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Obreros Evangélicos

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    La urgencia de la obra de Cristo

    Si nuestros predicadores se dieran cuenta de cuán pronto los habitantes del mundo serán emplazados ante el tribunal de Dios, trabajarían más fervorosamente para conducir a hombres y mujeres a Cristo. Pronto sobrevendrá a todos la última prueba. Sólo por corto tiempo seguirá oyéndose la voz de la misericordia; sólo queda poco tiempo para dar la invitación de gracia: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.”2Juan 7:37. Dios envía la invitación evangélica a la gente de todo lugar. Trabajen los mensajeros que él envía de una manera tan armoniosa e incansable, que todos sepan que han estado con Jesús y aprendido de él.OE 34.2

    Acerca de Aarón, sumo sacerdote de Israel, está escrito: “Llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el racional del juicio sobre su corazón, cuando entrare en el santuario, para memoria delante de Jehová continuamente.”3Éxodo 28:29. ¡Qué figura hermosa y expresiva del invariable amor de Cristo por su iglesia! Nuestro Sumo Sacerdote, de quien Aarón era un tipo, lleva a su pueblo sobre su corazón. ¿Y no debieran sus ministros terrenos compartir su amor, simpatía y solicitud?OE 34.3

    Únicamente el poder divino enternecerá el corazón del pecador y lo traerá penitente a Cristo. Ningún gran reformador o maestro, ni siquiera Lutero, Melanchton, Wesley o Whitefield, podría de por sí haber obtenido acceso a los corazones, o haber logrado los resultados que logró. Pero Dios hablaba por su medio. Los hombres sentían la influencia de un poder superior, e involuntariamente cedían a él. Hoy día aquellos que se olviden de sí mismos y fíen en Dios para obtener éxito en la obra de salvar almas, tendrán la cooperación divina, y sus esfuerzos influirán gloriosamente en la salvación de las almas.OE 35.1

    Me veo obligada a decir que el trabajo de muchos de nuestros ministros carece de poder. Dios está aguardando para concederles su gracia, pero ellos prosiguen día tras día, poseyendo tan sólo una fe fría y nominal, presentando la teoría de la verdad, pero sin aquella fuerza vital que proviene de una conexión con el cielo, y que hace penetrar las palabras habladas en los corazones humanos. Están medio despiertos, mientras que en derredor suyo hay almas que perecen en las tinieblas y el error.OE 35.2

    ¡Ministros de Dios, con corazones ardientes de amor por Cristo y vuestros semejantes, tratad de despertar a los que están muertos en sus delitos y pecados! Penetren en sus conciencias vuestras súplicas y amonestaciones. Enternezcan sus corazones vuestras oraciones fervientes, y los conduzcan arrepentidos al Salvador. Sois embajadores de Cristo, para proclamar su mensaje de salvación. Recordad que una falta de consagración y sabiduría en vosotros puede decidir la suerte de un alma, y condenarla a la muerte eterna. No podéis correr el riesgo de ser descuidados e indiferentes. Necesitáis poder, y este poder Dios está dispuesto a dároslo sin reservas. El pide tan sólo un corazón humilde y contrito, que esté dispuesto a creer y recibir sus promesas. Habéis tan sólo de emplear los recursos que Dios puso a vuestro alcance y obtendréis la bendición. OE 35.3

    *****

    El obrero de Dios debe estar preparado para sacar a luz las más elevadas energías mentales y morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de Dios le hayan dotado; pero su éxito será proporcionado al grado de consagración y abnegación con que haga la obra, más bien que a las dotes naturales o adquiridas. Son necesarios los esfuerzos más fervientes y continuos para adquirir calificaciones de utilidad; pero a menos que Dios obre en conexión con el esfuerzo humano, nada puede lograrse. Cristo dice: “Sin mí nada podéis hacer.”4Juan 15:5. La gracia divina es el gran elemento del poder salvador; sin ella de nada sirven todos los esfuerzos humanos.—Testimonies for the Church 5:583.OE 36.1

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