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Elena De White: Mujer De Visión

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    LAS ABSORBENTES ACTIVIDADES COTIDIANAS

    El trabajo con Testimony 34 avanzó a un ritmo tortuoso a lo largo de las primeras semanas de 1901. Dos cosas contribuían a hacer difícil el trabajo. La primera era el tiempo que se iba con las numerosas cartas y visitas que inundaron al personal en Elmshaven tan pronto como fue establecida la nueva residencia de Elena de White. Algunas personas escribían queriendo trabajar para ella. Una escribió diciendo que su médico le había recomendado leche y ella se preguntaba si sería correcto seguir su consejo. Un joven ministro escribió preguntando si debería tratar de convertir a los pastores protestantes antes de visitar a los miembros. Luego había preguntas sobre el casamiento y el divorcio y otras en cuanto a la mantequilla y los huevos y el queso.MV 425.1

    Sara McEnterfer, la Sra. Druillard y W. C. White contestaban muchas de estas cartas en armonía con instrucciones dadas por la Sra. White. Con muchas de ellas incluían la copia de una pequeña apelación con el siguiente texto: “Hay centenares de personas que desean oír directamente de Mamá. Algunas escriben cartas que contienen preguntas, otras nos envían la historia de su vida, y otras hacen donaciones a la causa. No tenemos tiempo para escribir extensas cartas a estas personas”.MV 425.2

    A menudo las respuestas decían que la Sra. White no tenía una luz especial sobre el caso y se instaba a la persona a estudiar lo que ya estaba publicado. Sara le dijo a una mujer que quería que Elena de White le hiciese una pregunta al Señor: “Yo diría que el Señor no hace acepción de personas y que oirá su ferviente clamor en busca de la ayuda de él tan rápida y gustosamente como lo haría si le fuese enviado a través de la Hna. White” (16 WCW, p. 184).MV 425.3

    Cierto día aparecieron dos mujeres justo cuando Elena de White estaba regresando, agotada, de San Francisco. Dijeron que habían manejado 96 kilómetros (60 millas) en su pequeño carruaje y que sencillamente tenían que ver a la Hna. White. Ella estuvo de acuerdo en verlas. Lo primero que hicieron fue presentarle a un niño demente y preguntar qué debía hacerse. Luego sacaron una lista de diez preguntas para las que deseaban respuestas de Sí o No. Algunas de las preguntas típicas eran: 1. ¿Ha llegado el tiempo cuando positivamente no debiéramos comer más carne, huevos, mantequilla, leche? 2. ¿Es un pecado criar niños? ¿Es un pecado leudar el pan? La Sra. White las refirió a sus escritos sobre cada punto, y les dijo que ella no estaba comisionada para contestar tales preguntas, pero las mujeres no desistían (16 WCW, p. 55).MV 425.4

    Una hija trajo a su madre inválida para quien quería oraciones especiales. Una divorciada quería consejo. Luego un viejo amigo que acababa de regresar de las minas de oro de Klondike vino a la casa. No es difícil ver cómo Sara McEnterfer adquirió la reputación de ser la “protectora” de Elena de White, porque llevaba gran parte de la responsabilidad de protegerla de demandas irrazonables de su tiempo y energía.MV 425.5

    La mayor parte de la correspondencia que se recibía era de una naturaleza justificable y sensata, y una buena porción de ella procedía de obreros que llevaban pesadas responsabilidades. Muchos de aquellos que estaban bien familiarizados con ella y su trabajo dirigían una carta a W. C. White y meramente sugerían que él discutiese el asunto con su madre en un momento cuando ella no tuviese impedimentos para considerarlo. Ella prefería contestar por sí misma algunas cartas muy personales.MV 426.1

    Entre los dirigentes que mantenían una correspondencia activa y continua con ella estaban el Pastor Irwin, presidente de la Asociación General; el Dr. Kellogg; S. N. Haskell y su esposa; y Edson. Todos escribían en forma bastante regular, informando sus actividades, reseñando novedades en su trabajo, y pidiendo orientación y dirección. Elena de White mantuvo una correspondencia activa con todos ellos. Sus cartas a estas personas y a amigos y parientes constituyen la fuente más rica de información sobre su vida cotidiana. Si podía reunir alguna fuerza adicional, entre su trabajo de escribir y ataques de alguna enfermedad, la usaba para hablar a creyentes y no creyentes.MV 426.2

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