los amigos que les sobrevivan, ni descuidar el empleo de los agentes de la naturaleza para devolver la salud.OE 231.3

    A menudo existe peligro de error en esto. Creyendo que serán sanados en contestación a la oración, algunos temen hacer algo que parecería indicar falta de fe. Pero no deben descuidar de poner sus asuntos en orden como lo harían si contasen con ser llevados por la muerte. Ni tampoco deben temer decir las palabras de aliento y consejo que en la hora de partida deseen decir a sus amados.OE 232.1

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