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Manuscritos Inéditos Tomo 2 (Contiene los manuscritos 97-161)

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    Manuscrito 97—La sencillez en la vestimenta

    Mi corazón se ha entristecido al ver a muchos adventistas observadores el sábado convertirse en mundanos en lo que respecta a sus pensamientos, sus conversaciones y su manera de vestir. Los que dicen creer que son depositarios del último mensaje de misericordia que ha de ser proclamado al mundo, se sienten atraídos por las modas mundanas y hacen grandes esfuerzos para seguirlas, porque suponen que su profesión de fe se lo permite. Las vestimentas mundanas son tan notorias entre nuestro pueblo, que con frecuencia los no creyentes afirman: «Por su forma de vestir no se los puede distinguir de los mundanos». Creemos que esto es cierto, aunque hay muchas excepciones.2MI 9.1

    No son pocos los que se amoldan a los patrones del mundo. Nos entristece ver que estos influyen en otros y los inducen a seguir su ejemplo. Tengo que llegar a dolorosas conclusiones cuando veo que los que profesan el nombre2MI 9.2

    _______________

    Solicitado por Francis D. Nichol para un artículo que se publicaría en la Review and Herald el 20 de marzo de 1958. de Cristo imitan las modas adoptadas por los mundanos. Es evidente su falta de cristianismo. Tanto en mundanos como en cristianos, sus adornos externos manifiestan la ausencia de la belleza interna, la del «adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios» [1 Ped. 3: 4].

    Durante años este asunto nos ha apesadumbrado. Los errores que hemos visto en Battle Creek, el gran corazón de la obra, en cuanto al tema de la vestimenta afectan al resto del cuerpo de creyentes. En ese importante lugar están ubicadas algunas de nuestras instituciones más significativas: la editorial, donde la verdad se imprime para ser difundida en el mundo; el colegio para nuestros jóvenes y el instituto de salud, que ahora le llamamos sanatorio, donde la reforma se enseña y se practica. Desde diferentes estados los padres envían a sus hijos a Battle Creek, porque confían en esas instituciones y por las influencias morales y religiosas que imperan ellas.2MI 10.1

    Dios creó el Huerto de Edén. Él hizo del Huerto un lugar hermoso y santo. Pero Satanás logró entrar y dejó su turbia huella de pecado y desobediencia. Ni el tentador y ni los imperfectos están excluidos de Battle Creek. El tentador y los tentados tienen acceso a Battle Creek. Lamento decir que el orgullo, la vanidad y el amor a la ostentación son patentes, y testifican a todos que algunos se preocupan más por el vestido [terrenal] que por las vestiduras celestiales.2MI 10.2

    Como seguidores del manso y humilde Jesús, hemos de evitar los festones, los encajes innecesarios y los adornos de todo tipo, porque contradicen nuestra fe. Con frecuencia los adornos cuestan más que el material del vestido. Hemos advertido a nuestras hermanas cristianas respecto a la tendencia a confeccionar sus ropas siguiendo las modas mundanas que llaman la atención. La casa de Dios es profanada por el atuendo de las profesas damas cristianas de la actualidad. Un vestido provocador, la ostentación de cadenas de oro y encajes lla mativos ponen de manifiesto la debilidad mental y la vanidad del corazón.2MI 10.3

    Tomando en cuenta su situación económica, muchos de nuestros jóvenes incurren en gastos injustificado a fin de seguir la corriente de la moda. Los hijos de familias pobres pretenden vestirse igual que los hijos de familias ricas. Los padres sacrifican sus bolsillos, su tiempo y las fuerzas que Dios les ha dado, para confeccionar y remodelar ropas que satisfagan la vanidad de sus hijos. Si nuestras hermanas ricas disciplinaran sus gastos, no de acuerdo con sus recursos sino tomando en cuenta su responsabilidad ante Dios como fieles administradoras de los bienes que se les han confiado, su ejemplo serviría de mucho para frenar ese mal que hoy florece entre nosotros.2MI 10.4

    Satanás obra tras bastidores y confecciona las modas que llevan a la extravagancia y al derroche de recursos. Al crear las modas del momento, él tiene un propósito concreto, puesto que sabe que el tiempo y el dinero que se dedican a satisfacer las exigencias de la moda no serán empleados en propósitos más nobles y santos. Se desperdicia un tiempo valioso en mantenerse al día con modas pasajeras y que jamás les satisfarán. Tan pronto se introduce un estilo, se inventan otros nuevos, y otros más. De ese modo, si los que se consideran elegantes quieren mantenerse a la moda tendrán que estar cambiando constantemente su atuendo. De esa forma, los profesos cristianos, con su ambivalencia, desperdician su tiempo y le dedican al mundo prácticamente todas sus energías.2MI 11.1

    Esta innecesaria carga es asumida y aceptada voluntariamente por nuestras hermanas. La mitad de sus desvelos es resultado de sus intentos por seguir las modas; sin embargo, aceptan el yugo con mucho entusiasmo, debido a que la moda es el dios que ellas adoran. Están encadenadas a una servidumbre real, al igual que cualquier esclavo; no obstante, ¡ellas hablan de libertad! aunque no conocen nada de lo que es la independencia. No tienen criterio ni firmeza.2MI 11.2

    Satanás tiene un gran éxito al nublar sus mentes con los pasajeros estilos de la vestimenta. Él sabe que si las mentes de las mujeres están continuamente llenas del febril deseo de seguir las modas, su sensibilidad moral quedará debilitada y no podrán despertar para que reconozcan su verdadera condición espiritual. Son mundanas, sin Dios, sin esperanza.2MI 11.3

    Yo no tengo en poca estima el buen gusto y la pulcritud en el vestido. El buen gusto en el vestido no debe ser despreciado ni condenado. Animamos a nuestras hermanas a que obtengan materiales de buena calidad y duraderos; pero los festones, los adornos y los ornamentos innecesarios tiene que ser eliminados. Nada se gana intentando ahorrar mediante la compra de telas de mala calidad. Que la vestimenta sea sencilla y bien presentada, desprovista de extravagancia y de ostentación.2MI 11.4

    Las jóvenes que escapan de la esclavitud de la moda serán un adorno para la sociedad. Las que demuestran sencillez y recato en su vestido y en sus modales darán señales de que entienden que una verdadera dama se caracteriza por su entereza moral. ¡Qué encantadora y qué interesante es la sencillez en el vestido que, en su gracia y donaire, puede ser comparada con las flores del campo!2MI 11.5

    Cuando veo a damas cristianas dirigiendo campañas de temperancia y presentando a los borrachos el compromiso de abstenerse de las bebidas tóxicas, considero que también sería conveniente presentar a cada mujer cristiana un compromiso para que se abstenga de toda ostentación innecesaria y extravagancia en el vestido, porque la esclavitud de una mujer a la moda por lo general es tan gravosa como la esclavitud del borracho a su sed. Al vestir con sencillez, ahorrando tiempo y recursos, las damas cristianas pueden hacer más para estimular y apoyar la causa de la temperancia que con cualquier otra labor. Los recursos ahorrados servirán para vestir al necesitado, alimentar al hambriento y cerrar la puerta a la borrachera.2MI 12.1

    La ostentación en el vestido no es un asunto trivial, sino un mal de cierta envergadura. Lleva a malgastar tiempo, ideas y dinero en adornar el cuerpo, mientras se descuida el cultivo de las gracias celestiales. Las horas preciadas que nuestro Salvador nos ha exhortado a que dediquemos a la oración y al estudio de las Escrituras, se consagran a la innecesaria preparación de vestidos para hacer una exhibición presuntuosa. Pronto habrá una triste rendición de cuentas del derroche de los bienes del Señor en esas superfluas exhibiciones.2MI 12.2

    Los que practican la sencillez en el vestido tendrán tiempo para visitar a los afligidos y estarán mejor preparados para orar con ellos. El solemne deber de controlar y reducir los gastos personales recae sobre cada hombre y mujer cristianos, de manera que puedan ayudar a los necesitados, alimentar a los hambrientos y vestir a los que no tienen ropa.— Manuscrito 1, 1877, pp. 15 («Simplicity in Dress” [La sencillez en la vestimenta], 23 de octubre de 1877; publicado en la Review and Herald el 20 de marzo de 1958).2MI 12.3

    Patrimonio White,

    24 de octubre de 1958

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