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Reflejemos a Jesús

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    Noviembre

    Los hijos de Dios han de ser portaluces, 1 de noviembre

    Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:16.RJ 311.1

    Dios nunca quiso que la mente o el juicio de un hombre fuera un poder controlador. Siempre que tuvo una tarea especial para hacer, tuvo hombres preparados para satisfacer la demanda. En cada oportunidad en que la voz divina preguntó: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”, vino la respuesta: “Heme aquí, envíame a mí”. Isaías 6:8. En la antigüedad el Señor relacionó con su obra a hombres de variados talentos. Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés con su mansedumbre y su sabiduría, y Josué con sus diferentes talentos, fueron todos alistados en el servicio de Dios. La música de María, el valor y la piedad de Débora, el afecto filial de Rut, la obediencia y fidelidad de Samuel, todos fueron necesarios. Elías con sus severos rasgos de carácter fue usado por Dios en el momento apropiado para ejecutar juicios sobre Jezabel.RJ 311.2

    Dios no dará su Espíritu a los que no usarán el don celestial. Pero los que se apartan de sí mismos buscando iluminar, animar y bendecir a otros tendrán capacidad y energía multiplicadas para gastar. Cuanto más luz entregan más reciben.—The Southern Watchman, 31 de octubre de 1905.RJ 311.3

    A través de toda la historia “el Espíritu de Cristo que estaba en ellos” (1 Pedro 1:11) hizo de los hijos fieles de Dios la luz de los hombres de su generación. José fue portaluz en Egipto. Por su pureza, bondad y amor filial, representó a Cristo en medio de una nación idólatra. Mientras los israelitas iban desde Egipto a la tierra prometida, los que eran sinceros entre ellos fueron luces para las naciones circundantes. Por su medio Dios se reveló al mundo. De Daniel y sus compañeros en Babilonia, de Mardoqueo en Persia, brotaron vívidos rayos de luz en medio de las tinieblas de las cortes reales.RJ 311.4

    De igual manera han sido puestos los discípulos de Cristo como portaluces en el camino al cielo. Por su medio, la misericordia y la bondad del Padre se manifiestan a un mundo sumido en la oscuridad de una concepción errónea de Dios. Al ver sus obras buenas, otros se sienten inducidos a dar gloria al Padre celestial; porque resulta manifiesto que hay en el trono del universo un Dios cuyo carácter es digno de alabanza e imitación. El amor divino que arde en el corazón y la armonía cristiana revelada en la vida son como una vislumbre del cielo, concedida a los hombres para que se den cuenta de la excelencia celestial.RJ 311.5

    Así es como los hombres son inducidos a creer en “el amor que Dios tiene para con nosotros” 1 Juan 4:16. Así los corazones que antes eran pecaminosos y corrompidos son purificados y transformados para presentarse “sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. Judas 24.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 37, 38.RJ 311.6

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