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Mensajes Selectos Tomo 1

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    Declaración acerca del día y hora de la venida de Cristo

    Querida Hermana:

    Ud. declara que “algunos pretenden, entre otras cosas, que es desleal suprimir sus escritos anteriores”. Los que dicen esas cosas, ¿tendrían la bondad de darme pruebas de sus declaraciones? Sé que esto ha sido repetido con frecuencia, pero no probado. “Pretenden que en los testimonios originales de Ud., tomo 1, que ellos han preservado, Ud. claramente declara que se le mostró el día y la hora de la segunda venida de Cristo. Su argumento es que esa declaración de Ud. no resiste la prueba de la Biblia, pues Cristo mismo declara que nadie sabe ni el día ni la hora, ni aun los ángeles de Dios”...1MS 85.1

    En mi primer libro, Ud. encontrará la única declaración en cuanto al día y la hora de la venida de Cristo que he hecho desde que pasó el tiempo en 1844. Se encuentra en Early Writings, 11, 27 y 145, 146 [p. 15, 34 y 285 de la edición actual, que coincide con Primeros escritos]. Todas se refieren al anunció que será hecho muy poco antes de la segunda venida de Cristo.1MS 85.2

    Viendo en la página 145 [página 285 de Primeros escritos] y leyendo desde el comienzo del capítulo, Ud. verá que las declaraciones hechas se refieren a la liberación de los santos del tiempo de angustia mediante la voz de Dios. Por favor, consiga este libro, si ya no lo tiene, y lea las declaraciones que hay allí. Son exactamente como fueron impresas en el primer artículo publicado. “El firmamento se abría y cerraba en violenta conmoción”. “Las montañas se agitaban como cañas batidas por el viento, arrojando peñascos por todo el derredor. El mar hervía como una caldera y lanzaba piedras a la tierra. Al declarar Dios el día y la hora de la venida de Jesús y conferir el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba una frase y se detenía mientras las palabras de la frase retumbaban por toda la tierra”.1MS 85.3

    Esta es una porción del párrafo. Las declaraciones de las páginas 11 y 27 [15 y 34 en Primeros escritos] se refieren al mismo tiempo. Contienen todo lo que alguna vez se me haya mostrado en cuanto al tiempo definido de la venida del Señor. No tengo el menor conocimiento en cuanto al tiempo mencionado por la voz de Dios. Oí cuando proclamaba la hora, pero no tuve el recuerdo de esa hora después que salí de la visión. Escenas tan emocionantes y de un interés tan solemne pasaron ante mí, que ningún lenguaje puede describir. Todo fue una realidad viviente para mí, pues directamente relacionada con esta escena apareció la gran nube blanca sobre la cual estaba sentado el Hijo del hombre.—Carta 38, 1888.1MS 86.1

    Una de las primeras visiones acerca de chorros de luz

    Estando en mi misma adolescencia, el Señor vio adecuado abrir ante mí las glorias del cielo. Fui llevada en visión al cielo, y el ángel me dijo: “¡Mira!” Miré al mundo como estaba en densas tinieblas. Cuando vi esas tinieblas, fue indescriptible la agonía que me sobrevino.1MS 86.2

    Otra vez vino la orden: “Mira”. Y otra vez miré fijamente el mundo, y comencé a ver chorros de luz, como estrellas que punteaban toda esa oscuridad. Y entonces vi que se añadían una luz tras otra, y así a través de todas esas tinieblas morales aumentaban las luces semejantes a estrellas. Y el ángel dijo: “Esos son los que creen en el Señor Jesucristo, y están obedeciendo las palabras de Cristo. Son la luz del mundo, y si no fuera por esas luces, los juicios de Dios caerían inmediatamente sobre los transgresores de la ley de Dios”. Vi entonces que aumentaba el brillo de esos chorritos de luz, brillando del este y del oeste, del norte y del sur y alumbrando todo el mundo.1MS 86.3

    Ocasionalmente comenzaba a opacarse una de esas luces y otras se extinguían, y cada vez que ocurría esto, había tristeza y llanto en el cielo. Y algunas de las luces se hacían más y más brillantes, y su brillo era muy abarcante y muchas luces más se les añadían. Entonces había regocijo en el cielo. Vi que los rayos de luz venían directamente de Jesús para formar esos preciosos chorros de luz en el mundo. (Gospel Workers, 378, 379, 1892.—No están estos pasajes en las ediciones castellanas de Obreros evangélicos).1MS 87.1

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