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    Capítulo 5

    Un agujero en el barco – Peligrosa aventura de un indio Narragansett – Se terminó el agujero – Dieciocho prisioneros escaparon – Singular dispositivo para mantener bien el número – Se salva a un hombre que se ahogaba – Señales nocturnas de alivio – Se hizo otro agujero que fue descubierto – Carta de los prisioneros escapados – El gobierno de los EEUU viste a sus prisioneros – Se envía a los prisioneros a Dartmoor – Alegres noticias de paz

    Nuestros guardianes tenían el hábito de examinar el interior de nuestra prisión cada tarde antes de que se diera la orden de contarnos, para asegurarse de que no estábamos haciendo un agujero en el barco para obtener nuestra libertad. Observamos que rara vez se detenían en cierto lugar de la cubierta inferior, sino que pasaban por allí con un ligero examen. Al examinar ese lugar, varios de nosotros decidimos abrir un agujero allí, si podíamos hacerlo sin que nos detectara el soldado que estaba estacionado a unos pocos centímetros por encima de donde tendríamos que salir, y sin embargo hacerlo por sobre el agua.AJB 45.1

    No teniendo nada mejor que un cuchillo común de cocina, con dientes, después de algún tiempo serruchamos un tablón de roble, pesado, de tres pulgadas, que más tarde nos sirvió como protección cuando nuestros guardias se aproximaban. Comenzamos luego a demoler una madera de roble muy pesada, astilla tras astilla. Aun esto debía hacerse con gran precaución, para que el soldado no nos oyera desde afuera. Mientras uno trabajaba en su turno, otros vigilaban, por si nuestros guardianes se acercaban, que no nos encontraran con el agujero al descubierto. Unos cuarenta estaban ocupados en esta tarea. Antes de que la gruesa madera fuera perforada, uno de nosotros consiguió un atizador de hierro de la cocina. Éste fue de gran ayuda para arrancar las pequeñas astillas que había alrededor de los gruesos pernos de hierro. De este modo, después de trabajar entre treinta y cuarenta días, llegamos al cobre que revestía el fondo del barco, a unos sesenta a noventa centímetros [dos o tres pies] de la parte superior de nuestra cubierta, con un ángulo de unos 25º hacia abajo. Trabajando con el atizador a través del cobre, en la parte superior del agujero, descubrimos para nuestra alegría que salía debajo de la plataforma donde se paraba el soldado. Entonces, al abrir el lado inferior del agujero, entró un poco de agua, pero no en cantidad suficiente como para hundir el barco por algún tiempo, a menos que un cambio de viento y del tiempo, el buque se moviera y el agujero quedara por debajo de la superficie del agua, en cuyo caso, sin duda hubiésemos quedado para compartir su suerte. El comandante había declarado, antes de esto, que si el barco se incendiara por causa de nuestras luces nocturnas, él arrojaría las llaves de las escotillas al mar, y dejaría que el barco y nosotros pereciéramos juntos. Por ello, habíamos elegido oficiales que apagaban cada luz a las diez de la noche.AJB 45.2

    El domingo de tarde, cuando era mi turno de ampliar el agujero en el cobre, los gritos de centenares de voces desde afuera me alarmaron tanto por temor de que me descubrieran, que en el apuro por cubrir el agujero, el atizador se me escapó de la mano, y a través del agujero, cayó al mar. Una vez cubierto el hueco, nos encaminamos con la multitud apurada, y subimos la larga escalera hasta la cubierta superior para conocer la causa del griterío. Las circunstancias eran éstas: Otro buque como el nuestro, que contenía prisioneros norteamericanos, estaba anclado a unos doscientos metros [un octavo de milla] de nosotros. La gente de la costa, en sus botes, estaba visitando los barcos prisión, como era su costumbre los domingos, para ver cómo lucían los prisioneros norteamericanos. Soldados armados con mosquetes, separados seis metros [veinte pies] entre sí, en las cubiertas superior e inferior del barco, cuidaban que los presos no escaparan. Uno de los botes de los paisanos, que tenía un solo hombre a los remos, se amarró al nivel inferior, al pie de la escalera principal, donde también había un soldado de guardia. Un indio Narragansett, alto y atlético, quien, como el resto de sus conciudadanos, estaba listo para arriesgar su vida por la libertad, vio el bote, y vigilando a los guardias ingleses que estaban caminando por la cubierta, cuando éstos se dieron vuelta para caminar hacia la popa, saltó y bajó corriendo por la escalera del portalón, agarró al soldado, con mosquete y todo, lo metió a la fuerza bajo el banco de remar, soltó el bote, tomó los dos remos y con el hombre (que muy probablemente le hubiera disparado antes que entrara al bote) bajo sus pies, dirigió su rumbo hacia la orilla opuesta, que no estaba protegida, a unos tres kilómetros [unas dos millas] de distancia.AJB 46.1

    Los soldados, viendo a su camarada con todas sus municiones, arrancado de su puesto, y dominado de una manera tan sumaria, y alejándose como un rayo sobre el agua para quedar fuera de su vista por la enorme fuerza de este indio norteamericano, estuvieron tan paralizados por lo sorprendente de la escena ante ellos, o tal vez por temor de que otro indio los atacara, que no le dieron con sus tiros. Botes bien tripulados con marineros y soldados pronto salieron velozmente tras de él, descargando sus armas y gritando para que volviera; todo lo cual solo parecía animarlo y fortalecerlo para impulsar sus remos con fuerza hercúlea.AJB 46.2

    Cuando sus compañeros prisioneros lo vieron alejarse de sus perseguidores de una manera tan airosa, gritaron dándole tres hurras. Los prisioneros a bordo de nuestro barco siguieron con otros tres. Ese era el estruendo que había oído mientras trabajaba en el agujero. Los oficiales estaban tan exasperados por esto, que dijeron que si no cesábamos nuestro entusiasmo y ruidos nos encerrarían abajo. Por lo tanto, sofocamos nuestras voces, para que se nos permitiera ver escaparse al pobre indio.AJB 47.1

    Antes de alcanzar la orilla, sus seguidores llegaron muy cerca de él y le dispararon hiriéndolo en el brazo (como se nos dijo), lo que le dificultó el seguir remando; sin embargo, llegó a la orilla, saltó del bote, se desembarazó de sus perseguidores, y pronto estuvo fuera del alcance de las balas de los mosquetes. Subiendo ante nuestra vista por un plano inclinado, siguió avanzando, saltando sobre cercos y zanjas como un venado perseguido y, sin duda, habría estado fuera de alcance de sus perseguidores en unas pocas horas, y logrado su libertad, si no hubiera sido por la gente de la costa que avanzó sobre él de varias direcciones, y lo entregaron a sus perseguidores, quienes lo trajeron de vuelta, y por algunos días lo encerraron en una mazmorra. ¡Pobre indio! Merecía mejor suerte.AJB 47.2

    Los prisioneros ahora entendieron que el agujero estaba terminado, y muchos se estaban preparando para escapar. Los líderes de la comisión habían decidido que los que habían trabajado en hacer el agujero deberían tener el privilegio de salir primero. También habían elegido cuatro hombres juiciosos y cuidadosos, que no sabían nadar, para hacerse cargo del agujero, y ayudar a salir a todos los que deseaban irse.AJB 47.3

    Con alguna dificultad, al fin conseguimos algo de lona calafateada, con la que nos hicimos pequeños bolsos, suficientemente grandes para guardar nuestra camisa, chaqueta y zapatos, luego una fuerte soga de unos tres metros [diez pies] atada en un extremo, y el otro extremo con un lazo para pasar el cuello. Con el sombrero y los pantalones puestos, el bolso en una mano y con la otra tomado firmemente de nuestro compañero, formamos la fila para hacer un desesperado esfuerzo por la libertad. A una señal dada (10 de la noche) se apagaron todas las luces, y los hombres en camino a la libertad estaban en sus lugares.AJB 47.4

    Los soldados, como ya describí, arriba y abajo estaban de guardia alrededor de todo el buque con mosquetes cargados. Nuestro destino, si lo alcanzábamos, estaba a unos ochocientos metros [a media milla] de distancia, con una fila continua de soldados justo por encima del nivel más alto del agua. Las cabezas de los que salían pasaban apenas unas pocas pulgadas de los pies de los soldados, es decir, con un enrejado de por medio.AJB 48.1

    Un grupo de buenos cantores se pusieron en la portilla posterior donde estaba parado el soldado más próximo que seguía al que estaba encima del agujero. Sus interesantes cantos de marineros y de guerra llamaron la atención de los dos soldados, y un vaso de bebida fuerte de vez en cuando los atraían a la escotilla, mientras los que estaban adentro hacían como que bebían. Mientras esto funcionaba, la comisión estaba poniendo a los prisioneros con los pies adelante por el agujero, y cuando la soga atada al bolso se ponía tirante, tiraban el bolso por el agujero, asegurando de ese modo que estaban yendo rumbo a la orilla. Entretanto, cuando la campana del barco sonó, indicando el paso de otra media hora, resonaba el fuerte grito del soldado, “¡Todo está bien!” El soldado que nos preocupaba más, tomaba su sitio encima del agujero, y gritaba, “¡Todo está bien!” Entonces, cuando se alejaba de su lugar para escuchar el canto de los marineros, el comité hacía pasar a unos pocos más, al rato regresaba a su posición y gritaba otra vez, “¡Todo está bien!” Ciertamente era muy agradable para nuestros amigos mientras luchaban por su libertad en el elemento acuoso, escuchar detrás y delante de ellos el grito de paz y seguridad, “¡Todo está bien!”AJB 48.2

    Llegó la medianoche; cambió la guardia, la música alegre había cesado. El silencio que reinaba afuera y adentro, retardó nuestra labor. Después de un tiempo, se susurró en nuestras filas que los pocos que habían salido durante el momento de quietud, habían causado gran inquietud entre los soldados, y juzgaron que era mejor que otros no intentaran salir por miedo a la detección. Además, se acercaba la luz del día, de modo que era mejor que nos retiráramos a nuestras hamacas.AJB 48.3

    Edmond Allen, de New Bedford y yo, hicimos un pacto de salir y mantenernos juntos. Nos habíamos mantenido tomados durante la noche, y habíamos avanzado hacia el agujero cuando se creyó mejor que no salieran más. En la mañana, la tapa no estaba en su lugar, y Edmond estaba entre los desaparecidos.AJB 48.4

    La comisión informó diez y siete, y con Edmond eran dieciocho los que habían salido durante la noche.AJB 48.5

    Los prisioneros estaban muy entusiasmados por el exitoso movimiento de la noche pasada, y tomaron medidas para mantener el agujero sin ser descubierto para hacer otro intento a las 10 de la noche.AJB 49.1

    Estábamos confinados entre dos cubiertas, sin comunicación después del conteo de la noche y encerrados. Durante el día se consiguieron algunas herramientas, y se barrenó una abertura a través de la cubierta superior, la que fue tapada sin ser descubierta. Se hizo correr la voz entre los prisioneros de que subieran de la cubierta superior rápidamente tan pronto como los soldados llamaran a los prisioneros para ser contados para la noche. Pero aquellos que estaban en la cubierta inferior habían de moverse lentamente, de modo que los de la cubierta superior pudieran ser contados antes de que la cubierta inferior fuera despejada. Se hizo eso, y dieciocho que ya habían sido contados, se escurrieron por el agujero barrenado sin que lo notaran los soldados, y fueron contados otra vez. A las 10 pm se apagaron otra vez las luces, y se formó la fila para otro intento de escape.AJB 49.2

    Al ocupar nuestros lugares a las 10 de la noche, se susurró en nuestras filas que dos hombres que no eran de nuestro número estaban esperando junto al agujero, insistiendo que saldrían primero, o gritarían y nos impedirían seguir adelante. Habían estado bebiendo, y no se podía razonar con ellos. Finalmente se arregló que se los dejaría salir. El primero salió muy silencioso, diciendo a su compañero ebrio, “Me aferraré al timón del barco hasta que tú vengas”. El segundo, que no era gran nadador, se hundió como un tronco, y salió salpicando y luchando por su vida. Dijo el soldado a su siguiente compañero, “Aquí hay un delfín”. “Métele la bayoneta”, contestó el otro. “Lo haré” dijo el primero, “si vuelve a asomarse”. Para eso, todos estábamos escuchando casi sin respirar, temiendo que nuestra oportunidad de libertad casi hubiera desaparecido. Nuevamente escuchamos el movimiento del agua, y luego el grito: “¡No me mates! Soy un prisionero”. “¿Prisionero? ¿Prisionero? ¿De dónde saliste?” “De un agujero en el barco”. El soldado gritó: “¡Hay un prisionero en el agua! ¡Los prisioneros están saliendo del barco!” fue la rápida respuesta de todos los vigías. Todos los tripulantes fueron rápidamente a la cubierta. En pocos momentos nuestro alerta comandante vino corriendo desde su cama, averiguando frenéticamente: “¿Dónde?” y escuchando el ruido afuera, corrió escaleras abajo al costado del barco, gritando: “¿Cuántos se fueron?” Uno de los prisioneros, que se sintió dispuesto a agitar aún más a nuestro capitán, puso su rostro cerca del agujero cubierto por la reja, y gritó: “¡Unos cuarenta, supongo!”AJB 49.3

    En rápida sucesión, las señales de socorro produjeron botes bien tripulados para recogerlos. “¿Dónde desembarcamos?” “¡Aquí, allá, por todas partes!” “¿Encuentran a alguno?” “No, señor, no señor”.AJB 50.1

    Se dieron órdenes de enviar a tierra a un grupo de hombres, y rodear el bosque de Gelingham, donde suponían que los “cuarenta” debían haber escapado, para explorarlo por la mañana, y llevarlos a bordo. Nos divertía ver todo el crédito que el comandante le dio a la “suposición” del prisionero.AJB 50.2

    Después de hacer estos arreglos, llevaron al hombre que se ahogaba a cubierta, y le exigieron que declarara los hechos; pero él estaba tan confundido por la gran cantidad de agua salada que había tragado, mezclada con el ron, y el terrible temor de ser atravesado por la bayoneta del soldado, que no pudo contestarles; solo que había un agujero en el barco, por el cual había salido. Uno de los botes, finalmente lo encontró, pasó un fierro largo por él, y se quedó vigilando hasta la mañana.AJB 50.3

    Cuando se nos permitió subir a la cubierta en la mañana, el pobre Johnson [el primero] estaba acostado, atado a una estaca que flotaba en el agua, cerca de la orilla. Todo lo que pudimos ver era que, la cuerda de su bolsa estaba atada a su muñeca izquierda, y que su mano casi estaba completamente cercenada. Algunos de sus amigos sabían que tenía un cuchillo filoso en un bolsillo de su pantalón, que faltaba cuando lo encontraron flotando cerca de la orilla. Se había atado la soga a la muñeca en lugar del cuello, y esto sin duda fue un gran estorbo para alejarse de los botes. Al intentar cortar esa soga, suponemos que se cortó la muñeca, y así se desangró hasta morir para cuando alcanzó la orilla.AJB 50.4

    Nos mantuvieron en cubierta todo el día, sin comida, revistados por nombre, y estrictamente examinados, para ver si respondíamos a nuestras descripciones originales. Cuando se determinó claramente que dieciocho hombres vivos habían escapado la noche previa al descubrimiento del boquete, y el número total de prisioneros estaba a bordo, los oficiales británicos fueron arrestados por dar un informe falso, pero fueron liberados cuando nuestro presidente aclaró cómo se había manejado el asunto.AJB 50.5

    Al día siguiente, los carpinteros del rey, de Chatham, fueron enviados a bordo con sus herramientas y un grueso trozo de madera para taponar el agujero. Mientras estaban ocupados, cortando y golpeando en medio de nosotros, algunos de los prisioneros tomaron algunas de las herramientas sueltas y comenzaron a abrir otro boquete del otro lado del barco, tan bueno como el primero, y lo terminaron antes de que los carpinteros hubieran cerrado el anterior. Los soldados afuera atribuían el ruido a los carpinteros del rey.AJB 50.6

    Esa noche unos cuantos de nosotros nos pusimos cerca de este boquete para buscar una oportunidad de escapar, y permanecimos allí hasta como las cuatro de la mañana. Como el cobre había sido cortado con gran apresuramiento, quedaron puntas y bordes irregulares. Para evitar que esas puntas hirieran nuestras carnes, pusimos una frazada de lana en la parte inferior para salir. Además de los guardias que vigilaban, un bote daba vueltas alrededor del barco durante la noche, con un hombre en el centro, golpeando el costado del barco, en la parte inferior, con una larga pértiga de hierro. La vara siguió golpeando a ambos lados del boquete durante la noche, pero no encontró el lugar que andaban buscando.AJB 51.1

    Antes del amanecer, uno de nosotros se animó a salir, justo después que el bote hubo pasado, para asegurarse de si la noche era clara o lo suficientemente oscura para escapar sin ser detectados nadando detrás de la nave antes de que el bote pudiera dar la vuelta. Después de que lo trajimos adentro, dijo que la noche era clara, y que él podía ver a una gran distancia en el agua. Por lo tanto, concluimos que debíamos esperar hasta la noche siguiente. Por negligencia del comité, la frazada quedó con un extremo que flotaba en el agua. Los hombres en los botes la descubrieron poco después del amanecer. “¡Aquí hay otro boquete de este lado del buque!” y adentro fue la vara de hierro, haciendo estallar todas nuestras esperanzas de escape por este medio. Para reparar estos daños, se redujo una parte de nuestra ración diaria, y esto siguió por algún tiempo.AJB 51.2

    Nuestro jactancioso comandante comenzó a estar gravemente preocupado por la seguridad propia y de su familia. Parecía casi seguro que estos yanquis audaces y atrevidos hundirían estos barcos-prisiones, o lograrían su libertad. Se me dijo que él declaró que prefería estar a cargo de seis mil prisioneros franceses que seiscientos yanquis.AJB 51.3

    Después de toda su búsqueda de los dieciocho que habían escapado, vino una carta de Londres, dirigida al comandante del barco-prisión Crown Princen, informándole del feliz escape de cada uno de ellos, y de su viaje exitoso de unos ciento diez kilómetros [setenta millas] a la ciudad de Londres; que sería inútil preocuparse por ellos, porque estaban en vísperas de zarpar en un viaje al extranjero. Le dieron a entender que recordarían su cruel trato.AJB 51.4

    Desde entonces, el gobierno británico comenzó a hablar de enviarnos a todos a la prisión de Dartmoor, un triste yermo a unos veinticinco kilómetros [unas quince millas] hacia el interior del puerto Old Plymouth, donde encontraríamos bastante dificultad en salir de las macizas paredes de piedra y celdas que estaban tan fuertemente fortificadas.AJB 51.5

    En 1814 los prisioneros norteamericanos seguían viniendo de Halifax, las islas de la Indias Occidentales, y de otras partes del mundo. Su condición era miserable de hecho, por falta de ropa adecuada y decente, especialmente los soldados. Era perturbador verlos en sus harapos, muchos de los cuales se envolvían en sus sucias frazadas de lana para protegerse de las tormentas frías. Se enviaron declaraciones a los Estados Unidos, los que a la larga despertaron al gobierno a tomar medidas para dar a estos prisioneros ropa adecuada.AJB 52.1

    El Sr. Beasley, agente interino para los Estados Unidos en Londres, recibió poder para atender este asunto para sus compatriotas sufrientes. Envió a un judío de Londres con sus cajas de ropa hecha o hilvanada, y un mozalbete como empleado para entregarlas según su juicio; de modo que algunos que no lo necesitaban recibieron un traje entero, mientras otros fueron dejados sin nada, aunque mucho lo necesitaban. Los prisioneros se quejaron al Sr. Beasley por carta, pero él justificó a su agente, y prestó poca o ninguna atención a nuestras quejas.AJB 52.2

    Después de estar prisioneros por más de un año, el gobierno británico condescendió en pagarnos una pequeña pitanza como salario, lo que me permitió proveerme con algo de ropa y comida extra mientras duró el dinero. Mi padre fue favorecido con una oportunidad de enviar a un agente en Londres que me proveyó de dinero de tiempo en tiempo. El agente me envió veinte dólares, que fueron muy alegremente recibidos. Pronto después de esto los prisioneros norteamericanos fueron enviados a Dartmoor, y no oí más nada de ellos.AJB 52.3

    Fue en el verano de 1814 que fuimos enviados en grandes grupos por mar a Plymouth, y de allí a Dartmoor. Pronto éramos seis mil, como se nos dijo. Las paredes de piedra, dobles, de más de cuatro metros [unos catorce pies] de alto, que eran suficientemente anchas como para que centenares de soldados de guardia pudieran caminar sobre ellas, formaban una media luna, con tres patios separados, que contenían siete edificios de piedra, capaces de contener entre mil quinientos y mil ochocientos hombres cada uno. El edificio central fue destinado a los prisioneros de color.AJB 52.4

    Estos edificios estaban ubicados en la falda de un cerro, con el frente hacia el este, dándonos una vista del sol naciente; pero éste quedaba oculto a nuestra vista mucho antes del crepúsculo. Un gran número de edificios similares quedaban frente a nosotros, hacia el oeste, separados por pesadas estacadas de hierro, ocupados para barracas, almacenaje, casas para nuestros guardianes y un hospital. En estos tres lados, encontraba nuestra vista uno de los páramos más tristes, salpicado de rocas y pequeños arbustos, hasta donde el ojo podía alcanzar. Ciertamente, fue correctamente llamado Dartmoor.AJB 52.5

    Las prisiones eran de tres pisos, con una escalera de piedra en cada extremo, abiertas en el centro. Había una puerta de rejas en cada extremo del frontón. Nos cuidaba una compañía de seiscientos soldados, nos contaban en la mañana, y nos hacían entrar a la puesta del sol. Era una vista interesante, cuando brillaba el sol, el ver a los que deseaban mantenerse decentes, sentados en grupos por el patio, limpiando sus frazadas de sabandijas. Al oír de una nueva llegada, los prisioneros se apiñaban en los portones, y formaban filas a ambos lados para que los nuevos pasaran entre ellas; y mientras pasaban, algunos de ellos reconocían a sus amigos. “¡Hola! Sam. ¿De dónde vienes?” “De Marblehead” [pueblo turístico costero de Massachusetts]. “¿Quedó alguno?” “No; yo fui el último”. Y de este modo todos se reconocían. A menudo se afirmaba que todos los marineros de Marblehead eran prisioneros.AJB 53.1

    Durante el invierno, los hombres del agente Beasley aparecieron otra vez para proveernos ropa, lo que hicieron de una manera mucho más satisfactoria esta vez.AJB 53.2

    Se celebraban reuniones religiosas en la prisión de los de color casi cada domingo, y algunos profesaban convertirse, y eran bautizados en un pequeño estanque con agua en el patio, agua suministrada de un depósito en el cerro, que los prisioneros generalmente usaban para lavar su ropa.AJB 53.3

    Diciembre de 1814 nos trajo la feliz noticia de que los plenipotenciarios habían firmado un tratado de paz entre los Estados Unidos y Gran Bretaña en Gante, en el continente europeo. Los que nunca fueron condenados a prisión en este lugar oscuro y terrible no pueden apreciar nada de nuestros sentimientos. No obstante, fuimos mantenidos en suspenso mientras una fragata fue enviada a cruzar el océano para obtener la firma del Presidente Madison. En febrero de 1815, la fragata regresó con el tratado ratificado. Gritos de extasiado júbilo se oyeron por nuestras tenebrosas celdas, tales como probablemente nunca más se oirán allí. ¡Qué! ¿A punto de ser liberados, ir a nuestro país natal, y reunirnos una vez más junto a la chimenea paterna? Sí, esta esperanza estaba en nosotros, y a veces parecía como si casi estuviéramos allí.AJB 53.4

    Se suponía que había unos doscientos de nosotros en Dartmoor que procedían de la marina británica. Este era un reconocimiento tácito de parte de ellos de nuestro reclutamiento. Algunos les habían servido de veinte a treinta años. Como no habíamos tomado armas contra ellos, enviamos una respetuosa petición al Parlamento británico, pidiendo una mitigación de nuestros sufrimientos, o una liberación honrosa. Esto fue objetado vigorosamente por los nobles lores, sobre la base de que nos habían entrenado en sus tácticas navales, y si éramos liberados antes del fin de la guerra, de hecho, entraríamos en la marina de los Estados Unidos, y les enseñaríamos cómo habíamos aprendido a pelear. Eso, dijeron ellos, sería poner palos en sus manos, con los cuales rompernos la cabeza.AJB 54.1

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