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Mensajes Selectos Tomo 1

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    Cristo como el segundo Adán

    ¡Qué contraste el del segundo Adán cuando fue al sombrío desierto para hacer frente sin ninguna ayuda a Satanás! Desde la caída, la raza humana había estado disminuyendo en tamaño y en fortaleza física, y hundiéndose más profundamente en la escala de la dignidad moral, hasta el período del advenimiento de Cristo a la tierra. Y a fin de elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba. El tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración del hombre. El que no conoció pecado, llegó a ser pecado por nosotros. Se humilló a sí mismo hasta las profundidades más hondas del infortunio humano a fin de poder estar calificado para llegar hasta el hombre y elevarlo de la degradación en que el pecado lo había sumergido.1MS 314.2

    “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”. Hebreos 2:10. Se citan Hebreos 5:9; 2:17, 18.1MS 315.1

    “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Hebreos 4:15.1MS 315.2

    Desde que se rebeló por primera vez, Satanás había estado en guerra contra el gobierno de Dios. El éxito que tuvo al tentar a Adán y a Eva en el Edén e introducir el pecado en el mundo había envalentonado a este archienemigo, y se había jactado orgullosamente ante los ángeles celestiales de que cuando apareciera Cristo, tomando la naturaleza del hombre, sería más débil que él [que Satanás], y que lo vencería mediante su poder. Se regocijaba de que Adán y Eva en el Edén no pudieran resistir a sus insinuaciones cuando recurrió a su apetito. De la misma manera venció a los habitantes del mundo antiguo, por medio de la complacencia del apetito concupiscente y de las pasiones corruptas. Pudo vencer a los israelitas mediante la complacencia del apetito. Se jactaba de que el mismo Hijo de Dios, que estuvo con Moisés y Josué, no pudiera resistir a su poder y guiar hasta Canaán al pueblo favorecido por su elección, pues murieron en el desierto casi todos los que salieron de Egipto. También había tentado a Moisés, el hombre manso, para que se apoderara de la gloria que Dios demandaba. Mediante la complacencia del apetito y de las pasiones había inducido a David y a Salomón, que habían sido especialmente favorecidos por Dios, a que incurrieran en el desagrado de Dios. Y se jactaba de que todavía podría tener éxito en torcer el propósito de Dios de salvar al hombre mediante Jesucristo.1MS 315.3

    En el desierto de la tentación, Cristo estuvo sin alimento durante cuarenta días. En ocasiones especiales, Moisés había estado ese mismo período sin alimento. Pero no sintió las angustias del hambre. No fue tentado y acosado, como el Hijo de Dios, por un enemigo vil y poderoso. Moisés estuvo elevado por encima de lo humano. Fue sostenido especialmente por la gloria de Dios que lo rodeaba.1MS 316.1

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