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Consejos para la Iglesia

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    Regularidad en el cuidado tierno y amante

    Los hijos son confiados a sus padres como un cometido precioso, que Dios requerirá un día de sus manos. Debemos dedicar a su preparación más tiempo, cuidado y oración. Necesitan que les demos más instrucción de la clase apropiada.6El hogar adventista (1894), 143.CPI 251.2

    En muchos casos las enfermedades de los niños pueden achacarse a equivocaciones en el modo de cuidarlos. Las irregularidades en las comidas, la ropa insuficiente en las tardes frías, la falta de ejercicio activo para conservar la buena circulación de la sangre, la falta de aire abundante para purificarla, pueden ser la causa del mal. Estudien los padres las causas de la enfermedad, y remedien cuanto antes toda condición defectuosa.7237, 238.CPI 252.1

    Generalmente desde la cuna se enseña a los niños a satisfacer su apetito y a vivir para comer. Durante la infancia, la madre contribuye mucho a la formación del carácter de sus hijos. Puede enseñarles a dominar el apetito, o a satisfacerlo y volverse glotones. Es frecuente que la madre ordene sus planes para hacer cierta cantidad de trabajo durante el día; y cuando los niños la molestan, en vez de tomarse el tiempo para calmar sus pequeñas tristezas y distraerlos, los acalla dándoles de comer, lo cual cumple su fin durante breve plazo, pero al fin empeora las cosas. El estómago de los niños quedó atestado de alimento cuando menos lo necesitaba. Todo lo que ellos requerían era un poco del tiempo y de la atención de su madre, pero ella consideraba su tiempo como demasiado precioso para dedicarlo a entretener a sus hijos. Posiblemente la tarea de ordenar su casa con buen gusto, a fin de merecer la alabanza de las visitas, y la de preparar alimentos en forma aceptable, son para ella de más importancia que la felicidad y la salud de sus hijos.CPI 252.2

    En la preparación del ajuar para el niño hay que buscar lo que más conviene, la comodidad y la salud, antes que la moda o el deseo de despertar la admiración. La madre no debe gastar tiempo en bordados y en labores de fantasía para embellecer la ropa de su pequeñuelo, ni imponerse así una carga de trabajo inútil a costa de su salud y de la del niño. No debe cansarse encorvándose sobre labores de costura que comprometen su vista y sus nervios, cuando necesita mucho descanso y ejercicio agradable. Debe comprender la obligación de conservar sus fuerzas para hacer frente a lo que de ella exigirá su cargo.8El hogar adventista (1894), 236, 237.CPI 252.3

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