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La Única Esperanza

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    Capítulo 13—El príncipe de paz

    Jesús se acercaba a Jerusalén para asistir a la Pascua. Se hallaba rodeado de multitudes que también iban a esta gran fiesta anual.UE 75.1

    Por orden suya, dos de sus discípulos trajeron un asno joven para que pudiera entrar cabalgando en Jerusalén. Extendieron sus mantos sobre la bestia, y montaron a su Señor sobre ella.UE 75.2

    Inmediatamente resonó en los aires un vibrante grito de triunfo. La multitud lo aclamaba como su Mesías y Rey. Más de quinientos años antes, el profeta había predicho esta escena:UE 75.3

    “¡Alégrate mucho, hija de Sión!... Mira que tu rey vendrá a ti... humilde, cabalgando sobre un asno”. Zacarías 9:9.UE 76.1

    La multitud aumentaba rápidamente, y todos estaban felices y entusiasmados. No podían ofrecerle regalos costosos en su camino pero extendieron sus mantos, como alfombra.UE 76.2

    Quebraban de los árboles ramas hermosas de olivos y palmas y las esparcían en el camino. Pensaban que estaban escoltando a Jesús para tomar posesión del trono de David en Jerusalén.UE 76.3

    Hasta entonces, el Salvador nunca había permitido que sus seguidores le tributaran honores reales. Pero en esta ocasión, especialmente, deseaba manifestarse al mundo como su Redentor.UE 76.4

    El Hijo de Dios estaba por ser sacrificado por los pecados de los hombres. Su iglesia, en todas las edades siguientes, debía hacer de su muerte un tema de profunda meditación y estudio. Por lo tanto, era necesario que los ojos de toda la gente se dirigieran hacia él.UE 76.5

    Después de una manifestación como ésta, sería imposible ocultarle al mundo las escenas de su juicio y su condenación. Dios quería que todo lo que ocurriese en los días finales de la vida del Salvador, fuera tan notorio y destacado que no hubiera poder alguno capaz de sepultarlo en el olvido.UE 76.6

    En la vasta multitud que rodeaba a Jesús estaban las evidencias de su poder milagroso.UE 76.7

    Encabezaban la procesión los ciegos a quienes había devuelto la vista.UE 76.8

    Los mudos cuyas lenguas había soltado, prorrumpían en las hosannas más inspiradoras.UE 77.1

    Los paralíticos a quienes había sanado saltaban de gozo, y eran los más activos en arrancar ramas de palmas y en agitarlas delante de él.UE 77.2

    Viudas y huérfanos exaltaban el nombre de Jesús por sus obras de misericordia en su favor.UE 77.3

    Los que habían sido aborrecidos por causa de la lepra y habían sido sanados por el poder de su palabra, tapizaban el camino con sus vestiduras.UE 77.4

    También estaban allí los que habían sido resucitados de los muertos por la voz creadora y restauradora del Salvador.UE 77.5

    Y Lázaro, cuyo cuerpo había sufrido la descomposición en la tumba, pero que ahora gozaba de la fortaleza de una gloriosa virilidad, estaba con la feliz multitud que escoltaba al Salvador en su desplazamiento rumbo a Jerusalén.UE 78.1

    A medida que se añadían nuevos grupos a la procesión, estas personas captaban la inspiración de esa hora y se unían en los clamores, cuyos ecos resonaban de colina en colina y de valle en valle:UE 78.2

    “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Mateo 21:9.UE 78.3

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