¿Robará el hombre a Dios?
El Señor ha ordenado que la difusión de la luz y la verdad en la tierra dependan de los esfuerzos voluntarios y las ofrendas de aquellos que han participado de los dones celestiales. Son comparativamente pocos los llamados a viajar como ministros o como misioneros, pero multitudes han de cooperar con sus recursos en la difusión de la verdad.2JT 40.1
La historia de Ananías y Safira nos es dada para que podamos comprender el pecado del engaño en relación con nuestros donativos y ofrendas. Ellos habían prometido voluntariamente dar una porción de su propiedad para el adelantamiento de la causa de Cristo; pero, cuando tuvieron los recursos en sus manos, se negaron a cumplir aquella obligación aunque deseaban al mismo tiempo aparentar que lo habían dado todo. Recibieron un castigo ejemplar para que sirviese de advertencia perpetua a los cristianos de todas las épocas. El mismo pecado prevalece terriblemente en la actualidad, aunque no oímos hablar de tan señalados castigos. El Señor muestra una vez a los hombres cuánto aborrece la violación de sus requerimientos sagrados y su dignidad, y luego los deja seguir los principios generales de la administración divina.2JT 40.2
Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen la renta del Evangelio. Dios pide cierta porción de los recursos confiados al hombre: un diezmo; pero deja a todos libres para decir cuánto es el diezmo, y si ellos quieren o no dar más que esto. Han de dar según se proponen en su corazón. Pero cuando el corazón está conmovido por la influencia del Espíritu Santo, y se ha hecho un voto de dar cierta cantidad, el que hizo el voto ya no tiene derecho sobre la porción consagrada. Hizo su promesa delante de los hombres, y ellos son llamados a atestiguar la transacción. Al mismo tiempo incurrió él en una obligación del carácter más sagrado para cooperar con el Señor en la edificación de su reino en la tierra. Una promesa así hecha a los hombres sería considerada ineludible? ¿No son más sagradas e ineludibles las promesas hechas a Dios? ¿Son las que juzga el tribunal de la conciencia menos válidas que los contratos hechos con los hombres?2JT 40.3
Cuando la luz divina resplandece en el corazón con claridad y poder inusitados, el egoísmo habitual pierde su asidero y hay disposición a dar para la causa de Dios. Nadie puede contar con que se le dejará cumplir las promesas hechas entonces sin que Satanás proteste. No le agrada ver fortalecido el reino del Redentor en la tierra. El sugiere que la promesa hecha era excesiva, que lo estorbará a uno en sus esfuerzos para adquirir propiedades, o satisfacer los deseos de su familia. Es asombroso el poder que Satanás tiene sobre la mente humana. Trabaja muy asiduamente para mantener al corazón embargado por el yo.2JT 41.1
El único medio que Dios ha dispuesto para hacer progresar su causa consiste en bendecir a los hombres con propiedades. Les da la luz del sol y la lluvia; hace florecer la vegetación; les da salud y capacidad de adquirir recursos. Todas nuestras bendiciones provienen de su mano bondadosa. En retribución, quiere él que los hombres y las mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole una porción en diezmos y ofrendas, en ofrendas de agradecimiento y ofrendas voluntarias.2JT 41.2
Los corazones humanos se endurecen por el egoísmo, y como en el caso de Ananías y Safira, se sienten tentados a retener parte del precio, aunque simulando cumplir con las reglas del diezmo. ¿Robará el hombre a Dios? Si los recursos afluyesen a la tesorería en conformidad exacta con el plan de Dios, en la proporción de un diezmo de toda ganancia, abundarían para llevar adelante su obra.2JT 41.3
Bien, dice uno, siguen llegando los pedidos de dar para la causa. Estoy cansado de dar. ¿Es verdad? Entonces, permítame preguntarle: ¿Está Vd. cansado de recibir de la benéfica mano de Dios? Mientras él no cese de bendecirle, no cesará Vd. de estar bajo la obligación de devolverle la porción que exige. El le bendice a Vd. para que esté en situación de beneficiar a otros. Cuando Vd. esté cansado de recibir, entonces podrá decir: Estoy cansado de tantas invitaciones a dar. Dios reserva para sí una porción de todo lo que recibimos. Cuando se la devolvemos, bendice el resto, pero si la retenemos, tarde o temprano el conjunto resulta maldito. Primero viene el derecho de Dios; todo otro derecho es secundario.2JT 41.4
En toda iglesia debe establecerse un fondo para los pobres. Luego cada miembro presentará una ofrenda de agradecimiento a Dios cada semana o cada mes, según resulte más conveniente. Esta ofrenda expresará nuestra gratitud por los dones de la salud, el alimento y las ropas cómodas. Y en la medida en que Dios nos bendijo con estas comodidades, apartaremos recursos para los pobres, los dolientes y los angustiados. Quisiera llamar especialmente la atención de los hermanos a este punto. Recordemos a los pobres. Privémonos de algunos de nuestros lujos; sí, aun de comodidades, y ayudemos a aquellos que pueden obtener solamente la más escasa alimentación e indumentaria. Al obrar en su favor, obramos para Jesús en la persona de sus santos. El se identifica con la humanidad doliente. No aguardemos hasta que hayan sido satisfechas todas nuestras necesidades imaginarias. No confiemos en nuestros sentimientos para dar cuando nos sintamos dispuestos a ello, y retener cuando no nos inclinemos a dar. Demos regularmente, sea diez, veinte o cincuenta centavos por semana, según lo que quisiéramos ver anotado en el registro celestial en el día de Dios.2JT 42.1
Queremos agradeceros por vuestros buenos deseos, pero los pobres no pueden vivir cómodamente sólo con buenos deseos. Deben recibir alimentos y ropas como pruebas tangibles de vuestra bondad. Dios no quiere que ninguno de sus seguidores mendigue su pan. Os ha dado en abundancia para que podáis suplir las necesidades que ellos no alcanzan a suplir con su laboriosidad y estricta economía. No aguardéis a que llamen vuestra atención a sus necesidades. Obrad como Job. Lo que él no sabía, lo averiguaba. Haced una jira de inspección, y ved lo que se necesita, y cómo puede suplirse mejor.2JT 42.2
Se me ha mostrado que muchos de nuestros hermanos están robando al Señor en los diezmos y las ofrendas, y como resultado la obra se perjudica grandemente. La maldición de Dios descansará sobre los que están viviendo de las bondades de Dios, y sin embargo cierran su corazón y nada o casi nada hacen para que progrese su causa. Hermanos y hermanas, ¿cómo puede el Padre benéfico continuar haciéndoos sus mayordomos y daros recursos que debéis usar para él, si lo retenéis todo, aseverando egoístamente que es vuestro?2JT 43.1
En vez de devolver a Dios los medios que él ha puesto en sus manos, muchos los invierten en más tierras. Este mal está creciendo entre nuestros hermanos. Tenían antes todo lo que podían atender, pero el amor al dinero o un deseo de ser tenidos por tan ricos como sus vecinos, los induce a enterrar sus recursos en el mundo, y retener lo que deben con justicia a Dios. ¿Podemos sorprendernos si no son prosperados, y si Dios no bendice sus cosechas y se ven chasqueados?2JT 43.2
Si nuestros hermanos pudiesen recordar que Dios puede bendecir veinte hectáreas de tierra y hacerlas producir tanto como cien, no continuarían sepultándose en más tierras, sino que dejarían fluir sus recursos a la tesorería de Dios. “Mirad por vosotros—dice Cristo,—que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida.” Lucas 21:34. Le agrada a Satanás haceros ensanchar vuestras granjas e invertir vuestros recursos en empresas mundanas, porque al obrar así, no sólo impedís que la causa progrese, sino que por la ansiedad y el recargo del trabajo, reducís vuestras perspectivas de obtener la vida eterna.2JT 43.3
Debiéramos prestar ahora atención a la orden de nuestro Salvador: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe.” Lucas 12:33. Ahora es cuando nuestros hermanos debieran estar reduciendo sus propiedades en vez de aumentarlas. Estamos por trasladarnos a una patria mejor, a saber la celestial. No seamos, pues, moradores de la tierra, sino más bien reduzcamos nuestras cosas a la menor cantidad posible.2JT 43.4
Se acerca el tiempo en que no podremos vender a ningún precio. Pronto se promulgará el decreto que prohibirá a los hombres comprar o vender si no tienen la marca de la bestia.2JT 44.1
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El Señor me ha mostrado repetidas veces que es contrario a la Biblia hacer provisión alguna para nuestras necesidades temporales en el tiempo de angustia. Vi que si los santos tuvieran alimento guardado o en el campo, en el tiempo de angustia, cuando la espada, el hambre y la pestilencia asolasen la tierra, les sería arrebatado por manos violentas, y extraños cosecharían sus campos. Será entonces el momento en que habremos de confiar plenamente en Dios y él nos sostendrá. Vi que en ese momento nuestro pan y nuestras aguas serán seguras, y que no nos faltarán ni sufriremos hambre; porque Dios puede tender una mesa para nosotros en el desierto. Si fuese necesario mandaría a los cuervos para que nos alimentaran, como alimentaron a Elías, o haría caer maná del cielo como lo hizo caer para los israelitas.2JT 44.2
Las casas y las tierras no prestarán utilidad a los santos en el tiempo de tribulación, porque tendrán que huir ante turbas enfurecidas, y no podrán vender sus posesiones para hacer progresar la causa de la verdad presente. Me fué mostrado que es voluntad de Dios que los santos se libren de todo estorbo antes que llegue el tiempo de angustia, y hagan un pacto con Dios por sacrificio. Si ponen su propiedad sobre el altar, y preguntan fervientemente a Dios cuál es su deber, les enseñará cuándo deben deshacerse de estas cosas. Entonces estarán libres en el tiempo de tribulación y sin el estorbo de pesos muertos.2JT 44.3