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El Cristo Triunfante

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    Cristo no fue forzado a llevar la culpa del mundo, 17 de septiembre

    “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. Lucas 22:44.CT 269.1

    Nadie forzó a Cristo a dar este paso [llevar la culpabilidad de un mundo que perece]. Él se había ofrecido a poner su vida para salvar al mundo. Por causa de las palabras y obras engañosas de Satanás, los fundamentos del gobierno de Dios se habían concebido en forma errónea y, por esta razón, el Padre y el Hijo consideraron la necesidad de un mediador...CT 269.2

    El universo celestial contemplaba con intenso interés cada paso de la vida de Cristo: desde el pesebre hasta la presente y dramática escena. Los mundos que no habían caído estaban atentos al resultado de este conflicto. Ellos contemplaban al Hijo de Dios, el amado Comandante, quien en medio de su agonía sobrehumana desfallecía en el campo de batalla para salvar a un mundo perdido y desfalleciente...CT 269.3

    Satanás lo acosaba con toda la fuerza de sus tentaciones. Presentó ante él la idea de que el pecado del mundo, que resultaba tan ofensivo para Dios, implicaba un castigo excesivamente grande. Nunca más sería contemplado como el unigénito Hijo de Dios, puro, santo y libre de mancha.CT 269.4

    Cristo ahora asumía una actitud diferente a la que había adoptado antes. Aún seguía siendo el intercesor de otros, aunque ahora anhelaba contar con un intercesor para sí mismo. ¿Podría la naturaleza humana soportar esta tensión? ¿Se cargarían sobre él los pecados de un mundo apóstata, desde la transgresión de Adán hasta el fin del tiempo?CT 269.5

    En medio de la crisis suprema, cuando el corazón y el alma ya se quebrantaban bajo el peso del pecado [del mundo], Gabriel fue el enviado que acudió a fortalecerlo. Y, mientras este ser angélico lo apoyaba en su quebrantamiento, Cristo tomó la amarga copa y consintió en beberla. Hasta Aquel que sufría ascendió el clamor de un mundo perdido y desfalleciente y las palabras brotaron de sus labios teñidos de sangre: “Si acaso la raza humana ha de perecer a menos que yo beba esta copa, entonces, sea hecha tu voluntad y no la mía...”CT 269.6

    Había silencio en el cielo. No se escuchaba un solo arpegio. Ellos ven al Señor rodeado por legiones de fuerzas satánicas. Su naturaleza humana se quebrantaba bajo el peso de un misterioso temor y temblor... Fortalecido por el mensajero venido del cielo, Jesús se levanta por encima del sudor, las lágrimas y la agonía, y por tercera vez regresa hasta sus discípulos... Aunque ya estaba abatido por la desilusión, los encontró durmiendo en la hora de su agonía más amarga. Y esta visión entristeció también a los ángeles... La profecía sostenía que el “Poderoso”... habría de hollar el lagar solo, pues “de los pueblos nadie estuvo” con él.—Manuscrito 42, 1897.CT 269.7