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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6

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    El carácter de las escuelas de iglesia y sus maestros

    El carácter de la obra efectuada en nuestras escuelas de iglesia debe ser lo más elevado. Jesucristo, el Restaurador, es el único remedio para una educación incorrecta y las lecciones enseñadas en su Palabra debieran presentarse siempre a los jóvenes en la forma más atrayente. La disciplina escolar debe completar la enseñanza doméstica, y tanto en el hogar como en la escuela es necesario conservar la sencillez y la piedad. Se hallará a hombres y mujeres de talento para trabajar en estas escuelas pequeñas, pero que no pueden hacerlo con ventaja en las más grandes. Al practicar las lecciones bíblicas; obtendrán para sí mismos una educación del más elevado valor.6TPI 203.4

    Al escoger maestros, es indispensable proceder con extrema precaución, sabiendo que éste es un asunto tan solemne como el de escoger personas para el ministerio. Hombres entendidos, capaces de discernir el carácter, deben hacer la elección; porque se requiere el mejor talento que pueda obtenerse para educar y amoldar las inteligencias de los jóvenes. Asimismo para llevar a cabo con éxito los múltiples aspectos de labor en que será necesario que el maestro se ocupe en nuestras escuelas de iglesia. No debiera ponerse al frente de estas escuelas a persona alguna de miras intelectuales inferiores o estrechas. No se ponga a los niños bajo la dirección de maestros jóvenes e inexpertos que carezcan de capacidad administrativa; pues sus esfuerzos se inclinarán a la desorganización. El orden es la primera ley del cielo, y cada escuela debe ser en este respecto un trasunto del cielo.6TPI 204.1

    Poner a los niños bajo la dirección de maestros altivos y adustos es una crueldad. Un maestro de esta clase perjudicará mucho a los que están desarrollando rápidamente su carácter. Si los maestros no se someten a Dios, si no tienen amor por los niños a ellos confiados, o si demuestran parcialidad por los que concuerdan con sus ideas y manifiestan indiferencia hacia los que son menos atractivos o por los que son inquietos y nerviosos, no deben ser empleados; pues el resultado de su trabajo será una pérdida de almas para Cristo.6TPI 204.2

    Se necesitan maestros, especialmente para los niños, que sean apacibles y bondadosos; y que manifiesten indulgencia y amor precisamente por aquellos que más lo necesiten. Jesús ama a los niños; los considera como los miembros más jóvenes de la familia del Señor. Él siempre los trató con bondad y respeto, y los maestros han de seguir su ejemplo. Debieran poseer el verdadero espíritu misionero; pues los niños deben prepararse para ser misioneros. Los maestros deben sentir que el Señor les ha confiado, en solemne custodia, las almas de los niños y jóvenes.6TPI 204.3

    Nuestras escuelas de iglesia necesitan maestros que tengan elevadas cualidades morales; maestros en quienes se pueda confiar; que sean de fe sana y tengan tacto y paciencia; que anden con Dios y se abstengan de toda apariencia de mal. En su trabajo habrá nubes y oscuridad, borrascas y tempestades. Tendrán que afrontar prejuicios provenientes de padres que tienen ideas incorrectas respecto al carácter que deben adquirir sus hijos; pues hay muchos que aseveran creer en la Biblia al paso que dejan de sembrar sus principios en la vida doméstica. Con todo, si los maestros son alumnos perseverantes en la escuela de Cristo, estas circunstancias no los vencerán.6TPI 205.1

    Busquen los padres al Señor con fervor intenso, para que no sean piedras de tropiezo en el camino de sus hijos. Desalójense del corazón la envidia y los celos y que la paz de Cristo venga a reemplazarlos para unir a los miembros de la iglesia en verdadera comunión cristiana. Ciérrense las ventanas del alma a los ponzoñosos miasmas de la tierra y ábranse hacia el cielo, para recibir los rayos sanadores del sol de la justicia de Cristo. Mientras que el espíritu de crítica y suspicacia no sea desalojado del corazón, el Señor no podrá hacer por la iglesia lo que él anhela conseguir en lo que se refiere a abrir el camino para el establecimiento de escuelas. Mientras no haya unión, el Señor no obrará en aquellos a quienes confió recursos y capacidad para hacer adelantar esta obra. Los padres deben alcanzar una norma más elevada, seguir el camino del Señor y practicar la justicia para ser portadores de luz. Debe haber una transformación completa de la mente y del carácter. Un espíritu de desunión, albergado en el corazón de unos pocos, se transmitirá de por sí a otros y destruirá la buena influencia que podría ejercer la escuela. Si los padres no están bien dispuestos y ansiosos de cooperar con el maestro para la salvación de sus hijos, tampoco estarán preparados para que haya una escuela entre ellos.6TPI 205.2

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