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Estudios en Educación Cristiana

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    Capítulo 8 — Una educación misionera

    En la obra de salvar almas, el Señor reúne trabajadores que tienen diferentes planes e ideas y diversos métodos de trabajo. Pero recordando esta diversidad, debe revelarse una unidad de propósito. A menudo en lo pasado la obra que el Señor designó que prosperase ha sido estorbada por causa de hombres que trataron de poner un yugo sobre sus compañeros de labor que no seguían los métodos que ellos suponían que eran los mejores.EEC 136.2

    No se puede dar un modelo exacto para el establecimiento de escuelas en campos nuevos. El clima, los alrededores, la condición del país, y los medios disponibles con los cuales trabajar, deben contribuir a dar forma a la obra. Las bendiciones de una educación equilibrada traerá éxito a la obra misionera cristiana. Por este medio, almas serán convertidas a la verdad.EEC 136.3

    “Vosotros sois la luz del mundo”, declara Cristo. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. La obra de Dios en la tierra en estos últimos días ha de reflejar la luz que Cristo trajo al mundo. Esta luz ha de disipar la densa oscuridad de los siglos. Los hombres y las mujeres en oscuridad pagana han de ser alcanzados por aquellos que una vez estuvieron en una condición similar de ignorancia, pero que han recibido el conocimiento de la verdad de la palabra de Dios. Estas naciones paganas aceptarán ansiosamente la instrucción en el conocimiento de Dios que le dan.EEC 136.4

    Su obra en la tierra es muy preciosa para Dios. Cristo y los ángeles celestiales están vigilándola a cada momento. Al acercarnos a la venida de Cristo, más y aún más obra misionera ocupará nuestros esfuerzos. El mensaje del poder renovador de la gracia de Dios será llevado a cada país y clima, hasta que la verdad circunde el mundo. Entre el número de los que serán sellados estarán los que vienen de cada nación y tribu y lengua y pueblo. De cada país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del trono de Dios y del Cordero, clamando: “¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!” Pero antes de que se pueda realizar esta obra, debemos experimentar aquí mismo, en nuestro propio país, la obra del Espíritu Santo sobre nuestros corazones.EEC 136.5

    Dios me ha revelado que estamos en un peligro positivo de traer a nuestra obra educacional las costumbres y modas que prevalecen en las escuelas del mundo. Si los maestros no son cautelosos en su trabajo, pondrán sobre los cuellos de sus estudiantes yugos mundanos en lugar del yugo de Cristo. El plan de las escuelas que estableceremos en estos años finales de la obra ha de ser de un orden totalmente diferente de los que hemos instituido en lo pasado.EEC 137.1

    Por esta razón, Dios nos pide que establezcamos escuelas fuera de las ciudades, donde, sin obstáculos ni impedimentos, podamos llevar la obra de la educación sobre planes que están en armonía con el mensaje solemne que se nos ha entregado para el mundo. Una educación como ésta puede realizarse mejor donde hay terrenos para cultivar, donde el ejercicio físico de los alumnos puede ser de tal naturaleza como para realizar una parte valiosa en la edificación de su carácter, y para prepararlos para ser útiles en los campos adonde irán.EEC 137.2

    Dios bendecirá la obra de estas escuelas que se conduzcan de acuerdo con sus designios. Cuando estuvimos trabajando para establecer la obra educativa en Australia, el Señor nos reveló que esta escuela no debe seguir el modelo de ninguna escuela establecida en lo pasado. Esta debía ser una escuela modelo. La escuela estaba organizada sobre el plan que Dios nos dio, y él ha prosperado su obra.EEC 137.3

    Se me ha mostrado que en nuestra obra educacional no hemos de seguir los métodos que han sido adoptados en nuestras escuelas establecidas más antiguas. Entre nosotros nos aferramos demasiado a costumbres viejas, y por causa de esto estamos mucho más atrás de lo que debíamos estar en el desarrollo del mensaje del tercer ángel. Por cuanto los hombres no comprendieron el propósito de Dios en los planes puestos delante de nosotros para la educación de los obreros, en algunas de nuestras escuelas se han seguido métodos que han retrasado la obra de Dios más bien que hacerla progresar. Han pasado años a la eternidad con pocos resultados que podrían haber mostrado la realización de una gran obra. Si los obreros en la tierra hubieran hecho la voluntad de Dios como la hacen los ángeles en el cielo, mucho de lo que ahora permanece para ser hecho, se hubiera ya logrado, y se verían resultados nobles como fruto del esfuerzo misionero.EEC 137.4

    Las destrezas adquiridas en la granja escolar es precisamente la educación que es más esencial para quienes irán como misioneros a muchos campos extranjeros. Si se da esta preparación con vistas a la gloria de Dios, se verán grandes resultados. Ninguna obra será más efectiva que la que hacen quienes, habiendo obtenido una educación en la vida práctica, salen para los campos misioneros con el mensaje de la verdad, preparados para instruir como ellos fueron instruidos. El conocimiento que han obtenido al cultivar la tierra y en otras líneas de trabajos manuales, y que llevan consigo a sus campos de labor, los hará una bendición aún en países paganos.EEC 138.1

    Antes de que podamos llevar el mensaje de la verdad presente en su plenitud a otros países, primero debemos romper todo yugo. Debemos ponernos en línea con la verdadera educación, caminando en la sabiduría de Dios y no en la sabiduría del mundo. Dios llama a mensajeros que sean verdaderos reformadores. Debemos educar, educar, para preparar a un pueblo que comprenda el mensaje, y entonces dé el mensaje al mundo.EEC 138.2

    Ha habido un definido fracaso en cumplir los requisitos de Dios en el campo del sur. Necesitamos pedirle a Dios que nos dé entendimiento para que podamos ver nuestra falta, y captar la situación en el sur, y la necesidad de hacer esta obra misionera que está a la mano. El pueblo sin educación en el sur necesita el conocimiento del evangelio tan ciertamente como los paganos en tierras lejanas. Dios nos pide que estudiemos cómo podemos alcanzar las clases descuidadas de la gente blanca y de color en el sur, y con toda esta capacidad que obtengamos, trabajar por las almas de estos hombres y mujeres.EEC 138.3

    La escuela de Madison

    Constituía un gran problema para los hermanos Sutherland y Magan y sus fieles asociados el saber adaptarse a la obra en Madison, Tennessee. Tenían muchos obstáculos y dificultades que afrontar, algunos de los cuales no hubieran necesitado enfrentar.EEC 138.4

    La razón por la que estos hermanos fueron persuadidos a comprar el lugar que ahora ocupa la escuela de Madison, fue la luz especial que me fue dada de que este lugar era bien adaptado para la obra educativa que era más necesaria aquí. Se me presentó que este era un lugar donde se podía dar con ventajas una educación bien equilibrada a estudiantes que vinieran del norte o del sur para instruirse. En lo que ya se ha logrado en la Escuela de Madison, el Señor está manifestando que él está bendiciendo la obra que allí se realiza, y está dirigiendo a los maestros que se asocian entre sí para llevar la carga de la obra.EEC 138.5

    Se pusieron muchos obstáculos en el camino de los pioneros de la escuela de Madison de tal naturaleza como para desanimarlos y expulsarlos del campo. Estos obstáculos no fueron puestos allí por el Señor. En algunas cosas la planificación y los propósitos finitos de los hombres han actuado en contra de la obra de Dios.EEC 139.1

    Seamos cuidadosos, hermanos, no sea que contrarrestemos y estorbemos el progreso de otros, y de ese modo retrasar el envío del mensaje evangélico. Se ha hecho esto, y por esto me siento impulsada a hablar tan claramente. Si se hubiera dado a la empresa escolar de Madison la ayuda adecuada, su obra podría estar en una etapa de desarrollo mucho más adelantada. La obra en Madison ha hecho un progreso muy lento y, no obstante, a pesar de los obstáculos y estorbos, estos obreros no han fallado ni se han desanimado; y han sido capacitados para realizar una buena obra en la causa de Dios.EEC 139.2

    El Señor no pone límites a sus obreros en algunas líneas que los hombres no estén acostumbrados a poner. En su obra, los hermanos Magan y Sutherland han sido estorbados innecesariamente. Se le han retenido los recursos porque la organización y administración de la escuela de Madison no se puso bajo el control de la Asociación. Pero las razones por las que esta escuela no era propiedad de la Asociación y controlada por ella, no se han considerado debidamente.EEC 139.3

    La falta de interés en esta obra, de parte de algunos que debieran haberla apreciado altamente, es definidamente errónea. Nuestros hermanos deben precaverse contra la repetición de tales experiencias.EEC 139.4

    Dios no requiere que la obra educativa en Madison cambie totalmente antes que pueda recibir el apoyo decidido de nuestro pueblo. La obra que ha sido hecha allí tiene la aprobación de Dios, y él prohíbe que esta línea de trabajo se interrumpa. El Señor continuará bendiciendo y sosteniendo a los obreros mientras ellos sigan su consejo.EEC 139.5

    Los hermanos Sutherland y Magan están tan ciertamente dedicados a hacer la obra del Señor en Madison como lo están otros obreros han sido designados a hacer su parte en la causa de la verdad presente. La luz que se me ha dado es que hemos de ayudar a estos hermanos y a sus asociados, quienes han trabajado más allá de sus fuerzas, con grandes desventajas. Procuremos comprender la situación, y ver que la justicia y la misericordia no se olviden en la distribución de los recursos.EEC 139.6

    Los líderes en la obra de la escuela de Madison son colaboradores de Dios. Los hermanos deben hacer más en favor de ellos. El dinero del Señor ha de sostenerlos en sus labores. Tienen un derecho de compartir los medios dados a la causa. Deberían recibir su parte proporcional de los recursos que entran para el avance de la causa.EEC 140.1

    18 de junio de 1907.

    Elena G. de White.

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