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Joyas de los Testimonios 2

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    Las responsabilidades del médico*Testimonios para la Iglesia 5:439-448 (1885).

    “EL principio de la sabiduría es el temor de Jehová.” Proverbios 1:7. Los profesionales, cualquiera que sea su vocación, necesitan sabiduría divina. Pero el médico necesita especialmente esa sabiduría para tratar con toda clase de mentes y enfermedades. Ocupa un puesto de responsabilidad aun mayor que la del ministro del Evangelio. Está llamado a ser colaborador con Cristo, y necesita sólidos principios religiosos, y una firme relación con el Dios de la sabiduría. Si recibe consejo de Dios, el gran Médico colaborará con sus esfuerzos; y procederá con la mayor cautela, no sea que por su trato equivocado perjudique a algunas de las criaturas de Dios. Será tan fiel a los principios como una roca, aunque bondadoso y cortés con todos. Sentirá la responsabilidad de su cargo, y su práctica de la medicina indicará que le mueven motivos puros y abnegados, y un deseo de adornar la doctrina de Cristo en todas las cosas. Un médico tal poseerá una dignidad nacida del cielo, y será en el mundo un agente poderoso para el bien. Aunque no lo aprecien los que no estén relacionados con Dios, será honrado del cielo. A la vista de Dios será más precioso que el oro de Ofir. ...2JT 142.1

    Hay muchas maneras de practicar el arte de sanar; pero hay una sola que el cielo aprueba. Los remedios de Dios son los simples agentes de la naturaleza, que no recargarán ni debilitarán el organismo por la fuerza de sus propiedades. El aire puro y el agua, el aseo y la debida alimentación, la pureza en la vida y una firme confianza en Dios, son remedios por cuya falta millares están muriendo; sin embargo, estos remedios están pasando de moda porque su uso hábil requiere trabajo que la gente no aprecia. El aire puro, el ejercicio, el agua pura y un ambiente limpio y amable, están al alcance de todos con poco costo; mientras que las drogas son costosas, tanto en recursos como en el efecto que producen sobre el organismo.2JT 142.2

    La obra del médico cristiano no acaba al curar las dolencias del cuerpo; sus esfuerzos deben extenderse a las enfermedades de la mente, a salvar el alma. Tal vez no tenga el deber de presentar los puntos teóricos de la verdad a menos que se lo pidan, pero puede conducir a sus pacientes a Cristo. Las lecciones del divino Maestro son siempre apropiadas. Debe llamar la atención de los quejosos a los indicios siempre renovados del amor y el cuidado de Dios, a su sabiduría y bondad según se manifiestan en sus obras creadas. La mente puede entonces ser conducida por la naturaleza al Dios de la naturaleza, y concentrarse en el cielo que él ha preparado para los que le aman.2JT 143.1

    El médico debe saber orar. En muchos casos debe intensificar el dolor para salvar la vida; y sea el paciente cristiano o no, siente mayor seguridad si sabe que su médico teme a Dios. La oración dará a los enfermos una confianza permanente; y muchas veces, si sus casos son presentados al gran Médico con humilde confianza, esto hará más para ellos que todas las drogas que se les puedan administrar.2JT 143.2

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