Capítulo 38—Circulación de impresos
En la reunión celebrada en Roma (Nueva York), el domingo 12 de septiembre de 1875, varios predicadores dirigieron la palabra a numerosos y atentos oyentes. A la noche siguiente soñé que un joven de noble aspecto entraba en el aposento en donde yo me hallaba, inmediatamente después de pronunciar mi discurso. El joven me dijo:1TS 223.1
“Has llamado la atención de las gentes hacia importantes asuntos, que para muchos son nuevos y curiosos. A algunos de los oyentes les ha interesado muchísimo. Los obreros en palabra y doctrina han hecho cuanto han podido para exponer la verdad; pero si no aumentan los esfuerzos para fijar en las mentes las impresiones recibidas, escaso fruto obtendréis de vuestra labor. Satanás tiene listos muchos atractivos para cautivar las mentes; y los cuidados de esta vida y la falacia de las riquezas concurren a ahogar la semilla de verdad sembrada en el corazón.1TS 223.2
“En todos los esfuerzos como los que estáis haciendo ahora, se obtendrían resultados mucho más eficaces si dispusierais de páginas impresas a propósito listas para la circulación y la lectura. Se han de repartir gratuitamente, entre cuantos quieran aceptarlos, folletos que traten de puntos importantes de la verdad relacionada con los tiempos actuales. Habéis de sembrar junto a todas aguas.1TS 223.3
“La prensa es un poderoso medio de mover los entendimientos y corazones de las gentes. Los hombres mundanos se valen de la prensa para aprovechar toda ocasión de difundir entre el público literatura ponzoñosa. Si quienes están impulsados por el espíritu del mundo y de Satanás se esfuerzan con ahinco en propagar libros, folletos y periódicos de índole corruptora, debéis vosotros ser todavía más tenaces en ofrecer a las gentes lecturas de carácter enaltecedor y salvador.1TS 223.4
“Dios ha otorgado a su pueblo valiosas ventajas en la prensa, que, combinada con otros agentes, difundirá con éxito el conocimiento de la verdad. Folletos, periódicos y libros, según la ocasión lo requiera, deben distribuirse por todas las ciudades y aldeas de la tierra. En ello hay obra misionera para todos.1TS 224.1
“Debe haber hombres adiestrados en esta modalidad de la obra, que serán misioneros y distribuirán publicaciones. Han de ser hombres de simpático aspecto y afable trato, que no inspiren repugnancia ni den motivo para que los rechacen. Es una obra que, cuando la ocasión lo demanda, exige todo el tiempo y energías de quienes se dediquen a ella. Dios ha confiado viva luz a sus hijos, no para que ellos solos la disfruten, sino para que sus rayos iluminen a los que están sumidos en las tinieblas del error.1TS 224.2
“El pueblo adventista no hace ni una vigésima parte de lo que podría hacer en la propagación del conocimiento de la verdad. Por medio de la vívida predicación acompañada de periódicos y folletos, se puede lograr muchísimo más que por la predicación de la sola palabra sin publicaciones impresas. La prensa es un eficacísimo instrumento que Dios ha provisto para combinarlo con las energías de la palabra viva, a fin de predicar la verdad a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Hay muchos con quienes sólo es posible ponerse en comunicación por medio de la prensa.1TS 224.3
“Aquí tenemos verdadera obra misionera en que cabe invertir trabajo y recursos con los mejores resultados. Ha habido demasiado temor de correr riesgo, de moverse sólo por fe y de sembrar junto a todas aguas. Se han presentado ocasiones sin saberlas aprovechar en todo lo posible. Ha habido demasiado temor de aventurarse. La verdadera fe no es presunción, pero se arriesga a mucho. Es preciso exponer sin tardanza en las publicaciones la preciosa luz y la potente verdad.”1TS 224.4
Después añadió: “Tu esposo no ha de cejar en sus esfuerzos de estimular a ciertos hombres para que sean obreros responsables de importante labor. Satanás atacará a todo aquel a quien Dios acepte. Si ellos se apartan del cielo y ponen la causa en peligro, sus fracasos no se anotarán en la cuenta de tu esposo ni en la tuya, sino que se achacarán a la perversidad de la naturaleza de los murmuradores, la cual ellos no supieron comprender ni vencer. Estos hombres a quienes Dios trató de emplear en su obra, que han fracasado e impuesto grandes cargas a los sinceros y desinteresados, han entorpecido y desanimado más que todo el bien que hicieron. Sin embargo, no ha de entorpecer esto el propósito de Dios de que vaya prosperando la obra, con sus cuidados repartidos en diversas modalidades, confiadas a hombres que desempeñen su parte y lleven la carga cuando convenga. Estos hombres deben estar dispuestos a recibir instrucciones y entonces Dios podrá capacitarlos, santificarlos y comunicarles santidad de juicio a fin de que prosigan cuanto emprendan en su nombre.”1TS 225.1