11—Trabajemos para mostrar a Cristo al mundo
«PERO RECIBIRÉIS poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, se pusieron junto a ellos dos va-rones con vestiduras blancas, los cuales les dijeron: “Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo”».SE2 119.1
Estas palabras de Jesús fueron pronunciadas precisamente antes de ascender al cielo. Inmediatamente después de su ascensión los discípulos regresaron a Jerusalén desde el llamado Monte de los Olivos, y en unión de unos pocos celebraron una reunión muy especial según se registra en los versículos que siguen. Una nube de santos ángeles habíaSE2 119.2
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Sermón presentado en Greenville, Michigan, el 8 de abril de 1891. Manuscrito 27, 1891 escoltado a Jesús al cielo, y los discípulos regresaron con gozo. ¿Por qué se setían tan felices? No era porque Jesús los había dejado, sino por la promesa de que él iba a regresar. Poco tiempo antes les había dicho que en la casa de su Padre había muchas mansiones, y que él iría a prepararles un lugar y que si se iba, vendría otra vez y los recibiría, para que donde él estaba ellos también estuvieran. Esta promesa, reiterada por los ángeles, produjo gran gozo a los discípulos.
Lo mismo esperamos nosotros. ¿Acaso no llena eso nuestros corazones de esperanza y gozo? Si nuestros amigos emprenden un largo viaje, la promesa de su regreso nos proporciona una gran alegría. Pero aquí el Amigo de todos los amigos promete volver de nuevo. ¿Nos complace realmente que vuelva? ¿Haremos lo mismo que los discípulos, reuniéndonos y actuando como si fuéramos una sola persona?SE2 120.1
Él anunció que si se iba, enviaría al Consolador, y dijo que él «os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 4: 26). Cuando el Espíritu Santo descendiera sobre los discípulos, ellos testificarían de él. Los seres humanos tenían que ser partícipes de la naturaleza divina. Pero es imposible conectamos con el cielo y comunicar la luz a los demás si somos descuidados en palabras y acciones. La verdad influye sobre el corazón y en la vida, santifica a quien la recibe.SE2 120.2
Oímos hablar mucho acerca de la fe. Necesitamos una fe genuina, una fe que obre. ¿Y cómo obra la fe? Mediante el amor. ¿Y qué es lo que hace? Purifica y santifica el alma. Al mirar a la cruz levantada en el Calvario, el amor se posesiona de nosotros. Somete la voluntad humana a Dios. «Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Estas palabras son de los labios del divino Maestro, y él abunda en más promesas: «Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros» (Juan 14: 5-18).SE2 120.3
¿Lo creen ustedes? Yo sí, y lo creo porque en mi vida tengo las evidencias, la segura promesa de aquel que es la Verdad. No tengo el derecho a sentirme incómoda en el mundo porque este mundo necesite luz. Tampoco ustedes. Todos deberíamos posicionarnos de tal modo que podamos aferramos a él mediante una fe viva. Mientras que Cristo estuvo en la tierra la gente acudía a él y con su presencia recibía consuelo. Y cuando hubo ascendido cumplió su promesa. Él envía al Consolador para que esté con cada creyente y obediente hijo allá donde esté.SE2 120.4
Deberíamos ser el pueblo más feliz del mundo porque él lo es todo para nosotros. Él nos ha dicho que sería un consejero, guía, fortaleza, apoyo y un tierno y amante amigo. Él es todo lo que necesitamos, el primero, el último y el mejor de todo. Es necesario que lo alabemos al amanecer, al mediodía y en la noche; manteniendo abierta la puerta de nuestros corazones e invitando a Jesús a que entre y more allí. «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él» (Juan 14: 23).SE2 121.1
Nos alegra ver que hay tantos aquí hoy. Pero, ¿cuántos de los presentes han traído al Consolador consigo? ¿Está Jesús brillando en las vidas y en el carácter de ellos, y están sus corazones llenos de alabanza y agradecimiento? Todos tenemos una obra que hacer por Jesús. ¿Cuántos toman en cuenta el registro de nuestras obras que se guarda en los libros del cielo? ¿Cuántos se sienten responsables por las almas que perecen? ¿Cuántos viven en íntima comunión con Jesús, reconociendo la necesidad de edificar un carácter perfecto siguiendo el modelo de Cristo? El carácter no nos viene caído del cielo, sino que hemos de irlo desarrollando aquí.SE2 121.2
Aquí vemos a pastores en nuestra congregación; pero, cuán pocos hay comparados con todos los que en el mundo viven sin Dios y sin esperanza. El campo de labor abarca el mundo entero. Cuando el Maestro se marchó encomendó a cada cual su tarea. Ni uno solo de ustedes que creen en Jesucristo, habrá cumplido con su tarea a menos que actúe con profundo y verdadero interés por la salvación de los demás, reconociendo el precio pagado por las almas de ellos.SE2 121.3
Hoy, ahora mismo es nuestra oportunidad para trabajar. No debemos vivir para nosotros mismos. Es de vital importancia para nosotros mejorar nuestras oportunidades y privilegios para ser reconocidos como obreros juntamente con Dios. El tiempo es algo precioso y debería aprovecharlo al máximo el obrero diligente mejorando en todo sin cesar.SE2 121.4
Jesús conocía los peligros que nos acechan y por eso nos dice en Juan 15: 6: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé». Su mandato es que cada uno individualmente llevemos fruto.SE2 121.5
Algunos se sienten satisfechos al dedicar todo su tiempo a acumular paja, madera y rastrojos sobre el cimiento ¿y con qué provecho? Ninguno. La obra de su vida se pierde en el tiempo, y ellos mismos se pierden por toda la eternidad. Si nos perdemos estaremos con los incrédulos y los hipócritas. No habrá recompensa para una mera profesión de fe (1 Cor. 3: 9-14). El fruto que permanece será como el oro y la plata. Las llamas no podrán quemarlo. Esa es nuestra tarea.SE2 122.1
¿Qué obra es la que vale y permanece? La que debe manifestar al mundo lo que Cristo hizo cuando estuvo en el mundo. Nuestros pensamientos deben apartarse del yo y enfocarse en Jesús. Tenemos que unir nuestros esfuerzos en todas las iglesias. Es lo que urgentemente se necesita en todas las iglesias de Michigan (Juan 4: 35, 36). Todos tenemos una labor que cumplir. No tendría que hacer falta que nos forzaran a trabajar.SE2 122.2
Necesitamos una experiencia parecida a la que Isaías tuvo cuando vio al querubín diciendo «Santo, santo, santo». «El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo: “¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!” Los quicios de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo. Entonces dije: “¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. Y voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas. Tocando con él sobre mi boca, dijo: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y limpio tu pecado”. Después oí la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Entonces respondí yo: “Heme aquí, envíame a mí”» (Isa. 6: 1-8).SE2 122.3
Cuando vio el trono de Dios dijo: «¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. Cada obrero llamado por Dios sentirá lo mismo. Pero el serafín tocó sus labios con un carbón encendido del altar y le dijo que su iniquidad había sido quitada y su pecado limpiado. Luego después que Isaías escuchó el llamado «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?», él contesta: «Heme aquí, envíame a mí». Él no se sintió apto para ser enviado hasta que el Espíritu purificador descendió sobre él.SE2 122.4
Esperamos que los corazones de todos en esta congregación sean conmovidos. ¿Acaso no es tiempo de que despertemos de nuestro sueño? ¿Cuánto tiempo debe pasar antes de que ustedes reconozcan la gran necesidad que tienen del poder divino? No tan solo los los pastores, pues todos tenemos que cumplir con nuestra parte.SE2 123.1
Exalten a Jesús, el Hombre del Calvario. Exáltenlo en oración, exáltenlo con el canto. Tenemos que hacer algo para que la luz brille en nuestras mentes y corazones, para luego permitir que brille para los demás. En el juicio, cuando se nos coloque cara a cara con las almas con quienes hemos estado en contacto ¿cómo se sentirán ustedes al reconocer que no habían dado ninguna advertencia a aquellos que están pereciendo en sus pecados? ¿Cómo considerarán en ese gran día el sencillo y desinteresado esfuerzo que han hecho, en forma sacrificada, procurando la salvación de los demás? ¿Qué sucede? ¿Acaso no hemos recibido evidencias de Dios? ¿Acaso no tenemos corazones sensibles y una cabeza para pensar y utilizar uno y otra para su gloria?SE2 123.2
¿Quién será el que entra por las puertas a la ciudad celestial? Los que guardan sus mandamientos. «Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad» (Apoc. 22: 14, RVA). ¿En qué consisten los mandamientos de Dios? Los primeros cuatro dicen que debemos amar a Dios por encima de todo y amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos. ¿Pueden ustedes hacer esto y no mostrarles a ellos el camino a la salvación en y mediante Cristo Jesús?SE2 123.3
«Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 14, 15). El valor de la vida se ilustra mediante los esfuerzos realizados por el hombre para salvar y conservar la vida presente y física. Pero esta vida en Cristo Jesús, por la que nos esforzamos, es eterna. Oímos hablar mucho acerca de la fe. Hemos de estar seguros de que tenemos una fe genuina, que obra, que contempla al Salvador exaltado. Esa fe se apoya en el poder infinito y actúa para vincular las almas al gran corazón de Jesús. Con Jesús en el corazón ustedes no podrán impedir las expresiones de amor.SE2 123.4
Si Jesús mora en ustedes, es por algún motivo. Ustedes no pueden disfrutar de la luz y a la vez de conversaciones vanas. Isaías dijo: «Soy un hombre de labios inmundos”. Esta es una gran realidad respecto a muchos que profesan ser cristianos. Si ustedes hablan como cualquier mundano y actúan como cualquier mundano actúa, ustedes deshonran al Cristo que profesan amar. Ustedes necesitan ser convertidos a diario, honrar a Cristo mediante toda palabra. Sean ustedes santos en toda conversación. Ustedes, dando gracias a Dios, se sientan a la mesa para ingerir las mejores comidas con el fin de obtener la mejor sangre y el más esclarecido intelecto. Deseamos hombres y mujeres que piensen con claridad.SE2 123.5
No es apropiado que dediquemos tiempo, mente, huesos y músculos a cosechar las cosas terrenas, apartando la eternidad de toda consideración nuestra. Deberíamos recoger gavillas para el gran Cosechador. El Señor puede estar diciéndoles: «¿A quién enviaré?». Pero los oídos mundanalizados de ustedes puede que no sean capaces de captarlo. El Señor desea que nos expandamos, que crezcamos como la semilla que cae al suelo: primero una hoja, luego todo el maíz en la mazorca. Es necesario el progreso.SE2 124.1
Algunos han preguntado: «¿Qué debo hacer para recibir el Espíritu Santo?». Pidan a Dios que escudriñe sus corazones como con una vela encendida. No hagan nada que favorezca su gratificación propia. Supongan que los profesos seguidores de Cristo fueran los representantes de él en la tierra, ¿no lo tomarían en cuenta los mundanos convenciéndose de que han visto a Jesús? ¿No será esta una evidencia de poder? Necesitamos la religión de Cristo. Esto pondrá de manifiesto los frutos del amor, gozo y paz. El Maestro no desea que haya una cosecha escasa, sino que los manifestemos en abundancia.SE2 124.2
Juan 15: 7-21 señala el contraste entre Cristo y el mundo, y la persecución contra Cristo y contra sus seguidores. El mundo hace eso porque no conocen al Padre que envió a Jesús al mundo. No queremos ser tan ignorantes. Necesitamos conocer a Cristo. Conocerlo equivale a la vida eterna.SE2 124.3
En Juan 15, Cristo les señala pruebas y conflictos. Y se pregunta si podrán soportar la tribulación, luego señala las realidades eternas y les muestra los millares de ángeles enviados a ministrar a los que son herederos de la salvación. Aunque él señala los ejércitos que se les oponen a ustedes, les dice que no deben desmayar; porque el Capitán de las huestes del Señor está con ustedes del mismo modo que lo estuvo con el pueblo de Dios durante los tiempos de Josué. Allí está el Capitán de nuestra salvación que está trabajando por todos. Lo que deseamos saber es cómo librar la batalla. La victoria no está en el pastor o el laico, sino en el Capitán de la hueste del Señor que pelea la batalla por nosotros. Él mora con aquel que posee un espíritu contrito. Debemos humillar nuestros corazones.SE2 124.4
No luchamos contra carne y sangre, sino contra principados y poderes, contra malicias espirituales en los aires, y Dios está con nosotros. No debemos considerar que la astucia humana aportará el éxito. Alguien puede tener todo el conocimiento posible, y en realidad estar solo; ya que sin Cristo él nada podrá hacer. ¿Caminan ustedes con humildad delante de él? ¿Tienen ustedes pecados acariciados, rencillas con alguien? ¿Están ustedes buscando a Dios de todo corazón? Ahora, podemos soportar la separación de todo, excepto del Espíritu de Dios. Deseamos la inspiración de la cruz que nos hace caer desvalidos, y el Señor nos levantará. Cristo oró, no para que sus seguidores fueran retirados del mundo, sino para que fueran resguardados del mal que está en el mundo. Podemos pasar por el mundo como lo hizo Enoc. En aquel entonces el mundo no era más propicio para la edificación de un carácter cristiano de lo que es hoy.SE2 125.1
Debido a que la iniquidad abunda, el amor de muchos se está enfriando; pero por eso, ¿vamos a ocultar nuestra luz? La presencia de una gran iniquidad debería ser motivo para que el pueblo de Dios buscara una mayor consagración. Puesto que estamos viendo enfriarse ustedes deberían mostrar a Cristo al mundo.SE2 125.2
La ley y el evangelio están entrelazados como la trama y la urdimbre. Ahí la misericordia y la verdad se han unido, y la justicia y la paz se han besado mutuamente. Necesitamos acercamos a la norma divina. El Señor tiene una ley para gobernar a los seres humanos y su observancia es para nuestra felicidad. Debemos amar a Dios. El amor que lleva a la desobediencia es inspirado por el diablo; el amor que conduce a la obediencia es inspirado por el cielo.SE2 125.3
«Salid de entre ellos y apartaos», dice el Señor; y además: «Limpiaos”. Pero, ¿cómo podemos podemos percatarnos de que albergamos impurezas? La ley de Dios nos lo muestra. Los primeros cuatro mandamientos señalan nuestra obligación con Dios, y los últimos seis no admiten el egoísmo respecto a nuestros prójimos. Cuando reconozco que he fallado, acudo a la Fortaleza. Sé que él perdona los pecados de ignorancia. Jesús es el Salvador que perdona el pecado. Jesús guardó los mandamientos de su Padre y nos dice: «Bienaventurados los que hacen eso, porque entrarán allá”.SE2 125.4
Si obedecemos tendremos familias felices. Hemos de enseñar a los niños los mandamientos de Dios. Esto era importante en el tiempo de Israel y no deja de serlo hoy en día. Por mucho que pretendan guardar los mandamientos eso no es lo que les hará entrar a la ciudad. Átenlos a su corazón e impleméntenlos en cada acción. Hay alguien que lo ve todo y él dice: «He colocado una puerta abierta delante de ti». A través de ella se contempla el trono de Dios, rodeado por el arcoíris de la promesa, la señal del pacto eterno; mostrando que la misericordia y la verdad se unen y haciendo que el que lo contemple alabe al Señor.SE2 125.5
¿No presentarán ustedes a Cristo ante el mundo desde hoy en adelante? Ustedes tendrán un refugio. Serán cristianos radiantes. Por demasiado tiempo hemos sido un pueblo sin brillo. Si salimos de la cueva, colocándonos al lado de Dios tendremos a Cristo con nosotros de manera que podremos hablar de redención como lo hicieron los discípulos cuando estuvieron con Jesús y aprendieron de él.SE2 126.1
Llevemos la luz de Jesús. Llevémosla a nuestros vecinos. Cuando introduzcamos a Cristo en nuestras vidas habrá amor entre nosotros, incluso se abrirán los más duros corazones. Dios puede utilizar un gusano para destruir una montaña. Si nos humillamos y recibimos su poder transformador a cada momento, su justicia será nuestra protección. «Entonces nacerá tu luz como el alba y tu sanidad se dejará ver en seguida; tu justicia irá delante de ti y la gloria de Jehová será tu retaguardia” (Isa. 58: 8).SE2 126.2