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Reflejemos a Jesús

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    La personalidad de Dios revelada en Cristo, 25 de enero

    Yo y el Padre uno somos. Juan 10:30.RJ 31.1

    Como ser personal, Dios se ha revelado en su Hijo. Esplendor de la gloria del Padre “y la imagen misma de su sustancia”, Jesús, como Salvador personal, vino al mundo. Como Salvador personal ascendió también al cielo. Como Salvador personal intercede en las cortes celestiales. Ante el trono de Dios intercede en nuestro favor “uno semejante al Hijo del Hombre” Hebreos 1:3; Apocalipsis 1:13.RJ 31.2

    Cristo, la luz del mundo, veló el deslumbrante resplandor de su divinidad y vino a vivir como hombre entre los hombres para que ellos pudieran, sin ser consumidos, conocer a su Creador. Desde que el pecado separó al hombre de su Hacedor, nadie vio jamás a Dios, sino manifestado en Cristo.RJ 31.3

    “Yo y el Padre uno somos”, declaró Cristo. “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”Mateo 11:27.RJ 31.4

    Cristo vino para enseñar a los seres humanos lo que Dios quiere que sepan. Arriba en los cielos, abajo en la tierra, en las anchas aguas del océano, vemos la obra de la mano de Dios. Todas las cosas creadas atestiguan su poder, sabiduría y amor. No obstante, ni las estrellas ni el océano ni las cataratas nos enseñarán a conocer la personalidad de Dios tal como nos fue revelada en Cristo.RJ 31.5

    Dios vio que se necesitaba una revelación más clara que la naturaleza para retratar a lo vivo su personalidad y carácter. Mandó a su Hijo al mundo para que manifestara, en la medida en que la humana visión pudiera mirarlos, la naturaleza y los atributos del Dios invisible...RJ 31.6

    Habiéndose humanado, Cristo vino al mundo para ser uno con la humanidad, y al mismo tiempo revelar a nuestro Padre celestial a los hombres pecadores. Aquel que había estado en la presencia del Padre desde el principio, Aquel que era la imagen expresa del Dios invisible, era el único capaz de revelar a la humanidad el carácter de la Deidad. En todo fue hecho Cristo semejante a sus hermanos. Fue hecho carne, como lo somos nosotros. Sintió el hambre, la sed y el cansancio. Fue reconfortado y sostenido por el alimento y el sueño. Compartió la suerte de los hombres; y no obstante fue el Hijo de Dios sin mancha... Tierno, compasivo, lleno de simpatía, considerado para con los demás, Cristo representó el carácter de Dios y se consagró siempre al servicio de Dios y del hombre.—El Ministerio de Curación, 326, 327, 329, 330.RJ 31.7

    El tema de la redención ocupará la mente y la lengua de los redimidos por las edades sin fin. El reflejo de la gloria de Dios se verá por la eternidad en el rostro del Salvador.—Carta 280, 1904.RJ 31.8

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