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Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)

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    Manuscrito 175 - Material solicitado para uso del Patrimonio White

    Tenemos la necesidad de tener una comunión más estrecha con Dios. Necesitamos guardar nuestros pensamientos. Vivimos, indudablemente, en medio de los peligros de los últimos días. Debemos andar delante de Dios con mansedumbre, con profunda humildad; porque solamente los tales serán exaltados.3MI 177.1

    ¡Oh, cuán poco puede comprender el ser humano la perfección de Dios y su omnipresencia unida con su poder infinito! El artista humano recibe su talento de Dios, y solo puede dar forma a su obra en cualquier ramo, hasta la perfección, utilizando los materiales ya preparados para su obra. Debido a su poder finito, él no puede crear los materiales y hacerlos servir a su propósito, si el gran Diseñador celestial no se hubiera anticipado dándole las ideas que aparecieron por primera vez en su imaginación.3MI 177.2

    El Señor ordena que las cosas vengan a la existencia. Él fue el primer diseñador. No depende del ser humano, sino que bondado- sámente pide la atención de este, y coopera con él en diseños progresivos y más elevados. Pero luego el hombre se atribuye a sí mismo toda la gloria, y es exaltado por sus semejantes como un genio muy notable. No mira más allá de sí mismo. La Causa primera y única es olvidada [...].3MI 178.1

    Temo que tengamos ideas completamente pobres y comunes. «He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener» [2 Crón. 6: 18]. Que nadie se aventure a limitar el poder del Santo de Israel. Existen conjeturas y preguntas con respecto a la obra de Dios. «Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es» [Éxo. 3: 5]. Sí, los ángeles son ministros de Dios sobre la tierra, que hacen su voluntad.3MI 178.2

    En la formación de nuestro mundo, Dios no dependió de ninguna materia o sustancia preexistente. «Lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» [Heb. 11: 3]. Por el contrario, todas las cosas, materiales o espirituales, aparecieron delante del Señor Jehová a su voz, y fueron creadas por su propio propósito. Los cielos y toda la hueste de ellos, la tierra y todas las cosas que hay en ella, son no solamente la obra de sus manos, sino que vinieron a la existencia por el aliento de su boca.3MI 178.3

    El Señor ha dado evidencias de que por su poder podría en un momento disolver toda la estructura de la naturaleza. Puede trastornar todos los objetos, y destruir las cosas que el hombre ha formado de la manera más firme y sustancial. Él «arranca los montes [...], y no saben quién los trastornó; él remueve la tierra de su lugar, y hace temblar sus columnas» [Job. 9: 5-6]. «Las columnas del cielo tiemblan, y se espantan a su reprensión» [Job 26: 11]. «Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten» [Nah. 1: 5].— Manuscrito 127, 1897, pp. 2, 5, 6 (sin título, 22 de noviembre de 1897).3MI 178.4

    Terribles sacudidas sobrevendrán a la tierra, y las construcciones de lujo erigidas a gran costo llegarán a ser, sin duda, montones de ruinas. La corteza terrestre se abrirá por el estallido de los elementos ocultos en las profundidades de la tierra. Estos elementos, una vez sueltos, barrerán los tesoros de aquellos que por años han aumentado sus riquezas comprando grandes posesiones a precio de hambre de los que estaban empleados por ellos. También el mundo religioso será terriblemente sacudido, porque el fin de todas las cosas se acerca.— Manuscrito 24, 1891, pp. 3, 4 (Diario, hacia 1 de enero de 1890).3MI 178.5

    Carta a Martha Bourdeau .— Martha, mis pensamientos están con usted en Torre Pellice [...]. Queremos verla, y queremos verla confiando plenamente en el precioso Salvador. El, que dio su vida por usted porque valoraba su alma, la ama. Tuve un sueño no hace mucho. Cruzaba un jardín y usted estaba a mi lado. Usted decía continuamente: «Mire este antiestético arbusto, este árbol deforme, ese pobre rosal atrofiado. Esto hace que me sienta mal, porque parecen representar mi vida y la relación en la que me hallo ante Dios”. Me pareció que una forma majestuosa se puso inmediatamente delante de nosotras y dijo: «Junten las rosas, los lirios y los claveles, y dejen los cardos y los arbustos antiestéticos, y no lastimen el alma que Cristo ha elegido guardar».3MI 179.1

    Desperté, volví a dormirme y se repitió el mismo sueño. Y me desperté y dormí y se repitió por tercera vez. Ahora quiero que usted considere esto y ponga a un lado su desconfianza, su preocupación, sus temores. Deje de mirarse a sí misma y mire a Jesús [...].3MI 179.2

    No escuche las mentiras de Satanás, sino cuente las promesas de Dios. Junte las rosas, los lirios y los claveles. Hable de las promesas de Dios. Hable de fe. Confíe en Dios, porque él es su única esperanza. Él es mi sola esperanza [...].3MI 179.3

    Ahora, Martha, no recurra a usted misma apartándose de Jesús. Hable de su amor, hable de su bondad, hable de su poder [...]. Mientras oro por usted, veo una tenue luz que abarca una mano extendida para salvarla [...].3MI 179.4

    Su vida es valiosa a la vista de Dios. Él tiene una obra para que usted la realice [...]. Ponga su mano sobre la suya [...]. Las promesas de la Biblia son los claveles, las rosas y los lirios del jardín del Señor [...]. Ahora usted quiere apartar su rostro de los escaramujos y los espinos y mirar las flores [...].3MI 179.5

    Usted ama a Jesús y él la ama a usted. Ahora, sencillamente, confíe con paciencia en él.— Carta 35, 1887, pp. 2-5 (a la Sra. Martha [A. C.] Bourdeau, 6 de febrero de 1887).3MI 179.6

    Parece muy raro despertar esta mañana en un lugar extraño. La mañana es fría. Anoche hubo una intensa helada. Está despejado y el aire es tonificante. Estamos cerca de la playa. Es un hogar romántico [...].3MI 179.7

    Dimos un paseo muy placentero en el carrito once kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, lo que hace un total de veintidós kilómetros. La carretera serpentea como una letra S alrededor de la carretera de la playa rocosa. La carretera de la bahía es muy agradable.3MI 179.8

    Los dos niños jóvenes, de ocho y doce años de edad, caminan cinco kilómetros a la escuela, y otros tantos para volver, diez kilómetros cada día. Frecuentemente tienen la suerte de encontrar quién los lleve. Al volver de nuestro paseo, los recogimos de su aula. Disfrutamos del paseo. Aunque el carrito de dos ruedas no es un cómodo carruaje, disfruté del paseo no obstante, con sacudidas y todo, porque puedo andar solo distancias cortas por mi cadera. Daré todos los paseos que pueda en este carrito, y sé que me hará bien. El paisaje es muy bonito, y tuvimos sol todo el camino. Y ahora que se acerca el sábado debo dejar de lado mi diario [...].3MI 180.1

    Nos proponíamos volver a Wellington hoy (jueves), pero la tormenta se opone mucho a esto. Decidimos esperar hasta el viernes.3MI 180.2

    Viernes 4 de agosto de 1893. No llueve tanto. Nos preparamos para ir a la estación. Descubrimos que todo es incierto en cuanto a los trenes. Hay un gran derrubio entre Palmerston y esta estación llamada Paremata. Aguardamos en la estación —que no ofrece ninguna comodidad para los viajeros— en el carrito, tapados con arpillera para mantenernos secos. Tras esperar dos horas, decidimos volver [...]. Entre las dos y las tres, el tren que salió de Wellington volvió desde el lugar de la obstrucción, y podríamos haber ido a Wellington si hubiéramos esperado. Llegamos a la conclusión de que el Señor quería que nos quedáramos aquí durante el sábado [...].3MI 180.3

    He trabajado con fidelidad para ellos [...].3MI 180.4

    El Señor se manifestó en el culto familiar. Pedí una decisión, empezando con Bell, que tiene mucha influencia en la familia [...]. Le presenté la situación y ella asintió decididamente en ocupar su puesto bajo la bandera de Cristo. Alex tiene unos diecisiete años. Le pregunté entonces si él confesaría a Cristo y se alistaría a su servicio. Decidió que sí. Luego Victoria, una chica noble de unos quince años, cuando le planteé la pregunta, respondió inmediatamente: «Yo seré cristiana”. Charlotte, la cocinera de la familia, es muy callada; apenas dice nada. Me dirigí a ella, y respondió; así que aquí había cuatro de esa familia que decidieron ayudar a la madre y a la hermana Martha a mantener los servicios religiosos en la familia [...]. Tuvimos un edificante momento de oración. Dedicamos este hogar a Dios. Oró Martha, oró la madre de los niños y oró Emily. Nuestro corazón se alegró en Dios.— Manuscrito 82, 1893, pp. 2-6. (Diario, 27 de julio a 7 de agosto de 1893. «Con la familia Brown en Long Point, Nueva Zelanda»).3MI 180.5

    Queremos dejar que la vida de Cristo brille en nosotros para que podamos dejar que la gracia resplandezca sobre otros.— Manuscrito 174, 1903, p. 5 (Diario, julio de 1903, «En St. Helena”, 5 de julio de 1903).3MI 181.1

    Anoche tuve una experiencia maravillosa. Me encontraba en una reunión en la que se hacían y contestaban preguntas. Desperté a la una y me levanté. Di vueltas por la habitación un rato, mientras oraba vehementemente pidiendo claridad mental, visión certera y fuerzas para escribir lo que hace falta que se escriba. Rogué al Señor que me ayudara a dar un testimonio que despertara a su pueblo antes de que fuera demasiado tarde. Me alegré de que no hubiera nadie en la habitación del piso de abajo. Sara y Maggie suelen ocupar esa habitación, pero durante el verano duermen en una tienda de campaña montada bajo un gran roble frondoso que crece cerca de la casa [...].3MI 181.2

    La experiencia que tuve anoche me ha impresionado muy profundamente. Parecía que tenía a Cristo muy cerca de mí. Estaba llena de esperanza, valor, fe y amor por las almas. Rogué a Dios que me sostuviera, y él me levantó y me hizo triunfar en él.— Carta 130, 1902, pp. 5, 13 (al pastor J. E. White, 14 de agosto de 1902).3MI 181.3

    Paul Daniels, mi joven hermano: ¿Se ha entregado usted sin reservas a Dios? Si no, ¿por qué no? ¿No debería ser usted cristiano? ¿No lo ha comprado Jesús con un coste infinito para él? ¿No sufrió y murió en el Calvario para que, por fe, usted pudiera reivindicar los méritos de su sangre?3MI 181.4

    Me entregué a Jesús cuando yo no tenía tanta edad como usted ahora. Busqué a mi Salvador con todo mi corazóny ¡cuán profundamente lamenté no haber rendido antes mi voluntad para ser atraída a Cristo! Encontré paz en Jesús, creyendo que él oía mis oraciones, y que haría por mí precisamente lo que había prometido en su palabra: «Me hallan los que temprano me buscan» (Proverbios 8: 17). Posé mi Biblia abierta ante el Señor y dije: «Ahí, Señor, está la palabra de diste: “al que a mí viene, no lo echo fuera” (Juan 6: 37). “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Lucas 11: 9)».3MI 181.5

    Ha de reivindicarse la promesa por fe; Jesús lo invita a usted a acudir a él y a aprender de él, «y yo os haré descansar” (Mat. 11: 28). «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”» (Mat. 11: 29). Este descanso no se encuentra en el desinterés ni la ociosidad, sino en rendir la voluntad a la voluntad de Jesús; porque Cristo dice: «Mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mat. 11: 30). Por lo tanto, la voluntad de uno debe convertirse en la voluntad de Dios. La paz de uno, el descanso de uno, llega al llevar el yugo de Cristo; se tiene la paz de Cristo y la conciencia de uno no está continuamente flagelándonos por no habernos comprometido a hacer la voluntad de Dios. Cuando uno ama hacer lo que Dios requiere, hay dulce gozo, no ociosidad, sino disfrute identificado con el ejercicio de todas nuestras facultades al lado del Señor y realizado a través de dicho ejercicio.3MI 181.6

    El servicio de Cristo significa trabajo. Usted puede ser un hijo de Dios sumiso y obediente. Ser soldado de Jesucristo no significa placer, sino mucho trabajo. Puede que usted diga: «¿Qué puedo hacer?». Poniéndose por completo al lado del Señor, usted puede ejercer una influencia sobre sus jóvenes compañeros; negándose a realizar una mala acción, puede ponerse en ese momento del lado de Cristo.3MI 182.1

    Puede que usted tenga auténticos conflictos para vencer al yo, pero tiene a Jesús para ayudarlo. ¿Procurará, Paul, ser cristiano? ¿Me escribirá y me contará que ha decidido por entero ser un soldado de Jesucristo?— Carta 12, 1889, pp. 1, 2 (a Paul Daniels, 4 de julio de 1889).3MI 182.2

    PATRIMONIO WHITE,

    agosto de 1965

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