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Testimonios Selectos Tomo 2

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    Capítulo 20—El evangelio en Samaria

    Este capítulo está basado en Hechos 8.

    Después de la muerte de Esteban, se levantó contra los cristianos de Jerusalén una persecución tan violenta que “todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria.” Saulo “asolaba la iglesia, entrando por las casas: y trayendo hombres y mujeres, los entregaba en la cárcel.”2TS 119.1

    La persecución desencadenada contra la iglesia de Jerusalén dió por resultado que la obra del evangelio recibiese poderoso impulso. Los fieles “iban por todas partes anunciando la palabra.”2TS 119.2

    Entre aquellos a quienes el Salvador había dado la comisión: “Id, y doctrinad a todos los gentiles,” 1Mateo 28:19. se contaban muchos de humilde clase social, hombres y mujeres que habían aprendido a amar a su Señor, y determinado seguir su ejemplo de abnegado servicio. A estos humildes hermanos, así como a los discípulos que estuvieron con el Salvador durante su ministerio terrenal, se les había entregado un precioso cometido. Debían proclamar al mundo la alegre nueva de la salvación por Cristo.2TS 119.3

    Al ser esparcidos por la persecución, salieron llenos de celo misionero. Comprendían la responsabilidad de su misión. Sabían que en sus manos llevaban el pan de vida para un mundo famélico; y el amor de Cristo los movía a compartir este pan con todos los necesitados. El Señor obró por medio de ellos. Por doquiera iban, sanaban los enfermos y los pobres oían la predicación del evangelio.2TS 119.4

    Felipe, uno de los siete diáconos, fué de los expulsados de Jerusalén. “Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y las gentes escuchaban atentamente unánimes.” La obra de Felipe en Samaria tuvo gran éxito, y alentado por ello, solicitó ayuda de Jerusalén. Los apóstoles comprendieron entonces más plenamente el significado de las palabras de Cristo: “Y me seréis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra.” 2Hechos 26:13, 14.2TS 119.5

    Mientras Felipe estaba todavía en Samaria, un mensajero celeste le mandó que fuera “hacia el mediodía, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. ... Entonces él se levantó, y fué.” No puso en duda el llamamiento ni vaciló en obedecer, porque había aprendido a conformarse con la voluntad del Dios de los cielos.2TS 120.1

    “Y he aquí un etíope, eunuco, gobernador de Candace, reina de los etíopes, el cual era puesto sobre todos sus tesoros, y había venido a adorar a Jerusalén, se volvía sentado en su carro, y leyendo el profeta Isaías.” Este etíope era hombre de buena posición y amplia influencia. Dios vió que una vez convertido comunicaría a otros la luz recibida, y ejercería poderoso influjo en favor del evangelio. Los ángeles del Señor asistían a este hombre que buscaba luz, y lo atraían hacia el Salvador. Por ministerio del Espíritu Santo, el Señor lo puso en contacto con quien podía conducirlo a la luz.2TS 120.2

    A Felipe se le mandó que fuese al encuentro del etíope y le explicase la profecía que iba leyendo. El Espíritu dijo: “Llégate, y júntate a este carro.” Una vez cerca, preguntó Felipe al eunuco: “¿Entiendes lo que lees? Y él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese, y se sentase con él.” El etíope leía el pasaje de Isaías referente a Cristo, que dice: “Como oveja a la muerte fué llevado; y como cordero mudo delante del que le trasquila, así no abrió su boca: en su humillación su juicio fué quitado: mas su generación, ¿quién la contará? porque es quitada de la tierra su vida.” El eunuco preguntó: “¿De quién el profeta dice esto? ¿de sí, o de otro alguno?” Entonces Felipe le declaró la gran verdad de la redención. Comenzando desde dicho pasaje de la Escritura “le anunció el evangelio de Jesús.”2TS 120.3

    El corazón del etíope conmovióse de interés cuando Felipe le explicó las Escrituras, y al terminar el discípulo, el hombre se mostró dispuesto a aceptar la luz que se le daba. No alegó su alta posición mundana como excusa para rechazar el evangelio. “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y bautizóle.2TS 121.1

    “Y como subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no le vió más el eunuco, y se fué por su camino gozoso. Felipe empero se halló en Azoto: y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.”2TS 121.2

    Este etíope simboliza una numerosa clase de personas que necesita ser enseñada por misioneros como Felipe, esto es, por hombres que escuchen la voz de Dios y vayan adonde él los envíe. Hay muchos que leen las Escrituras sin comprender su verdadero sentido. En todo el mundo, hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e interrogaciones brotan de las almas anhelosas de luz en súplica de gracia y de la recepción del Espíritu Santo. Muchos están en el umbral del reino esperando únicamente ser incorporados en él.2TS 121.3

    Un ángel guió a Felipe junto a uno que anhelaba luz y estaba dispuesto a recibir el evangelio. Hoy también los ángeles guiarán los pasos de aquellos obreros que consientan en que el Espíritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones. El ángel enviado a Felipe podía efectuar por sí mismo la obra relacionada con el etíope; pero no es tal el modo que Dios tiene de obrar. Su designio es que los hombres trabajen en beneficio de sus prójimos.2TS 122.1

    Tampoco recae únicamente sobre el ministro ordenado la responsabilidad de salir a realizar la comisión evangélica. Todo el que ha recibido a Cristo está llamado a trabajar por la salvación de sus prójimos. “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven.” 3Apocalipsis 22:17. A toda la iglesia incumbe el deber de dar esta invitación. Todo el que ha oído ha de ser el eco que por valles y montes repita: “Ven.”2TS 122.2

    Largo tiempo ha esperado Dios que el espíritu de servicio se posesionase de la iglesia entera, de suerte que cada miembro trabajase por él según su capacidad. Cuando los miembros de la iglesia de Dios efectúen su señalada labor en los menesterosos campos de su país y del extranjero, en cumplimiento de la comisión evangélica, pronto será amonestado el mundo entero y el Señor Jesús volverá a la tierra con poder y grande gloria. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los gentiles; y entonces vendrá el fin.” 4Mateo 24:14.2TS 122.3

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