39—Por qué tenemos sanatorios
«DESPUÉS ME MOSTRÓ un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones» (Apoc. 22: 1, 2).SE2 367.1
¡Gracias a Dios por eso! El gran motivo para que tengamos sanatorios es que dichas instituciones pueden ser medios para guiar a hombres y mujeres a que puedan estar entre aquellos que algún día comerán de las hojas del árbol de la vida que son para sanidad de las naciones. «Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, sus siervos lo servirán» (Apoc. 22: 3).SE2 367.2
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Charla presentada durante la inauguración de un nuevo edificio en el Sanatorio de Santa Helena el 20 de octubre de 1907. Manuscrito 115, 1907.
Nuestros sanatorios fueron creados para que los pacientes y los empleados puedan servir a Dios en ellos. Deseamos estimular a tantos como sea posible para que hagan su parte respecto a vivir en forma saludable. A los pacientes queremos inducirlos a que pongan a un lado el empleo de medicamentos y que los sustituyan por los sencillos remedios provistos por Dios: el agua, el aire puro, el ejercicio y la higiene en general.SE2 368.1
Nuestro objetivo al seleccionar este lugar, cuando establecimos el primer sanatorio en la costa del Pacífico, fue estar alejados del tumulto de las ciudades. Conforme a luz que me ha sido dada he estado animando a la gente a que abandone los grandes centros urbanos. La maldad aumenta en nuestras ciudades y se hace cada vez más evidente que aquellos que permanecen innecesariamente ellas, lo están ha-ciendo a riesgo de perder sus almas.SE2 368.2
En este lugar donde nos reunimos hoy, sin embargo, el ambiente mismo ejerce una influencia positiva al estimularnos a vivir vidas más elevadas y puras. Aquí hemos podido recibir a muchos que se han beneficiado grandemente mediante una prudente aplicación de los métodos que Dios ha provisto para contribuir a la recuperación de los enfermos. Estamos agradecidos porque contamos con instituciones parecidas en muchos otros lugares.SE2 368.3
Nuestros sanatorios deben ser centros educativos. A los que acuden a ellos se les debe brindar la oportunidad de aprender a vencer la enfermedad y a conservar la salud. Los pacientes pueden aprender a utilizar sencillos métodos que Dios ha provisto para su recuperación, y conocer más acerca de las leyes que rigen la vida.SE2 368.4
—¿Por que hemos de tener sanatorios? —me han preguntado algunos— ¿Por qué no actuamos como Cristo, orando por los enfermos para que sean sanados milagrosamente?SE2 368.5
—Supongamos que podemos hacer eso en todos los casos —les he contestado—. ¿Cuántos apreciarían su sanidad? ¿Se convertirían en propulsores de la reforma a prosalud, o continuarían siendo detractores de ella?SE2 368.6
Jesucristo es el gran Sanador y desea que cooperemos con él en la recuperación y cuidado de la salud, al vivir de acuerdo con sus leyes. Juntamente con la labor de curación debe haber una obra de enseñanza respecto a resistir las tentaciones. Los que acuden a nuestros sanatorios deberían ser advertidos respecto a su responsabilidad de actuar en armonía con el Dios de toda verdad.SE2 368.7
No podemos curar, ni podemos cambiar un cuerpo afectado por la enfermedad. Lo que si nos corresponde es colaborar con Dios como médicos misioneros, como obreros, utilizando los medios que él ha puesto a nuestro alcance. Luego deberíamos orar para que Dios bendiga dichos métodos. Creemos en un Dios, creemos en un Dios que escucha y contesta oraciones. Él ha dicho: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.SE2 369.1
Dios preferiría que nos apartemos de las modas y las necedades de este mundo. Él nos convertiría en una bendición para la comunidad donde vivimos. Cada cristiano debería ser un medio para diseminar la luz de la Palabra de Dios. Dios nos ha dado mentes para que entendamos y es nuestro deber y privilegio vivir en armonía con él y con las leyes que él ha establecido.SE2 369.2
«Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, sus siervos lo servirán, verán su rostro y su nombre estará en sus frentes. Allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos» (Apoc. 22: 3-5).SE2 369.3
El apóstol escribe acerca de la ciudad de nuestro Dios. Nos estamos preparando para esa ciudad y deseamos hacer todo lo que podamos para ayudar a los demás, a fin de que también puedan encontrar una amplia vía de entrada a ella. Nosotros asimismo deseamos estar en paz con Dios y tenemos todo el interés del mundo en que nadie se perjudique, que nadie sea imprudente o respecto a su salud, sino que sus cuerpos estén tan saludables para que puedan apreciar plenamente el privilegio que Dios les concede de prepararse para las moradas celestiales en lo alto.SE2 369.4
«¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad» (Apoc. 22: 12-14).SE2 369.5
Tan solo piensen en el sacrificio infinito que ha hecho posible esta salvación. Deberíamos estudiar la Palabra, para que apreciemos más su magnitud. Jesucristo nos ha comprado por precio. Allá en las moradas celestiales él puso a un lado su manto y su corona real. Revistió su divinidad de humanidad y vino a este mundo maldecido por el pecado, para que los seres humanos participen de lo divino, y para que mediante la obediencia y el amor a Dios, puedan escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a la lujuria. Él rodea con sus amorosos brazos a todo ser humano para atraer a sí mismo a todo el que esté dispuesto a acudir a él. Pero si algunos insisten en hacer lo que les viene en gana, él no podrá bendecirlos, porque no acudirán a él para tener vida.SE2 369.6
En el texto que hemos leído encontramos la siguiente invitación: «El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. El que oye, diga: “¡Ven!”. Y el que tiene sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida» (Apoc. 22: 17). No habrá excusa para aquellos que pierden la vida eterna debido a que no quisieron responder a esa gratuita invitación. «El que da testimonio de estas cosas dice: “Ciertamente vengo en breve”. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22: 20).SE2 370.1
Esta es la primera vez que veo esta nueva edificación. Me siento complacida con ella, muy complacida. Aquí los enfermos podrán ser llevados al aire libre para que puedan respirar aire puro y fresco. No tendrán que permanecer constantemente en sus habitaciones donde corren el peligro de respirar un aire contaminado.SE2 370.2
Deseamos que a esta institución estén consagrados obreros que mediante sus palabras e indicaciones puedan beneficiar y bendecir a aquellos que acuden a este lugar, y para que vean el resultado de liberarse de la rebelión en contra de las leyes divinas, y que se pongan en armonía con el Señor Dios del cielo quien ha realizado un sacrificio infinito a favor de ellos. ¿No le entregaremos a él todo nuestro corazón, nuestra mente, nuestro servicio, nuestros pensamientos y todo nuestro ser? ¿No le serviremos fielmente, para al final tener acceso a la hermosa ciudad de nuestro Dios?SE2 370.3