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El Cristo Triunfante

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    Es mejor padecer que rendirse a la tentación, 29 de julio

    “Y te afligió... para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”. Deuteronomio 8:3.CT 219.1

    El duelo entre Cristo y Satanás se libró en el desierto, Cristo no contó con el auxilio de un amigo. Satanás desplegó sus sutilezas; la falsedad es la materia prima de su negocio. Con todo el poder que estaba a su alcance intentó vencer la humanidad de Cristo...CT 219.2

    Satanás atrajo al primer Adán valiéndose de su sofistería, de igual modo como atrapa hoy a los hombres y mujeres conduciéndolos a creer una mentira. Adán no se elevó por encima de su humanidad buscando el poder divino; creyó a las palabras de Satanás. Pero el segundo Adán no habría de ser esclavo del enemigo.CT 219.3

    Adán aventajó a Cristo en que, al ser asediado por el tentador, no padecía los efectos del pecado. Gozaba de una plenitud de fuerza y virilidad, así como del perfecto vigor de la mente y el cuerpo. Estaba rodeado por las glorias del Edén, y se hallaba en comunión diaria con los seres celestiales. No sucedía lo mismo con Jesús cuando entró en el desierto para luchar con Satanás...CT 219.4

    Toda artimaña que el enemigo pudo elaborar la utilizó contra él. Fue en el tiempo de la mayor debilidad, después de un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, cuando el más sabio de los ángeles empleó las palabras más atrayentes en su esfuerzo por obligar a la mente de Cristo a rendirse al poder de su mente... “Si eres el Hijo de Dios—le dijo—, “demuestra tu poder aliviando la presión del hambre”. “Di que estas piedras se hagan pan”...CT 219.5

    Cuando Cristo dijo al tentador: “No con sólo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios,” repitió las palabras que más de catorce siglos antes había dicho a Israel: “Acordarte has de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto,... y te afligió, e hízote tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido; para hacerte saber que el hombre no vivirá de sólo pan, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”.CT 219.6

    En el desierto, cuando todos los medios de sustento se habían agotado, Dios envió a su pueblo maná del cielo, y esto en una provisión suficiente y constante. Dicha provisión había de enseñarles que mientras confiaran en Dios y anduviesen en sus caminos, él no los abandonaría. El Salvador puso ahora en práctica la lección que había enseñado a Israel. La palabra de Dios había dado socorro a la hueste hebrea, y la misma palabra auxiliaría también a Jesús. Esperó el tiempo en que Dios le traería alivio. Se hallaba en el desierto en obediencia a Dios, y no iba a obtener alimentos siguiendo las sugestiones de Satanás. En presencia del universo, atestiguó que es menor calamidad sufrir lo que venga, que apartarse un ápice de la voluntad de Dios.—Manuscrito 113, 1902.CT 219.7

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