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Elena G. de White en Europa

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    Una tormenta en el mar

    El lunes no hubo novedades. Pero el martes 11 de agosto cambió el tiempo. La Sra. de White escribió, con una aparente nota de expectación:EGWE 29.6

    “El mar está turbulento. Las olas se elevan a mucha altura en un rocío verde, azul y blanco, se confunden y se estrellan con fuerza contra el ojo de buey... El barco se mece terriblemente y cada tabla parece sufrir la presión y las sacudidas. Hay pocas personas sobre la cubierta. Está mojada. Las sillas han sido amarradas con sogas. De un extremo al otro del barco se han extendido sogas con el objeto de que los que andan en cubierta puedan asirse de ellas para no caer. Realmente hay un fuerte balanceo. No puedo recostarme en el sofá. Los baúles se deslizan por los camarotes. Las maletas bailan de acá para allá... Me alegro de poder trepar hasta mi litera y recostarme. Poco es lo que puedo descansar. Tengo preciosos momentos de oración silenciosa. El Señor Jesús parece estar muy cerca de mí. Me siento tan agradecida de poder confiar en mi Salvador en todo momento”.—Manuscrito 16a, 1885.EGWE 30.1

    Después de la tormenta siguieron dos días de relativa calma y niebla, acompañados por el sonido impresionante de la sirena por la niebla que, según describe ella en su diario, “brama su señal de advertencia que repercute en cada nervio del cuerpo”.—Ibid.EGWE 30.2

    Y entonces, como de costumbre, la Sra. de White comienza a escribir nuevamente: Siete páginas el jueves, diez el viernes, diez el lunes siguiente.*Durante los setenta años de su ministerio público escribió más de 100.000 páginas, más de 25 millones de palabras. Esta fue, probablemente, la parte más Importante de su trabajo. Pocos autores, si es que hubo alguno, ya sea religioso o secular, han escrito tanto. Le escribió a su hijo Edson y a su hermana melliza Elizabeth. Hizo las cinco páginas que se imprimían en The Sabbath School Worker (El auxiliar de la escuela sabática). También escribía con regularidad su diario, para llevar un registro de la vida a bordo del Cephalonia y las meditaciones que le inspiraba.EGWE 30.3

    “He pensado en la gente que está en este barco y que no tiene fe en Dios ni esperanza en Jesucristo, el Redentor del mundo. Cuando el sol brilla y no amenaza ningún peligro, todo es hilaridad y diversión. Pero cuando los terribles vientos empujan y sacuden el barco, cuando llega el peligro, cuando la vida está en la balanza, el apetito por las diversiones termina...EGWE 31.1

    “En medio de las aguas embravecidas, de la tormenta y la niebla, sentí que Jesús jamás había estado tan cerca, y que nunca había sido tan precioso para mí. Mi fe reposó en Dios, aunque las tinieblas me rodeaban. La fe del creyente es como la brújula del barco; por más que éste luche contra las olas y la tempestad, por más que se agite en el incansable mar permanentemente inquieto, la brújula conserva su posición y cumple su tarea. Mantiene su nivel en medio de las zambullidas y el balanceo, señalando el polo. Sentí que mi alma puede descansar en Dios a pesar de lo que venga, ya sean olas serenas o tumultuosas”.—Manuscrito 17, 1885.EGWE 31.2

    Una y otra vez recordó Elena G. de White la historia de Noé y de su fe, cuando navegaba en el arca sacudida por la tormenta. La Sra. de White estaba tan familiarizada con las Escrituras que le resultaba natural establecer paralelos entre sus experiencias y las de los personajes bíblicos.EGWE 31.3

    Finalmente, al atardecer del 18 de agosto, el Cephalonia ancló en Liverpool. La travesía había durado diez días, plenos de interés para la diminuta viajera cuya inagotable curiosidad y sensibilidad hacia el ambiente que la rodeaba, convertían la vida en una fuente de permanente interés. Pero ella no era una turista que venía a contemplar el paisaje. Tenía una importante obra que hacer para Dios.*2—E.G.W. en E.EGWE 31.4

    Dos años más tarde—menos dos semanas y un día—, el 3 de agosto, volvería a hacer el viaje de regreso desde ese mismo puerto. Su activa aventura europea habría pasado ya a la historia.EGWE 32.1

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