Guardados por su poder
Algunos parecen creer que deben estar a prueba, y que deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder pedir su bendición. Pero estas amadas almas pueden reclamar su bendición ahora mismo. Deben tener su gracia, el Espíritu de Cristo, para ayudar a sus flaquezas, o no podrán adquirir un carácter cristiano. Jesús se deleita en que acudamos a él tal como somos: pecaminosos, indefensos y dependiendo de él.2JT 94.1
El arrepentimiento, tanto como el perdón, es don de Dios por Cristo. Por la influencia del Espíritu Santo es como quedamos convencidos de pecado, y sentimos nuestra necesidad de perdón. Nadie sino el contrito será perdonado; pero la gracia de Dios es lo que hace penitente al corazón. El conoce todas nuestras flaquezas y nos ayudará.2JT 94.2
Algunos de los que acuden a Dios por el arrepentimiento y la confesión, y hasta creen que sus pecados están perdonados, no se aferran como debieran a las promesas de Dios. No ven que Jesús es un Salvador siempre presente; y no están dispuestos a confiarle la custodia de sus almas, seguros de que él perfeccionará la obra de gracia iniciada en su corazón. Aunque piensan que se están confiando a Dios, dependen mucho de sí mismos. Son almas concienzudas que confían parcialmente en Dios y parcialmente en sí mismas. No miran a Dios, para ser guardados por su poder, sino que dependen de la vigilancia contra la tentación y del cumplimiento de ciertos deberes para ser aceptados por él. No hay victorias en esta clase de fe. Las tales personas trabajan inútilmente; sus almas están en servidumbre continua, y no hallarán descanso hasta que pongan sus cargas a los pies de Jesús.2JT 94.3
Hay necesidad de una vigilancia constante, de devoción fervorosa y amante; pero estas cosas vendrán naturalmente cuando el alma sea guardada por el poder de Dios mediante la fe. Nada podemos hacer, absolutamente nada, para recomendarnos al favor divino. No debemos confiar en absoluto en nosotros mismos, ni en nuestras buenas obras; pero cuando, como seres pecaminosos y sujetos a yerros, acudimos a Cristo, podemos hallar descanso en su amor. Dios aceptará a todo aquel que acuda a él, confiando plenamente en los méritos de un Salvador crucificado. El amor brota en el corazón. Tal vez no haya éxtasis del sentimiento, pero hay una confianza permanente y apacible. Toda carga será liviana; porque el yugo que Cristo impone es fácil. El deber se convierte en delicia, y el sacrificio en placer. La senda que antes parecía rodeada de tinieblas se ilumina con las rayos del Sol de Justicia. Esto es andar en la luz como Cristo está en la luz.2JT 95.1