Trabajo en favor de mis jóvenes amigas
Programé algunas reuniones con esas amigas mías. Algunas tenían bastante más edad que yo, y unas cuantas estaban ya casadas. A muchas de ellas, que eran vanidosas e irreflexivas, mis experiencias les parecían cuentos y no escuchaban mis exhortaciones. Pero resolví perseverar en el esfuerzo hasta que esas queridas almas, por las que tenía vivo interés, se entregasen a Dios. Pasé noches enteras en fervorosa oración por las amigas a quienes había buscado y reunido con el objeto de trabajar y orar con ellas.NBEW 46.1
Algunas se reunían con nosotras por curiosidad de oír lo que yo diría. Otras se extrañaban del empeño de mis esfuerzos, sobre todo cuando ellas mismas no mostraban interés por su propia salvación. Pero en todas nuestras pequeñas reuniones yo continuaba exhortando a cada una de mis amigas y orando separadamente por ellas hasta lograr que se entregasen a Jesús y reconociesen los méritos de su amor misericordioso. Y todas se convirtieron a Dios.NBEW 46.2
Por las noches me veía en sueños trabajando por la salvación de las almas, y me acudían a la mente casos especiales de amigas a quienes iba a buscar después para orar juntas. Excepto una, todas ellas se entregaron al Señor. Algunos de nuestros hermanos más formales recelaban de que yo fuese demasiado celosa por la conversión de las almas, pero el tiempo se me figuraba tan corto, que convenía que cuantos tuviesen la esperanza de la inmortalidad bienaventurada y aguardaran la pronta venida de Cristo, trabajasen sin cesar en favor de quienes todavía estaban sumidos en el pecado, al borde terrible de la ruina.NBEW 46.3
Aunque yo era muy joven, el plan de salvación se me presentaba tan claro a la mente, y tan señaladas habían sido mis experiencias que, considerando el asunto, comprendí que era mi deber continuar esforzándome por la salvación de las preciosas almas y orar y confesar a Cristo en toda ocasión. Había puesto todo mi ser al servicio de mi Maestro. Sucediera lo que sucediera, estaba determinada a complacer a Dios y vivir como quien espera la venida del Salvador para recompensar a sus fieles. Me consideraba como una niñita al allegarme a Dios y preguntarle qué quería él que hiciese. Una vez consciente de mi deber, mi mayor felicidad era cumplirlo. A veces me asaltaban pruebas especiales, pues algunas personas más experimentadas que yo trataban de detenerme y enfriar el ardor de mi fe. Pero las sonrisas de Jesús que iluminaban mi vida y el amor de Dios en mi corazón, me alentaban a proseguir.NBEW 47.1