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Manuscritos Inéditos Tomo 2 (Contiene los manuscritos 97-161)

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    Manuscrito 146—Indicaciones para la obra médica misionera y la alimentación saludable

    Existe el peligro de permitir que un sector de la obra absorba todo el poder y los recursos. Es peligroso recargar a todos con este tipo de trabajo, debido a la intensidad con que se realiza. Esta obra no conoce limitaciones; jamás será concluida, y debe ser tratada con suma prudencia y como parte de un todo. No debe permitirse que consuma los recursos que deben ser sostén del ministerio de la palabra.— Carta 3, 1899, p. 12 (a John H. Kellogg, 5 de enero de 1899).2MI 233.1

    Jamás se debería establecer un sanatorio para que se convierta en una entidad independiente de la iglesia. La genuina obra médica misionera no debe por ningún motivo separarse del ministerio evangélico.— Carta 204, 1899, p. 7 (a John H. Kellogg, 12 de diciembre de 1899).2MI 233.2

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    Solicitado por R. W. Schwartz de la Universidad Andrews, para su tesis relacionada sobre John Harvey Kellogg. Acceso concedido por los fideicomisarios a los archivos de Kellogg que conservan. El texto a continuación constituye un material seleccionado de las cartas de Elena G. de White, para utilizarlo en la tesis .— Arthur L. White.

    Puedo ver que en los planes del Señor la obra médica misionera tiene que ser una gran cuña de penetración, para así alcanzar al alma enferma. Creo, Dr. Kellogg, que no deberían cometerse errores ahora, para centrar nuestros esfuerzos mayormente en las clases populares. Hay que trabajar por las clases más altas, de forma que ellas ejerzan una influencia en este sentido y para que trabajen unidas a Dios El Señor en su gran misericordia e infinito amor ha estado inculcando en sus instrumentos humanos la idea de que los misioneros no habrán completado del todo su educación a menos que sepan cómo tratar a los enfermos y a los dolientes. [...]2MI 234.1

    La verdad expresada con la acción y la abnegación es el más sólido argumento en favor del cristianismo. Aliviar al enfermo y ayudar al afligido equivale a trabajar como lo hizo Cristo. De igual forma mostrará las más poderosas verdades del evangelio como muestras de la misión de Cristo y su obra en la tierra. El conocimiento del arte de aliviar a la doliente humanidad abre innumerables puertas a través de las cuales la verdad puede encontrar acceso al corazón, y almas ser salvadas para vida, vida eterna.— Carta 36, 1893, pp. 5, 7, 9 (a John H. Kellogg, 2 de octubre de 1893).2MI 234.2

    Hay en usted un deseo de supremacía, quiera o no reconocerlo; y si no lo hubiera fomentado, usted habría tenido a su lado a hombres que se estarían desarrollando como útiles médicos; hombres que estarían en constante crecimiento, y en los cuales podría usted confiar. Pero usted no les ha brindado las oportunidades que usted habría reclamado de haber estado en el lugar de ellos.— Carta 7, 1886, p. 2 (a John H. Kellogg, 26 de abril de 1886).2MI 234.3

    Me siento preocupada por usted, y considero que debe cambiar su forma de actuar. Usted está viviendo dos años en uno, y deseo alzar mi voz al respecto. Usted tiene que entender que esto es una gran carga. Esa presión sobre la maquinaria viviente no puede continuar sin que se afecten algunos órganos delicados; y entonces querido hermano, ¿cuál será el resultado? La muerte, que sería mucho peor que vivir sin fuerzas para hacerlo todo.— Carta 10, 1887, pp. 3, 4 (a John H. Kellogg, 23 de febrero de 1887).2MI 234.4

    Si pudiéramos hablar menos con respecto a los microbios, y más con relación al incomparable amor y poder de Dios, lo honraríamos mucho más.— Carta 18, 1892, p. 9 (a John H. Kellogg, 15 de abril de 1892).2MI 234.5

    Se le ha robado a toda la viña del Señor para llevar a cabo una obra que no tiene fin. Se han consumido los recursos que deberían haber suplido las necesidades de los campos extranjeros. Los recursos empleados en Chicago podrían haber proporcionado oportunidades a nuevos campos para realizar esa misma labor que Dios ha ordenado se lleve a cabo. Observe la pobreza que existe en ciertos sectores del campo, en países extranjeros, y en contraste advierta la inversión realizada tan solo en una gran ciudad. Eso demuestra que ha habido un mal empleo de un dinero que no es para que usted lo utilice según le plazca. [...]2MI 235.1

    Descuidar la propia obra que Dios le ha encomendado para asumir una tarea que él no ha señalado, no es el plan de Dios sino idea de usted. Usted no puede llevar la obra en Chicago como lo ha estado haciendo, y cumplir adecuadamente la tarea que Dios le ha asignado. A nadie que acepta que estamos llevando el último mensaje de misericordia al mundo, Dios le exige que se adentre por esos terrenos que usted ha estado pisando.— Carta 33, 1900, pp. 2, 8 (a John H. Kellogg, 27 de febrero de 1900).2MI 235.2

    Si las instituciones ya establecidas han de ser dirigidas de acuerdo con un plan no denominacional, ¿qué tendrían que ver los adventistas del séptimo día con dicha obra? Los adventistas del séptimo día tienen una tarea especial que realizar respecto a construir sanatorios en nuestro mundo, según sea necesario. [...]2MI 235.3

    Usted ha descartado prácticamente el mensaje del tercer ángel. Usted ha minimizado la obra del ministerio evangélico, mientras que ha convertido a la obra médica misionera en algo de importancia desproporcionada. Usted ha debilitado, donde debía haber fortalecido. Usted no respeta ningún límite. Usted se propuso, de estar a su alcance, poner en marcha la labor que había planificado; pero esa obra Dios jamás se la encomendó a usted para que la llevara a cabo.— Carta 41, 1900, pp. 2, 3, 4 (a John H. Kellogg, 10 de marzo de 1900).2MI 235.4

    El Señor le ha asignado a usted que sea el jefe del grupo médico, y usted debe ejercer su influencia entre los médicos más destacados. Usted puede ser un consejero, y debería ser escuchado como un prudente consejero; pero, en ningún momento debe creer que usted es la persona que tiene el poder de exaltar o agraviar a nadie. Usted no debe creer que mediante su autoridad puede exaltar a quien desee, o destruirlo, según se le antoje. A los siervos de Dios no se les concede esa autoridad. [...]2MI 235.5

    Así que, mi hermano, tengo que decirle que Dios desaprueba ese acuerdo que usted ha fraguado con abogados; en el que usted ha solicitado a algunos que coloquen sus firmas aceptando determinadas restricciones. [...]2MI 236.1

    No se debe poner cortapisas a los planes del Señor mediante ningún monopolio. El Señor, que ha concedido sabiduría para idear y hacer planes respecto a los alimentos saludables, no le ha concedido esto únicamente a una sola persona, ni aun a veinte. Cuando el Señor obra, es para beneficio de su pueblo, según se puso de manifiesto cuando descendió maná del cielo. Los alimentos saludables son el resultado de los estudios realizados por muchos intelectos. No es únicamente una mente la que ha sido dirigida por el Señor. Dios no aprueba la forma en que este asunto está siendo manejado.— Carta 180, 1901, pp. 46 (a John H. Kellogg, 28 de julio de 1901).2MI 236.2

    El falaz poder del enemigo lo ha llevado a usted a permitir que el estandarte de Dios se arrastre en el polvo, mientras que el mismo Dr. Kellogg se ha dedicado a trabajar en forma «no denominacional», en una labor que ha utilizado el dinero de gente que forma parte de una denominación.— Carta 45, 1900, p. 3 (a John H. Kellogg, 13 de marzo de 1900).2MI 236.3

    Sus enseñanzas religiosas no deben ser consideradas, ni aceptadas como un «así dice Jehová». No ha sido prudente que la gente confíe en usted como lo ha hecho, ya que usted no es un guía seguro respecto a asuntos espirituales.— Carta 55, 1903, p. 5 (a John H. Kellogg, 15 de abril de 1903).2MI 236.4

    Se me ha indicado que la elaboración de alimentos saludables es algo que procede del Señor, y que no debe ser considerado como propiedad particular de nadie. Sin embargo, nadie debería utilizar mis palabras como un permiso para violar las patentes del Dr. Kellogg, o las patentes de cualquier otra persona.2MI 236.5

    Existe en esto [en el panteísmo] la semilla de teorías que llevadas a una conclusión lógica, destruirán la fe en el tema del santuario y en la expiación. No creo que el Dr. Kellogg haya entendido bien esto. No creo que él se diera cuenta de que al establecer estos nuevos parámetros de fe, estaba dando pasos hacia la apostasía.— Carta 33, 1904, p. 2 (a los hermanos Faulkhead y Salisbury, 17 de enero de 1904).2MI 236.6

    Patrimonio White, 2MI 236.7

    febrero de 1963

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