Capítulo 4—La redacción y distribución de los Testimonios para la iglesia
Un repaso de la obra
Sanatorio, California,
8 de julio de 1906
Querido Hermano,
Hay algunos que piensan que pueden medir el carácter y estimar la importancia de la obra que el Señor me ha dado. Su propia mentalidad y juicio son la norma por la cual quieren pesar los testimonios.1MS 56.1
Mi Instructor me dijo: Di a esos hombres que Dios no les ha confiado la obra de medir, clasificar y definir el carácter de los testimonios. Los que intentan esto seguramente errarán en sus conclusiones. El Señor quiere que los hombres se apliquen a su obra señalada. Si observan el camino del Señor, podrán discernir claramente que la obra que Dios me ha señalado para hacer no es de invención humana.1MS 56.2
Los que cuidadosamente leen los testimonios así como aparecieron desde los primeros días, no necesitan estar perplejos en cuanto a su origen. Los muchos libros escritos con la ayuda del Espíritu de Dios dan un claro testimonio en cuanto al carácter de los testimonios.1MS 56.3
En los primeros días de nuestra experiencia en el mensaje, el Espíritu de Dios venía con frecuencia sobre unos pocos de nosotros cuando estábamos reunidos y yo era arrebatada en visión. El Señor nos daba tal luz y evidencia, tal consuelo y esperanza y gozo, que las alabanzas suyas estaban en nuestros labios.1MS 56.4
Auxiliada por ayudantes literarios
Mientras vivió mi esposo, actuó como ayudante y consejero en el envío de los mensajes que me eran dados. Viajábamos mucho. A veces se me daba luz durante la noche, a veces durante el día delante de grandes congregaciones. La instrucción que recibía en visión era fielmente redactada por mí cuando tenía tiempo y vigor para esa obra. Después examinábamos juntos el asunto. Mi esposo corregía los errores gramaticales y eliminaba repeticiones inútiles. Eso era cuidadosamente copiado para las personas a quienes iba dirigido, o para el impresor.1MS 57.1
A medida que creció la obra, otros me ayudaron en la preparación del material para su publicación. Después de la muerte de mi esposo, se me unieron fieles ayudantes, los que trabajaron infatigablemente en la obra de copiar los testimonios y preparar artículos para su publicación.1MS 57.2
Pero no son verdaderos los informes que han circulado, que se permitía a cualquiera de mis ayudantes añadir material o cambiar el sentido de los mensajes que escribo.1MS 57.3
Mientras estuvimos en Australia, el Señor me instruyó que W. C. White debía ser aliviado de las muchas responsabilidades que los hermanos ponían sobre él para que pudiera ayudar más libremente en la obra que el Señor me había confiado. La promesa había sido dada: “Pondré mi Espíritu sobre él y le daré sabiduría”.1MS 57.4
Desde que volví a Norteamérica, he recibido varias veces la instrucción de que el Señor me ha dado a W. C. White como mi ayudante y que en esa obra el Señor le dará de su Espíritu.1MS 57.5
El tiempo y la forma adecuados de presentación
Se requiere mucha sabiduría y sano juicio, vivificados por el Espíritu de Dios, para conocer el tiempo adecuado y la manera de presentar la instrucción que ha sido dada. Cuando las mentes de las personas reprochadas están bajo la influencia de un fuerte engaño, naturalmente resisten el testimonio, y habiendo asumido una actitud de resistencia, es difícil que después reconozcan que han estado equivocadas.1MS 58.1
En los primeros días de esta causa, si algunos de los hermanos dirigentes se hallaban presentes cuando se recibían mensajes del Señor, consultábamos con ellos en cuanto a la mejor manera de presentar la instrucción delante de los hermanos. A veces se decidía que era mejor no leer ciertas porciones delante de una congregación. A veces, aquellos cuya conducta era reprochada pedían que los mensajes que hacían resaltar sus errores y peligros fueran leídos delante de otros para que ellos también se beneficiaran.1MS 58.2
Con frecuencia, después de que se leían testimonios de reprensión, se efectuaban confesiones sinceras. Entonces nos uníamos en oración y el Señor manifestaba su gracia perdonadora a los que habían confesado sus pecados. La aceptación de los testimonios producía ricas bendiciones de Dios en nuestras congregaciones.1MS 58.3
Fielmente me esfuerzo por redactar lo que me es dado de vez en cuando mediante el divino Consolador. Algunas partes de lo que escribo son enviadas inmediatamente para hacer frente a las necesidades actuales de la obra. Otras partes son retenidas hasta que el transcurso de las circunstancias me convence de que ha llegado el momento de su uso. A veces, algunos ministros y médicos que llevan responsabilidades han fomentado la tendencia de descartar los testimonios, y se me ha instruido a no colocarlos en sus manos, pues al haberse rendido al espíritu que tentó y venció a Adán y a Eva, han abierto la mente y el corazón al dominio del enemigo. Estando en un sendero equivocado y trabajando bajo suposiciones engañosas, leerían en los testimonios cosas que no hay pero que están de acuerdo con las falsas declaraciones a las que han prestado oídos. Al leer los testimonios alumbrados por sus propias luces, son engañados y engañarán a otros.1MS 58.4
A veces, después de que se han redactado reproches muy nítidos y decididos, son retenidos por un tiempo hasta que, por medio de correspondencia personal yo haya procurado cambiar el espíritu de aquellos a quienes iban dirigidos. Si esos esfuerzos son infructuosos, los mensajes, con toda la fuerza de su reprensión o reproche, les son enviados, ya sea que los escuchen o que nieguen la veracidad del mensaje.1MS 59.1
Si aquellos cuyos errores son señalados confiesan su mal proceder, puede quebrantarse el hechizo del enemigo. Si se arrepienten y abandonan sus pecados, Dios es fiel y justo para perdonarles sus pecados y limpiarlos de toda maldad. Cristo, el Redentor que perdona los pecados, les quitará sus vestimentas inmundas, les dará otro ropaje y pondrá una hermosa mitra sobre su cabeza. Pero mientras rehúsen apartarse de la iniquidad, no pueden desarrollar un carácter que resista en el gran día del juicio.1MS 59.2
Con frecuencia, son presentadas delante de mí faltas ocultas de las vidas de algunos, y se me ordena que dé un mensaje de reproche y amonestación.1MS 59.3
Se me ha dicho que muchos que prestan atención a la falsa ciencia del enemigo serían capaces de declarar que mi obra es la de un profeta falso e interpretarían los testimonios de tal manera que cambiaran la verdad de Dios en mentira. Satanás está alerta, y algunos que en lo pasado han sido usados por el Señor para hacer su obra, pero que han permitido ser engañados, serán impulsados a usar impropiamente los mensajes dados. Porque no quieren escuchar las palabras de reproche, porque no quieren oír el consejo y mejorar su conducta y hacer la obra que les es asignada, interpretarán erróneamente los mensajes a la iglesia y confundirán a muchas mentes.1MS 59.4
Sin embargo, debo dar el mensaje que se me ha dado, mientras el Señor lo determine. No me ha dado la obra de resolver todas las incomprensiones que son acariciadas en corazones incrédulos. Mientras permanezca abierta una puerta para recibir las sugestiones del tentador, se multiplicarán las dificultades. Está abierto a la incredulidad el corazón de los que no vienen a la luz. Si mi tiempo y energía se consumieran en tales asuntos, eso serviría a los propósitos de Satanás. El Señor me ha dicho: “Da los testimonios. Tu obra no es la de resolver las dificultades. Tu obra es la de reprender y presentar la justicia de Cristo”.1MS 60.1
Un incidente
En una ocasión, en los primeros días del mensaje, el padre Butler y el pastor Hart quedaron confundidos acerca de los testimonios. Se lamentaban y lloraban con gran angustia, pero durante algún tiempo no explicaban la razón de su perplejidad. Sin embargo, siendo instado a explicar su modo de hablar y comportamiento falto de fe, el pastor Hart se refirió a un folletito que había sido publicado como las visiones de la Hna. White y dijo que, hasta donde él supiera, no habían sido incluidas algunas visiones. Delante de un gran auditorio, esos dos hermanos hablaron vigorosamente de haber perdido su confianza en la obra.1MS 60.2
Mi esposo entregó el folletito al pastor Hart y le pidió que leyera lo que estaba escrito en la página del título. El leyó: “Un bosquejo de la experiencia cristiana y visiones de la Sra. E. G. de White”.1MS 60.3
Durante un momento hubo silencio, y entonces mi esposo explicó que habíamos estado muy escasos de recursos y habíamos podido imprimir al principio sólo un folletito y prometió a los hermanos que cuando se consiguieran suficientes medios, se publicarían más plenamente las visiones en forma de libro.1MS 60.4
El pastor Butler quedó profundamente conmovido, y dijo después de que se hubo presentado la explicación: “Postrémonos ante Dios”. Siguieron oraciones, llanto y confesiones como rara vez hemos oído.1MS 61.1
El Hno. Butler dijo: “Hno. White, perdóneme. Temí que estuvieran tratando Uds. de ocultar de nosotros algo de la luz que debiéramos recibir. Perdóneme, Hna. White”. Entonces el poder de Dios se presentó en la reunión de una manera maravillosa.—The Writing and Sending Out of the Testimonies to the Church [La redacción y distribución de los testimonios para la iglesia], 3-9.1MS 61.2