El tema de la inmortalidad
Un día escuché una conversación entre mi madre y una hermana, con referencia a un discurso que recientemente habían oído acerca de que el alma no es inmortal por naturaleza. Repetían algunos textos que el pastor había usado como prueba de su afirmación. Entre ellos recuerdo los siguientes, que me impresionaron profundamente: “El alma que pecare, esa morirá”. Ezequiel 18:4. “Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben”. Eclesiastés 9:5. “La cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad”. 1 Timoteo 6:15-16. “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”. Romanos 2:6-7.NBEW 53.4
Y oí a mi madre que decía, comentando este último pasaje: “¿Por qué habrían de buscar ellos lo que ya tienen?”NBEW 54.1
Escuché estas nuevas ideas con intenso y doloroso interés. Cuando estuve a solas con mi madre le pregunté si verdaderamente ella creía que el alma no era inmortal. Me respondió que a su parecer temía que hubiésemos estado errados en aquella cuestión, lo mismo que en varias otras.NBEW 54.2
—Pero, mamá—repuse yo—, ¿de veras crees tú que las almas duermen en el sepulcro hasta la resurrección? ¿Piensas tú que cuando un cristiano muere no va inmediatamente al cielo ni el pecador al infierno?NBEW 54.3
—La Biblia no contiene prueba alguna de que haya un infierno eterno—respondió ella—. Si existiese un lugar tal, el Libro sagrado lo mencionaría.NBEW 54.4
—¿Cómo es eso, mamá?—repliqué yo, asombrada—. Es muy extraño que digas tal cosa. Si crees en tan rara teoría, no se lo digas a nadie, porque temo que los pecadores se considerarían seguros con ella, y nunca desearían buscar al Señor.NBEW 54.5
—Si es una sana verdad bíblica—respondió mi madre—, en vez de impedir la conversión de los pecadores, será el medio de ganarlos para Cristo. Si el amor de Dios no induce al rebelde a someterse, no lo moverán al arrepentimiento los terrores de un infierno eterno. Además, no parece un medio muy apropiado para ganar almas para Jesús el recurrir al abyecto temor, uno de los atributos más bajos de la mente humana. El amor de Jesús atrae, y subyugará al corazón más empedernido.NBEW 54.6
Hasta pasados algunos meses después de esta conversación, no volví a oír nada más referente a dicha doctrina. Pero durante este tiempo reflexioné muchísimo sobre el asunto. De manera que cuando oí una predicación en que se expuso esto, creí que era la verdad. Desde que la luz acerca del sueño de los muertos alboreó en mi mente, se desvaneció el misterio que envolvía la resurrección, y este grandioso acontecimiento asumió una nueva y sublime importancia. A menudo habían conturbado mi mente los esfuerzos que hiciera para conciliar la idea de la completa recompensa o castigo de los muertos con el indudable hecho de la futura resurrección y el juicio. Si al morir el hombre, su alma entraba en el gozo de la eterna felicidad o caía en la eterna desdicha, ¿de qué servía la resurrección del pobre cuerpo reducido a polvo?NBEW 55.1
Pero esta nueva y hermosa creencia me descubría la razón por la cual los inspirados autores de la Biblia insistieran tanto en la resurrección del cuerpo. Era porque todo el ser dormía en el sepulcro. Entonces me di cuenta de la falacia de nuestro primitivo criterio sobre el asunto.NBEW 55.2