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El Ministerio de Publicaciones

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    Capítulo 24—Enseñanza del colportaje evangélico

    La habilidad para enseñar el colportaje evangélico—El Señor le ha otorgado un importante don en su experiencia como colportor, y su habilidad para enseñar a otros a dedicarse con éxito a esta obra. No tiene que desanimarse cuando otros no piensan tal como usted y cuando se percata de que existe una diversidad de planes. El Señor no le ha dado la responsabilidad de gobernar la obra, pero sí le ha dado sabiduría para enseñar, y él le capacitará para ayudar a otros a llevar adelante con éxito la obra del colportaje...MPu 294.1

    El le ayudará a convertir en éxito la obra del colportaje. La capacitación que le ha dado el Señor para llevar a cabo en la educación de los colportores es una obra que mucho se necesita...MPu 294.2

    Ubíquese, si es posible, donde tenga pocas preocupaciones por el trabajo de otros. Como instructor de colportores, usted posee talentos que lo harán muy útil en la causa de Dios. Pero no debe convertirse en un dictador.—Carta 92, 1903.MPu 294.3

    La atención individual es indispensable para tener éxito—En toda enseñanza verdadera, es esencial la relación personal. Al enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes discernió un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía.MPu 294.4

    Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él.—La Educación, 231, 232.MPu 295.1

    Se requiere energía y entusiasmo—El entusiasmo es un elemento importante de la obra educativa. En cuanto a esto, la observación hecha una vez por un celebrado actor contiene una útil sugerencia. El arzobispo de Canterbury le había preguntado por qué los actores al representar una comedia impresionaban tan notablemente al auditorio al referirse a cosas imaginarias, mientras que los ministros del Evangelio impresionaban tan poco al suyo hablándoles de cosas reales. “Con todo el respeto debido a vuestra eminencia—contestó el actor—, permitidme deciros que la razón es sencilla: Es el poder del entusiasmo. Nosotros hablamos en el escenario de cosas imaginarias como si fueran reales, y vosotros en el púlpito habláis de cosas reales como si fuesen imaginarias”.MPu 295.2

    El maestro trata en su trabajo con cosas reales, y debería hablar de ellas con toda la fuerza y el entusiasmo que puedan inspirar el conocimiento de su realidad e importancia.—La Educación, 233.MPu 295.3

    El poder del ejemplo de Jesús—Practicaba lo que enseñaba. “Porque ejemplo os he dado—dijo a los discípulos—, para que como yo os he hecho vosotros también hagáis”. “Así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre”. Así, las palabras de Cristo tuvieron en su vida una ilustración y un apoyo perfectos. Y más aún, él era lo que enseñaba. Sus palabras no sólo eran la expresión de la experiencia de su propia vida, sino de su propio carácter. No sólo enseñó la verdad; él era la verdad. Eso fue lo que dio poder a su enseñanza.MPu 295.4

    Cristo reprendía fielmente. Nunca vivió otro que odiare tanto el mal, ni cuyas acusaciones fuesen tan terribles. Su misma presencia era un reproche para todo lo falso y lo bajo. A la luz de su pureza, los hombres veían que eran impuros, y que el blanco de su vida era despreciable y falso. Sin embargo, él los atraía. El que había creado al hombre, apreciaba el valor de la humanidad. Delataba el mal como enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar. En todo ser humano, cualquiera fuera el nivel al cual hubiese caído, veía a un hijo de Dios, que podía recobrar el privilegio de su relación divina.—La Educación, 78, 79.MPu 296.1

    Jesús discernía las posibilidades infinitas del ser humano—“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Juan 3:17. Al contemplar a los hombres sumidos en el sufrimiento y la degradación, Cristo percibió que, donde sólo se veía desesperación y ruina, había motivos de esperanza. Dondequiera existiera una sensación de necesidad, él veía una oportunidad de elevación. Respondía a las almas tentadas, derrotadas, que se sentían perdidas, a punto de perecer, no con acusación, sino con bendición...MPu 296.2

    En cada ser humano percibía posibilidades infinitas. Veía a los hombres según podrían ser transfigurados por su gracia, en “la luz de Jehová nuestro Dios”. Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. Al saludarlos con confianza, inspiraba confianza. Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y caídas se percataban de que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consideración. En más de un corazón que parecía muerto a todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida.MPu 296.3

    Cristo ligaba a los hombres a su corazón con lazos de amor y devoción, y con los mismos lazos los ligaba a sus semejantes. Con él, el amor era vida y la vida servicio. “De gracia recibisteis—dijo—, dad de gracia”. Mateo 10:8.—La Educación, 79, 80.MPu 297.1

    Instrucción mediante asociación personal—La ilustración más completa de los métodos de Cristo como maestro, se encuentra en la educación que él dio a los doce primeros discípulos. Esos hombres debían llevar pesadas responsabilidades. Los había escogido porque podía infundirles su Espíritu y prepararlos para impulsar su obra en la tierra, una vez que él se fuera. A ellos más que a nadie, les concedió la ventaja de su compañía. Por medio de su relación personal dejó su sello en estos colaboradores escogidos. “La Vida fue manifestada—dice Juan, el amado—, y la hemos visto, y testificamos”.MPu 297.2

    Solamente por medio de una comunión tal—la comunión de la mente con la mente, el corazón con el corazón, de lo humano con lo divino—, se puede transmitir esa energía vivificadora, transmisión que constituye la obra de la verdadera educación. Sólo la vida engendra vida.MPu 297.3

    En la educación de sus discípulos, el Salvador siguió el sistema de educación establecido al principio. Los primeros doce escogidos, junto con unos pocos que, por el alivio de sus necesidades estaban de vez en cuando en relación con ellos, formaban la familia de Jesús. Estaban con él en la casa, junto a la mesa, en la intimidad, en el campo. Lo acompañaban en sus viajes, compartían sus pruebas y tareas y, hasta donde podían, participaban de su trabajo.MPu 297.4

    A veces les enseñaba cuando estaban sentados en la ladera de la montaña; a veces, junto al mar, o desde la barca de un pescador; otras, cuando iban por el camino. Cada vez que hablaba a la multitud, los discípulos formaban el círculo más cercano a él. Se agolpaban alrededor de él para no perder nada de su instrucción. Eran oidores atentos, anhelosos de comprender las verdades que debían enseñar en todos los países y todos los tiempos.—La Educación, 84, 85.MPu 297.5

    La voz de Jesús era melodiosa e impresionante—Las enseñanzas de Jesús eran impresionantes y solemnes; su voz era melodiosa. ¿Y no debiéramos también nosotros, lo mismo que Cristo, aprender y practicar lo que sea necesario para que nuestras voces tengan un timbre melodioso?—Testimonies for the Church 2:617.MPu 298.1

    Jesús se encontraba con la gente en su propio terreno, como quien está familiarizado con sus perplejidades. Hacía hermosa la verdad presentándola de la manera más directa y sencilla. Su lenguaje era puro, refinado y claro como un arroyo cristalino. Su hablar era como música para los que habían escuchado las voces monótonas de los rabinos. Pero aunque su enseñanza era sencilla, hablaba como persona revestida de autoridad.—El Deseado de Todas las Gentes, 218.MPu 298.2

    Permitamos que la voz exprese simpatía y ternura. La voz de Jesús era muy conmovedora.—Welfare Ministry, 94.MPu 298.3

    Pero si el tono de la voz es adecuado, si expresa dignidad y seriedad, y si es modulado para que resulte conmovedor y enternecedor, producirá una impresión mucho mejor. Este era el tono de voz con el que Cristo enseñaba a sus discípulos. Los impresionaba con su solemnidad; hablaba con voz conmovedora y emocionante.—Testimonies for the Church 2:615.MPu 298.4

    Si él hubiera levantado su voz en un tono forzado,... el carácter conmovedor y la melodía de la voz humana se hubieran perdido, y mucha de la fuerza de la verdad se hubiera destruido.—El Evangelismo, 46.MPu 298.5

    Luego me fue presentado Cristo y su manera de hablar: y en su voz había una dulce melodía. Su voz expresada con lentitud y calma, llegaba a sus oyentes, y sus palabras penetraban en sus corazones, y ellos podían aprehender lo que él había dicho, antes de que pronunciara la frase siguiente.—El Evangelismo, 486.MPu 298.6

    Jesús enseñaba por parábolas—En las parábolas y comparaciones encontró el mejor método para comunicar las verdades divinas. Con un lenguaje sencillo y mediante el uso de figuras e ilustraciones tomadas del mundo natural, presentó las verdades espirituales a sus oyentes.—Fundamentals of Christian Education, 236.MPu 298.7

    Las enseñanzas de Jesús transformaron a sus discípulos—Gracias a la obra de Cristo, los discípulos sintieron su necesidad del Espíritu; debido a la enseñanza del Espíritu recibieron su preparación final y salieron a hacer la obra de sus vidas.MPu 299.1

    Dejaron de ser ignorantes e incultos. Dejaron de ser un conjunto de unidades independientes o de elementos discordantes y antagónicos. Dejaron de poner sus esperanzas en las grandezas mundanas. Eran “unánimes”, “de un mismo corazón y una misma alma”. Cristo ocupaba sus pensamientos. El progreso de su reino era la meta que tenían. Tanto en mente como en carácter se habían asemejado a su Maestro, y los hombres “reconocían, que eran de los que habían estado con Jesús”. Hechos 4:13.MPu 299.2

    Hubo entonces una revelación de la gloria de Cristo tal como nunca antes había sido vista por el hombre. Multitudes que habían denigrado su nombre y despreciado su poder, confesaron entonces que eran discípulos del Crucificado. Gracias a la cooperación del Espíritu divino, las labores de los hombres humildes a quienes Cristo había escogido conmovieron al mundo. En una generación el Evangelio llegó a toda nación que existía bajo el cielo.MPu 299.3

    Cristo ha encargado al mismo Espíritu que envió en su lugar como Instructor de sus primeros colaboradores, para que sea el Instructor de sus colaboradores de la actualidad. “He aquí yo estoy con vosotros siempre, hasta la consumación del siglo” (Mateo 28:20), es su promesa.—La Educación, 95, 96.MPu 299.4

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