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Testimonios Selectos Tomo 3

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    Capítulo 28—La complacencia del apetito

    El 10 de diciembre de 1871 me fué mostrado que la reforma pro salud es un ramo de la gran obra que ha de preparar a un pueblo para la venida del Señor. Está tan íntimamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. La ley de los diez mandamientos ha sido considerada livianamente por los hombres, pero el Señor no quiso venir a castigar a los transgresores de dicha ley sin mandarles primero un mensaje de amonestación. El tercer ángel proclama ese mensaje. Si los hombres hubiesen sido siempre obedientes al Decálogo, llevando a cabo en su vida los principios de esos preceptos, la maldición de la enfermedad que ahora inunda el mundo no existiría.3TS 133.1

    Los hombres y mujeres no pueden violar la ley natural, complaciendo un apetito depravado y pasiones concupiscentes, sin violar la ley de Dios. Por lo tanto ha permitido que sobre nosotros resplandezca la luz de la reforma pro salud, para que veamos nuestro pecado al violar las leyes que él estableció en nuestro ser. Todos nuestros goces o sufrimientos pueden atribuirse a la obediencia o transgresión de la ley natural. Nuestro misericordioso Padre celestial ve la condición deplorable de los hombres, que, algunos a sabiendas, pero muchos por ignorancia, están viviendo en una violación de las leyes que él estableció. Y en amor y compasión por la especie humana, él hace resplandecer la luz de la reforma pro salud.3TS 133.2

    Jesús, sentado sobre el monte de las Olivas, dió a sus discípulos instrucciones concernientes a las señales que precederían a su venida. Dice: “Mas como los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento. Hasta el día que Noé entró en el arca, y no conocieron hasta que vino el diluvio y llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.”3TS 133.3

    Existen en nuestra época los mismos pecados que trajeron la ira de Dios sobre el mundo en los días de Noé. Los hombres y las mujeres hoy comen y beben hasta la glotonería y borrachera. Este pecado prevaleciente, esta complacencia del apetito pervertido, inflamaba las pasiones de los hombres en los días de Noé, y condujo a la corrupción general, a tal punto que la violencia y los crímenes llegaron hasta el cielo y Dios hubo de lavar la tierra de su contaminación moral mediante un diluvio.3TS 134.1

    Los mismos pecados de la glotonería y embriaguez, entorpecieron las sensibilidades morales de los habitantes de Sodoma, de manera que los hombres y mujeres que habitaban esa perversa ciudad parecían deleitarse en los crímenes. Cristo amonesta así al mundo: “Asimismo también como fué en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos: como esto será el día en que el Hijo del hombre se manifestará.”3TS 134.2

    Cristo nos ha dejado aquí una lección muy importante. En su enseñanza él no estimula la indolencia. Su ejemplo fué todo lo opuesto. Cristo trabajaba con ardor. Su vida estaba impregnada de abnegación, diligencia, perseverancia, laboriosidad y economía. El quiere presentarnos el peligro de hacer de la comida y la bebida el asunto supremo. El revela el resultado que se obtiene al entregarse a la complacencia del apetito. Las facultades morales quedan debilitadas, de manera que el pecado no parezca pecaminoso. Se manifiesta indulgencia para con los delitos, y las pasiones bajas dominan la mente hasta que la corrupción general desarraiga los buenos principios e impulsos, y se blasfema de Dios. Todo esto es el resultado de comer y beber con exceso. Tal es el estado de cosas que él declara habría de existir en el tiempo de su segunda venida.3TS 134.3

    ¿Quieren los hombres y las mujeres recibir la amonestación? ¿Querrán apreciar la luz, o permanecerán siendo esclavos del apetito y de las pasiones bajas? Cristo nos pide que luchemos por algo superior a lo que hemos de comer, beber o vestirnos. La comida, la bebida y el vestido son llevados a tales excesos que vienen a ser crímenes y se cuentan entre los pecados que señalan los postreros días y constituyen una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo, el dinero y la fuerza que pertenecen al Señor, pero que él nos ha confiado, son malgastados en superfluidades en materia de vestimenta y en lujos para halagar el apetito pervertido, cosas que disminuyen la vitalidad y reportan sufrimiento y decadencia. Es imposible presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios cuando están llenos de corrupción y enfermedad por haber satisfecho nuestros apetitos pecaminosos.3TS 134.4

    Debemos obtener conocimientos acerca de cómo debemos comer, beber y vestirnos para conservar la salud. La enfermedad es causada por la violación de las leyes de la salud; es el resultado de la violación de las leyes de la naturaleza. Nuestro primer deber, hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia nuestros semejantes, consiste en acatar las leyes de Dios, que incluyen las leyes de la salud. Si estamos enfermos, imponemos una pesada carga a nuestros deudos, y nos inhabilitamos para desempeñar nuestros deberes hacia nuestras familias y nuestros prójimos. Y cuando la muerte prematura es el resultado de nuestra violación de la ley de la naturaleza, imponemos tristeza y sufrimiento a otros, y privamos a nuestro prójimo de la ayuda que debiéramos prestarle en vida; despojamos a nuestra familia del consuelo y ayuda que podríamos darle y privamos a Dios del servicio que él exige le rindamos para fomentar su gloria. ¿No somos, pues, en el peor sentido de la palabra transgresores de la ley de Dios?3TS 135.1

    Pero Dios es todo compasión, misericordia y ternura, y cuando llega la luz a los que perjudicaban su salud satisfaciendo sus apetitos pecaminosos, y quedan convencidos de pecado, se arrepienten y piden perdón, él acepta la defectuosa ofrenda que se le hace, y los recibe. ¡Oh, cuán tierna misericordia la suya, que no rehusa el residuo de la vida tan mal empleada por el doliente y arrepentido pecador! En su gracia misericordiosa salva a estas almas como por fuego. ¡Pero cuán inferior y lastimero es, en el mejor de los casos, tal sacrificio para ofrecerlo a un Dios puro y santo! Las facultades nobles han quedado paralizadas por malos hábitos de complacencia pecaminosa. Las aspiraciones están pervertidas, y el alma y el cuerpo desfigurados. 3TS 135.2

    *****

    La naturaleza soporta el abuso mientras puede, sin resistir; luego se subleva y hace un gran esfuerzo para librarse de los estorbos y maltratos que ha sufrido. Entonces vienen los dolores de cabeza, escalofríos, fiebre, nerviosidad, parálisis y otros males demasiado numerosos para mencionarlos. Un régimen erróneo en cuanto a la comida y a la bebida destruye la salud, y con ella la dulzura de la vida. ... Miles han complacido sus apetitos pervertidos, han ingerido lo que llamaban una buena comida, y como resultado, han contraído una fiebre, o alguna otra enfermedad aguda y la muerte cierta. ... Y estos suicidas han sido alabados por sus amigos y el ministro, quienes declararon que habían ido directamente al cielo al morir. ¡Qué pensamiento! ¡Glotones en el cielo! No, no; los tales no entrarán nunca por las puertas de perlas de la ciudad de Dios. Los tales no serán nunca exaltados a la diestra de Jesús el precioso Salvador, el doliente del Calvario, cuya vida fué de constante abnegación y sacrificio.—Testimonies for the Church 2:69, 70.3TS 136.1

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